Un año para reformar la Iglesia - Alfa y Omega

Un año para reformar la Iglesia

Cuando el cardenal Joseph Ratzinger fue elegido Papa, algunos vaticinaron una reforma a fondo de la Curia romana. Han pasado ya casi siete años desde su elección, y Benedicto XVI, sin abandonar el surco trazado por Juan Pablo II, ha demostrado, en efecto, que es un Papa reformador. Pero la gran reforma que él propone no es la que muchos podrían haber esperado; es mucho más profunda y ambiciosa. Las líneas maestras de esa reforma se concentran en el Año de la fe, que se abrirá en octubre

Jesús Colina. Roma
La Navidad es un momento óptimo para la transmisión de la fe de padres a hijos.

Esta hoja de ruta ha sido detallada con la publicación, el 7 de enero, de una Nota con indicaciones pastorales para el Año de la fe de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Con este documento, Benedicto XVI busca que el Año de la fe, que ha convocado entre octubre de 2012 y noviembre de 2013, se convierta en un hecho transformador para cada bautizado. Un plan pastoral tan detallado y ambicioso no había sido publicado para la Iglesia universal desde el gran Jubileo del año 2000, que se convirtió en uno de los grandes esfuerzos del pontificado de Karol Wojtyla. En este caso, como ha explicado el mismo Papa a sus colaboradores de la Curia romana, el 22 de diciembre, el objetivo busca promover una verdadera reforma de la Iglesia, pues el núcleo de la crisis que, en estos momentos, afronta es la crisis de fe, manifestada por esa enorme indiferencia ante Dios, típica del consumismo.

Las indicaciones que presenta la Santa Sede en ese documento tienen características particulares, pues no sólo se dirigen a Conferencias Episcopales y obispos, como suele suceder, sino que ofrecen iniciativas concretas también para renovar las parroquias, comunidades católicas, asociaciones o movimientos. Se evita así un debate que ha tenido lugar, en años precedentes, en la Iglesia, según el cual, estas realidades eclesiales corren el riesgo de vivir programas pastorales paralelos a los del resto de la Iglesia.

Indicaciones para la Iglesia

Diez de las indicaciones pastorales ofrecidas por la Santa Sede se aplican al ámbito de la Iglesia universal. Entre otras cosas, el documento propone promover peregrinaciones de Profesión de la fe a la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo, en Roma, así como a los santos lugares en Tierra Santa, y a los santuarios marianos esparcidos por el mundo. El documento promueve ya la movilización para la celebración de la próxima Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, en julio de 2013, que «ofrecerá a los jóvenes una ocasión privilegiada para experimentar el gozo que proviene de la fe en el Señor Jesús y de la comunión con el Santo Padre, en la gran familia de la Iglesia». En el Año de la fe se celebrarán también iniciativas ecuménicas «dirigidas a invocar de Dios y favorecer la restauración de la unidad entre todos los cristianos». En particular, tendrá lugar una solemne celebración ecuménica para reafirmar la fe en Cristo de todos los bautizados, ortodoxos, hijos de la Reforma luterana, anglicanos, etc.

Una clase de Religión en Roma.

El Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, creado por Benedicto XVI en el Vaticano, establecerá una Secretaría especial para coordinar las diversas iniciativas sobre el Año de la fe y abrirá un sitio especial en Internet, para proporcionar información útil para vivir de manera efectiva el Año de la fe.

Para los diferentes países

El Vaticano ha dado también indicaciones a las Conferencias Episcopales para que, en los diferentes países, se promueva la vivencia de este año de renovación. Se busca, sobre todo, hacer de los bautizados pregoneros de la fe. Para ello, se organizarán Jornadas de estudio y Congresos sobre el Catecismo de la Iglesia católica y las enseñanzas del Concilio Vaticano II. En este sentido, las iniciativas pueden realmente suponer auténticos cambios. Como, por ejemplo, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe pide «promover transmisiones televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones, incluso a nivel popular, accesibles a un público amplio, sobre el tema de la fe, sus principios y contenidos, así como la importancia eclesial del Concilio Vaticano II».

Dado que «el mundo contemporáneo es sensible a la relación entre fe y arte», se recomienda a las Conferencias Episcopales que, «para enriquecimiento de la catequesis y una eventual colaboración ecuménica, se fomente el aprecio por el patrimonio artístico que se encuentra en lugares confiados a su cuidado pastoral». El texto invita también a los profesores de los centros de estudios teológicos, Seminarios y Universidades católicas a verificar la relevancia que, en su enseñanza, tienen los contenidos del Catecismo de la Iglesia católica y las implicaciones que se derivan para sus respectivas disciplinas.

El Vaticano pide preparar con la ayuda de teólogos y escritores de renombre, publicaciones divulgativas «para que los fieles puedan responder mejor a las preguntas que surgen en los distintos contextos culturales. Se trata de los desafíos de las sectas, los problemas asociados con el secularismo y el relativismo, y de los interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos, así como de otras dificultades específicas».

En el ámbito diocesano

La Santa Sede pide que cada diócesis se una al Año de la fe, con la organización de una apertura y clausura solemne, con una Jornada sobre el Catecismo de la Iglesia, eventos catequísticos para jóvenes y para quienes buscan encontrar el sentido de la vida, «con el fin de descubrir la belleza de la fe de la Iglesia, aprovechando la oportunidad de reunirse con sus testigos más reconocidos». Se espera la participación del mundo académico y de la cultura «en un diálogo renovado y creativo entre fe y razón, a través de simposios, Congresos y Jornadas de estudio, especialmente en las Universidades católicas, que muestren cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad». Se promoverán encuentros con personas que, «aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo».

Un padre acude con su hijo a la Eucaristía.

El Año de la fe será, además, una ocasión para dar mayor atención a las escuelas católicas, lugares privilegiados para ofrecer a los alumnos un testimonio vivo del Señor, y cultivar la fe con una oportuna referencia al uso de buenos instrumentos catequísticos.

Parroquias y movimientos

El Papa quiere que, realmente, todos los fieles se unan al Año de la fe y, por eso, sus indicaciones se integran incluso en cada parroquia o movimiento. Ante todo, claro está, el Año de la fe «será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía».

«Se espera por parte de las parroquias un renovado compromiso en la difusión y distribución del Catecismo de la Iglesia católica y de otros subsidios aptos para las familias, auténticas Iglesias domésticas y lugares primarios de la transmisión de la fe —explica la Santa Sede—. El contexto de tal difusión podría ser, por ejemplo, las bendiciones de las casas, el Bautismo de adultos, las Confirmaciones y los Matrimonios. Esto contribuirá a confesar y profundizar la doctrina católica en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre».

Las asociaciones y los movimientos eclesiales están invitados a hacerse promotores de iniciativas específicas que, mediante la contribución del propio carisma y en colaboración con los pastores locales, se incorporen al gran evento del Año de la fe.

Por último, concluye el Vaticano, «todos los fieles, llamados a reavivar el don de la fe, tratarán de comunicar su propia experiencia de fe y caridad, dialogando con sus hermanos y hermanas, incluso de otras confesiones cristianas, sin dejar de lado a los creyentes de otras religiones y a los que no creen o son indiferentes. Así se espera que todo el pueblo cristiano comience una especie de misión entre las personas con quienes viven y trabajan, conscientes de haber recibido la Buena Nueva de la salvación para comunicarla a todos».