La JMJ, en la clausura y en las redes sociales - Alfa y Omega

La JMJ, en la clausura y en las redes sociales

Las Carmelitas descalzas, de Boadilla del Monte, vivieron intensamente la JMJ gracias a los grupos de peregrinos que fueron a visitarlas aquellos días. Pero no todos tuvieron la suerte de poder estar en Madrid, como le pasó a Rafael, que se conformó con seguirla por la red social Twitter. Al principio, le pareció una vivencia de segunda, pero esta experiencia digital culminó en una auténtica conversión

Colaborador

La JMJ desde la clausura

Todo empezó aquel día que nos trajeron la Cruz de la JMJ a este palomarcito de la Virgen de Boadilla del Monte. La recibimos con emoción, entre cantos y lágrimas de alegría. Pasaron los meses, y por fin llegaron los días previos a la Jornada. Nos apuntamos a la cadena de oración y, así, desde nuestro puesto oculto, como fermento en la masa, poder ayudar con más eficacia a este encuentro.

Ambientamos los claustros con carteles que nos recordaban los próximos acontecimientos. Por ejemplo, en uno ponía: Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará. Esta frase me recuerda al chaparrón que cayó en Cuatro Vientos, y me pregunto: ¿No sería figura del agua viva que el Señor estaba derramando en cada uno de los que estabais allí? Entre los preparativos, también contamos con momentos de practicar alguna palabra en francés, inglés, polaco, portugués…, por los posibles peregrinos que pudieran acercarse al torno, para que se sintieran acogidos.

Y, por fin, llegó el primer grupo: eran de Guinea Ecuatorial; compartimos con ellos un rato en el locutorio, donde quedaron asombrados de nuestra vida entregada a Dios en el claustro por el bien de la Iglesia -carisma que ellos no conocían-. Los siguientes grupos más numerosos fueron los polacos; gracias a Dios tenemos una Hermana polaca, y nos pudimos entender muy bien con ellos; unos pedían la capilla para orar, otros vernos en el locutorio, y, otros, algo de auxilio, pues no pudieron entrar en Cuatro Vientos y estaban desamparados.

Realmente, hemos estado en primera fila en todos los actos; nos hemos metido en todas las mochilas, hemos vibrado con todos los jóvenes… En una palabra: nos hemos em-Papa-do y ahora estamos dando gracias sin parar al Espíritu Santo, al Papa, cardenales, obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y a todos los colaboradores y voluntarios y, sobre todo, a todos los jóvenes que no se han quedado indiferentes ante este llamamiento de la JMJ.

Carmelitas descalzas, de Boadilla del Monte

El tweet que me cambió la vida

Tras nueve meses de clases y tres semanas de exámenes finales, terminé junio totalmente agotado y desanimado. Había sido un curso muy difícil, el más complicado de toda la licenciatura. Pero con el calor estival, también llegaba la Jornada Mundial de la Juventud. Participar en ella, podía suponer encontrarme con Dios, a Quien buscaba desde hacía tiempo. Aunque, finalmente, no pude desplazarme a Madrid por problemas familiares, decidí no dejar escapar la oportunidad de vivir intensamente la JMJ. En el fondo, sabía que necesitaba escuchar las palabras del Santo Padre y poder hallar respuesta a tantas preguntas que tenía en mi interior.

No pude estar físicamente en el Paseo de la Castellana, ni en Cibeles, ni en Cuatro Vientos, pero gracias a la televisión y Twitter puedo decir que viví intensamente la JMJ. El sábado 20 de agosto, por la tarde, mientras esperaba la hora de la Vigilia de Cuatro Vientos, me llegó un tuit de un amigo voluntario: «Rafa, el Papa va a San José. Visita enfermos. Mensaje». En el Instituto San José intervino Antonio, un chico de 20 años estudiante de Arquitectura, sordo de nacimiento. Sus palabras rompieron todos mis esquemas. Él me ayudó a ver la vida de otra forma. Antonio apareció ante mí como un ejemplo de superación, de esfuerzo, de trabajo tenaz… También de ilusión, de templanza y de fe.

Es curioso que un tuit anunciando una visita del Santo Padre desencadenara un cambio importante en mi vida; todo ello unido a los muchos amigos que he hecho, sobre todo al padre Juan A. Ruiz, cuyos tuits siempre animan esas largas jornadas de estudios. De alguna forma, Dios estaba intentando entrar en mi vida y se ayudó de Antonio, del padre Juan, o de un tuit para acampar definitivamente en mi corazón. A Dios no le gana nadie en imaginación y utiliza medios que a nadie se le ocurrirían.

Ahora, tengo más ilusión por mi trabajo, sigo en la doble licenciatura y afronto los problemas de forma distinta. Y lo más importante: estoy algo más cerca de Dios. Aún sigo buscándolo; aún sigo barajando preguntas, respuestas e inquietudes… Pero es normal, ¿no? Al fin y al cabo somos hijos de Dios, que tendemos a Él y nunca descansaremos hasta que llegue el momento de darle un abrazo. ¿O, quizás, el Señor quiera una entrega más desinteresada y total por mi parte? No lo sé… Solo Él tiene la respuesta.

Rafael J. Delgado Vivar