El realismo de la experiencia cristiana - Alfa y Omega

El realismo de la experiencia cristiana

Poco después de su regreso, como arzobispo, a su ciudad natal, el cardenal Scola ejerce de anfitrión en el Encuentro Mundial de las Familias. En el diario Avvenire, ha ofrecido sus reflexiones, teñidas de recuerdos personales. Éste es un fragmento:

Avvenire
Pináculo de la catedral de Milán, con la Madonnina.

Llevo Milán desde siempre en mi corazón. No sólo porque nací ambrosiano, sino porque la ciudad siempre ha despertado mi imaginación, desde niño. Un recuerdo: inmediatamente después de la guerra, comenzaron a conocerse los chicles, gracias a los soldados estadounidenses; los mismos que, debajo de mi casa, jugaban con nosotros, un poco como si fuéramos pelotas para lanzar uno contra otro… Se advertía que estábamos a punto de salir de un clima plúmbeo.

Me surgió de manera espontánea, en mi toma de posesión en la diócesis, definir Milán como «iluminada, laboriosa y hospitalaria». Hospitalaria, porque sabe juntar a los diferentes: proceso que implica el recíproco apasionado encontrarse y dejarse encontrar, más allá de dialécticas, conflictos e incomprensiones. Y pide paciencia, tiempo para comprenderse, y aceptar la humillación de ser malinterpretado.

Una tarea de nuestra Iglesia es ser hospitalaria y acogedora. Se ve en aquella expresión de la pasión educativa, tan típicamente ambrosiana y tan importante que es el Oratorio. El Oratorio, según la doctrina de la Iglesia, sirve para demoler muros, para acoger a los niños, chicos y jóvenes de hoy, los ciudadanos del mañana, y para proponer un horizonte con sentido para la ciudad. La petición de sentido, expresada o no, hoy es tan fuerte que la tarea de acogida y este reto educativo no pueden ser descuidados.

Desde san Ambrosio hasta nuestros días, la Iglesia en Milán (con todos los defectos de los hombres de Iglesia, comenzando por los míos) se ofrece realmente como un lugar de acogida. Pero esto exige el ir con, el gusto de la confrontación, la curiositas, preguntarse siempre el porqué de todas las cosas.

En cuanto al Milán iluminado, está claro que, con este adjetivo, se expresa toda su historia: historia de fe, pero también historia civil. Pienso en el famoso Iluminismo lombardo, y también en el movimiento obrero y en el movimiento católico, con su ritmo y su mutua confrontación. Este polifacético Milán (la ciudad, la gente, la Iglesia) se prepara a celebrar el VII Encuentro Mundial de las Familias, que tiene lugar del 30 de mayo al 3 de junio de 2012, sobre el tema La familia: el trabajo y la fiesta, y que culminará con la visita del Santo Padre.

Ésta es la primera vez que un encuentro de tal importancia se celebra en una ciudad italiana que no sea Roma. Estamos felices por este privilegio, y consideramos un inmenso signo de predilección que Benedicto venga a Milán 28 años después de que lo hiciera su predecesor. En Milán, hombres y mujeres, jóvenes y niños de todo el mundo confrontarán sus ideas, dialogarán, reflexionarán y rezarán juntos, sobre el tema de la familia, un aspecto decisivo de la experiencia humana común, que se entrelaza con otros dos factores igualmente decisivos: el trabajo y el descanso (la fiesta).

El hecho de haber propuesto estos tres factores constitutivos expresa perfectamente la relación entre fe y vida, y muestra el gran realismo de la experiencia cristiana. Tal vez no es casualidad que todo esto tenga lugar en Milán, en una tierra donde el cristianismo, durante siglos, ha dejado rastros de santidad muy concretos y, aún hoy, vitales.

Traducción: María Pazos Carretero