Un museo lleno de pistas y tesoros - Alfa y Omega

Un museo lleno de pistas y tesoros

María Martínez López

Visitar museos no tiene por qué ser aburrido, porque cada vez son más los que tienen actividades para niños. Por ejemplo, el Museo diocesano de Barbastro-Monzón, en Huesca. Su directora, doña Maite López, nos explica que, en las iglesias, hay obras de arte que son todo un tesoro, y que hay que proteger para que la gente las siga disfrutando cuando pase el tiempo. Y son los niños «los que garantizan que, en el futuro, haya quien cuide de este patrimonio». Pero, para que los niños aprecien el gran valor artístico y religioso que tienen, «hay que enseñarles las cosas a su nivel».

No se trata sólo de ver los cuadros, las esculturas, los ropajes, o las obras de orfebrería -hechas con oro y plata-, que a los más pequeños les parecen un tesoro. Hay que aprender a leerlas, porque muchas de esas obras se hicieron «cuando la gente no sabía leer, y se usaban las imágenes para transmitir las verdades de la fe. La gente podía interpretar qué significaban los peinados, la ropa, los colores y los objetos que tienen las distintas figuras. Eso se llama iconografía. Nosotros les enseñamos a los niños a que se fijen en estos detalles», para saber qué están contando. «Es como seguir un juego de pistas, y eso divierte a niños y mayores».

En las obras de arte, a Jesús se le puede representar de adulto o de niño —aunque también tenga la cruz—, pero también como un cordero. Los judíos sacrificaban corderos pensando que así Dios perdonaba sus pecados, y Jesús se sacrificó para salvarnos. A la Virgen, entre otras muchas formas, se la puede representar sentada, haciendo de trono para Jesús. Los dos llevan coronas, porque son reyes.

Las imágenes religiosas muchas veces representan a mártires. Se les reconoce por estos signos: ropa de color rojo —por la sangre—, y la palma —como las del Domingo de Ramos—, signo de su victoria sobre la muerte. Además, suelen llevar algún objeto que explica cómo los mataron. Uno de los más famosos es la parrilla que lleva san Lorenzo, porque le quemaron vivo encima de una.

Otros símbolos del arte religioso nos dicen qué era ese santo: los obispos llevan una mitra en la cabeza, y un báculo, que recuerda al cayado del pastor. La tiara con la que se representa a los Papas es parecida a una mitra, pero con tres coronas. A algunos sacerdotes y religiosos se les representa con la parte de arriba de la cabeza rapada. San Isidro lleva unas espigas porque era labrador. Santa Bárbara, una torre porque su padre la encerró en una por ser católica.

Doña Lourdes Clau, maestra del colegio La Merced, de Barbastro (Huesca), fue con sus alumnos a visitar el museo, y nos cuenta que «supieron hacer que los niños estuvieran atentos todo el rato», y lo pasaran muy bien. Además, «al volver al colegio, hicieron un trabajo y recordaban muchísimo de lo que habían aprendido, incluso detalles pequeños. Esto es muy importante, no sólo para que aprendan, sino para que le cojan el gusto a visitar museos».

Para todas las edades

Los niños de 3 a 5 años pueden disfrutar del taller Construimos nuestro propio museo. Después de visitar el museo, bajan a un aula para construir el suyo propio: eligen el color que más les gusta para las paredes, que son de cartulina, y encima pegan los cuadros o las obras que más les hayan gustado, pero también las puertas, las cámaras de seguridad, los extintores… Los visitantes son muñecos de Playmobil.

Con los niños de 3º y 4º de Primaria, se hace un taller de iconografía. Después de explicarles las cosas más importantes, se hace un concurso para elegir qué niños serán los capitanes que formen los seis equipos. A cada grupo se le asigna un santo, y un niño tiene que disfrazarse de él, pero ¡todas las cosas están mezcladas! Así que tienen que encontrar los signos que le representan. Cuando ya se han vestido todos, hacen un pase de modelos y cada uno le explica su santo a los demás.