¿No podíamos continuar así alguna semana más? - Alfa y Omega

¿No podíamos continuar así alguna semana más?

El arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco, respondió el pasado domingo, en la COPE, a las preguntas que le planteó el padre Javier Alonso Sandoica sobre la JMJ

Javier Alonso Sandoica
Los jóvenes, con el Papa Benedicto XVI, durante la Misa de clausura de la JMJ de Madrid 2011, en Cuatro Vientos

Han sido unos días muy completos…
Pues sí. La Jornada Mundial viene marcada por un esquema que marcó la Jornada Mundial de Santiago de Compostela del año 1989.La hemos enriquecido, de acuerdo, naturalmente, con la Santa Sede, con el Consejo Pontificio para los Laicos, y sobre todo con el Santo Padre, ampliando la mirada a sectores de la realidad juvenil de la Iglesia con gran trascendencia para el futuro de su misión. Nos hemos fijado, por ejemplo, en el papel de las religiosas jóvenes en la Iglesia; son muchas más de lo que se cree la gente; su grado de fervor, su identificación con su vocación de consagradas y de esposas de Cristo es muy intenso, muy profundo. En los ámbitos de la vida contemplativa estamos viviendo una especie de gran renovación de la vocación para la vida contemplativa de la mujer, y en gran medida son las que alimentan el alma de la Iglesia, el corazón de la Iglesia. Y eso se ha puesto de manifiesto en la Jornada Mundial con el acto de El Escorial.

Después también pensamos en los profesores jóvenes universitarios. Desde el punto de vista de la sociología juvenil de los países de Europa, y del antiguo mundo occidental, pero también de otras áreas del mundo, un gran tanto por ciento muy elevado de los jóvenes ha llegado a una edad ya de madurez, del comienzo de preparación profesional, y sus vidas se encaminan por la vía de la universidad. El Papa les habló muy claramente de esto a aquellos jóvenes profesores que se reunieron en El Escorial. Les dijo que no tuviesen miedo a ser testigos, haciendo bien su trabajo, enseñando, formando profesionalmente, pero también formando la personalidad del joven en sus aspectos incluso más profundos y más íntimos. El Papa es un buen ejemplo, que fue un profesor universitario que vivió así su vocación de docente y profesor de universidad; enseñando bien intelectualmente, respondiendo a las grandes cuestiones de la vida con la inteligencia, con la razón iluminada por la fe, acercándose a los jóvenes doctorandos como un amigo, como un padre, como un hermano, que les acompañaba espiritualmente hasta el final de sus estudios.

Más frecuente, más reiterada ha sido la posibilidad del encuentro del Papa con el dolor, con los más necesitados, en este caso los discapacitados, que no estaban sólo en el Instituto de San José, estaban también en Cuatro Vientos, en la gran explanada; habían estado antes en Cibeles, habían estado en todo. Han sido uno de los grupos que más hemos cuidado, y que más han contribuido, desde esa situación de dolor y de ofrenda de la vida, al fruto y al éxito de la Jornada.

Y luego el vía crucis, no distraídos por efectismos externos, de más o menos brillantez teatral, u otros semejantes, sino concentrándonos en las imágenes, en este caso las esculturas que iban reflejando con una hondura de fe, con una pasión artística, y con una calidad expresiva extraordinaria los grandes momentos de la pasión del Señor. De manera que el vía crucis adquirió en la Jornada una dimensión que creo que ya no va a perder en las futuras.

La Misa de los seminaristas también, como tal, fue novedad. Y eso creo que también va a marcar el futuro. Ha dado un toque de atención para el futuro de las siguientes Jornadas, que los seminaristas se encuentren con el Papa, justamente, en la celebración del misterio, del sacramento de la Redención por excelencia que es el sacramento de la Eucaristía. Y luego también tenemos que subrayar -eso ya no es tan fácil que se pueda dar en el futuro- el anuncio del Santo Padre de que iba a declarar Doctor de la Iglesia universal a san Juan de Ávila. En París, el año 1997, lo hizo Juan Pablo II respecto a santa Teresa de Lisieux, santa Teresa del Niño Jesús.

Los frutos empezaremos a verlos ahora, pero hay que ponerse a trabajar, con toda la gracia derramada, claro…
Claro. Los frutos en la vida cristiana, y en la vida vista desde el misterio de Cristo, comienzan muchas veces espectacularmente, con una conversión, un giro radical en la vida. La historia de la Iglesia lo confirma a través de los grandes conversos, empezando por Pablo. Pero después hay que hacer fructificar la conversión, y eso es ya tarea larga. Alguien me decía: Bueno, la JMJ ha demostrado, desde el punto de vista de lo más periférico, y de lo más sociológico y externo, que la Iglesia es de jóvenes también, que hay muchísimos jóvenes, que la Iglesia es alegre, que lo que en ella se vive irradia alegría, y una alegría, además, auténtica, contagiosa. La Iglesia no sólo no es sospechosa de actitudes de reserva con respecto a lo humano, sino que lo muestra y lo demuestra como un camino de plenitud y de felicidad y de gozo, en los momentos más íntimos y profundos de su vida como es la celebración de los sacramentos: la Eucaristía, la Penitencia… A la hora de convertir esas grandes celebraciones, la gran escucha de la Palabra en la convivencia del grupo, de los grupos, en la animación de una ciudad, que se transforma y parece otra; y cuando se termina la Jornada, como ha ocurrido en otras ocasiones, también en Madrid, se dice: Hombre, pero ¿por qué se ha terminado esto?, ¿no podíamos continuar así alguna semana más? El cabeza visible de la Iglesia universal ahí estaba, rodeado de centenares de obispos de todo el mundo, de quince mil sacerdotes, también de padres y madres jóvenes de familia, de educadores, de esa variedad de una policromía y un polifacetismo fantástico; yo creo que de algún modo refleja también la sociedad actual, que buscan a ese Cristo, y que buscan esa Gracia que les viene a través del misterio de la Iglesia.