China por dentro - Alfa y Omega

China por dentro

Javier Alonso Sandoica

La información sesgada que tenemos sobre China tiene su origen en Napoleón. Como dijo aquello de que, cuando China despierte, el mundo temblará, creemos que su definición cumplida tiene que ver con un gigante que se despereza y echa a andar por un mundo que va haciendo suyo, como el que recoge margaritas del campo. Por eso, los medios de comunicación sólo hablan de ese gigante que hace acuerdos con Iberoamérica, con África, con Estados Unidos (esta semana han sido cinco los acuerdos comerciales), etc. Sin embargo, son pocas las voces que muestran el tejido oculto, la verdadera traza de China.

Liu Xiaobo, el escritor que fuera galardonado con el Nobel de la Paz, el año pasado, y se quedó sin recogerlo por encontrarse en prisión, es una de esas voces lúcidas que critica a un país que vivió «el engaño fanático del comunismo», que ahora vive en «el chantaje de la promesa del pequeño bienestar», y que, antes como ahora, ha puesto su casa «en el desierto de lo humano».

RBA acaba de publicar una recopilación de artículos de Xiaobo, con el título No tengo enemigos, no conozco el odio. Recuerdo la semana que anduve en Beijing. En un baratillo de la plaza de Tiananmen, mostré una cruz a diferentes grupos de jóvenes, y pregunté si sabían quién era aquel hombre. Todos alzaron los hombros en señal de desconocimiento, y se reían con esa risa china que esconde perplejidad. Xiaobo pone letras a ese erial de espíritu de su país. Dice que en la historia china no existe una definición de persona como la occidental. Ya sea por el peso de las diferentes dinastías, o por la dictadura comunista, el ser humano siempre ha sido el complemento de una masa, recuérdese a Mao: ¡Seréis para siempre los tornillos de la gran factoría revolucionaria! Por eso, a poetas como Lu Xun, uno de los grandes, le costaba trabajo entrar en sí mismo. Nos lo dice Xiaobo: «Xun no quiso someterse a un diálogo trascendente con su propio corazón bajo la mirada de un Dios, y eso que sabía que ningún valor mundano podía solucionar la profunda esquizofrenia del corazón». Al tiempo, Xiaobo abronca al Occidente que ha vulgarizado a Dios: «La definición de lo divino se parece a veces al rock and roll, un tipo de entretenimiento en lugar de una introspección dolorosa».

Xiaobo sigue en prisión.