Las JMJ, impulso para una cultura vocacional - Alfa y Omega

Las JMJ, impulso para una cultura vocacional

«Podemos hablar de un antes y un después de la JMJ de Madrid, de una etapa nueva que empezamos». Esta etapa de la que habla monseñor José Ángel Saiz Meneses, obispo de Tarrasa, comienza también para la pastoral vocacional. De hecho, las Jornadas pueden ofrecer un «gran apoyo» a esta labor de la Iglesia, que necesita una nueva cultura

María Martínez López
Un antes y un después de la JMJ…

En su Carta pastoral sobre Pastoral juvenil y Pastoral vocacional a la luz de la JMJ, monseñor José Ángel Saiz Meneses constata que, también en la Iglesia, «corremos el riesgo de que los jóvenes se conformen con proyectos de vida insuficientes, o se instalen en la mediocridad de los buenos». No son rácanos a la hora de dar su vida, pero «están necesitados de Alguien que los llame por su nombre para un ideal de altura».

Por eso, «es preciso promover una cultura vocacional que conecte con estas inquietudes» y «les ayude a descubrir la grandeza de la entrega y del compromiso a través de un proyecto de vida que sea duradero». En esta nueva cultura vocacional, todo en la Iglesia debe estar «encaminado a crear un clima de búsqueda de la voluntad del Señor». Es necesario «pasar de un planteamiento de pastoral vocacional que se encarga a unos especialistas, a otro según el cual es considerada un objetivo prioritario de toda la comunidad cristiana»: obispo, presbíteros, vida consagrada, movimientos y asociaciones, etc.

Ante esta necesidad, el éxito de la JMJ de Madrid «nos obliga a plantear el futuro con una renovada esperanza en Dios, y a la vez a aplicarnos con diligencia en la tarea de hacer fructificar los dones recibidos». De hecho -añade- «podemos hablar de un antes y un después de la JMJ de Madrid, de una etapa nueva que comenzamos».

En efecto, «las JMJ pueden ofrecer un gran apoyo a la pastoral vocacional de la Iglesia, porque son una importante fuerza de renovación, y ayudan a consolidar algunos elementos de la pastoral ordinaria». Monseñor Saiz Meneses cita varios de estos aspectos:

—«Descubrir el valor del encuentro» con otros jóvenes, «del compartir, de ensanchar las perspectivas y los horizontes, que a veces quedan reducidos al pequeño grupo».

—La peregrinación. El texto explica que, al anunciar la JMJ de Santiago, Juan Pablo II «subrayaba que la peregrinación tiene un significado espiritual muy profundo», que también es útil para descubrir la vocación personal. Por eso, al clausurar esa Jornada, el Papa invitó a los jóvenes a «descubrir vuestra vocación real para colaborar en la difusión de este Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, el amor y la paz».

Cristo: «La finalidad principal de las Jornadas es propiciar en el joven una experiencia fuerte de fe, un encuentro con Cristo, que se convertirá en el centro de su vida, en el punto de referencia constante y la luz que ilumine sus pasos». La JMJ viene a ser «un laboratorio de la fe en que el joven puede vivir el encuentro con Cristo, entrar en diálogo con el Señor resucitado, escuchar sus preguntas y dar una repuesta que comprometa su vida». Por eso, el obispo no duda en definirlas también como laboratorio de la vocación.

—La valentía para ir «superando complejos a la hora de plantear la santidad como el ideal, como la perspectiva de la pastoral juvenil». También para subrayar «la necesidad de la oración, de la Palabra y de la vida sacramental».

—La experiencia de comunión con la Iglesia, que ayudará al joven «a encontrar y asumir su lugar en la comunidad eclesial. De esta manera, podrá responder a los interrogantes de su existencia y comprometerse en la tarea evangelizadora de la Iglesia».

Testimonio: «La presencia de sacerdotes y su disponibilidad para los sacramentos y el diálogo personal y también la participación de personas de diferentes estados de vida hace crecer el deseo de santidad y ayuda a los jóvenes a descubrir su vocación específica». Pero, para ello, «es preciso que los sacerdotes y los consagrados transmitan la alegría y la belleza de una vida consagrada a Cristo en totalidad, al servicio del Evangelio y de los hermanos, con un testimonio de palabra y de vida, que lo abarca todo, y que en sus mismos signos externos manifiesta su consagración en totalidad a Dios».

La Eucaristía es clave de la propia vocación

«La celebración de la Liturgia y la oración personal constituyen el primer ámbito para la vocación y para el descubrimiento de la llamada. La Eucaristía es la fuente y la culminación de toda la vida cristiana y de toda la vida de la Iglesia. Como señalaba el Beato Juan Pablo II, en el encuentro con la Eucaristía, algunos descubren sentirse llamados a ser ministros del Altar; otros, a contemplar la belleza y la profundidad de este misterio; otros, a encauzar la fuerza de su amor hacia los pobres y débiles; y otros, también a captar su poder transformador en las realidades y en los gestos de la vida de cada día. Cada creyente encuentra en la Eucaristía no sólo la clave interpretativa de su propia existencia, sino el valor para realizarla, y construir así, en la diversidad de los carismas y de las vocaciones, el único Cuerpo de Cristo en la Historia».