Un río subterráneo de oración - Alfa y Omega

Un río subterráneo de oración

La preocupación por la falta de sacerdotes es una constante en la Iglesia. Sin embargo, para que Dios siga enviando obreros a su mies hace falta, antes que nada, pedírselo con fe. Por eso, millones de fieles ruegan, diaria y calladamente, para que surjan nuevas vocaciones. Durante la JMJ, ese río subterráneo de oraciones salió a la luz, en una cadena de oración, en la que cientos de miles de chicos se hicieron, por primera vez, una pregunta: ¿Y si me llama a mí?

José Antonio Méndez
Carlos y Javier

La falta de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada es una de las preocupaciones de la Iglesia, desde los primeros tiempos. Y aunque algunos se empeñan en que la solución pasa por proponer salidas contrarias al Evangelio, al Magisterio y a la Tradición, la Iglesia sabe que, para que Dios suscite vocaciones, lo primero es pedirle que lo haga. Acaso porque cuando los apóstoles dijeron a Jesús que eran pocos para su misión, no les dijo: ¡Haced campañas; rebajad el listón!, sino: «Rogad al dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies». Por eso, son incontables los fieles que, a lo largo del año, rezan diariamente por las vocaciones, en su oración personal, en celebraciones específicas y en la Misa del domingo.

El propio Benedicto XVI, durante la Jornada Mundial de la Juventud, invitó a todos los jóvenes a «pedir al Señor que os ayude a descubrir vuestra vocación en la vida y en la Iglesia, y a perseverar en ella con alegría y fidelidad, sabiendo que Él nunca os abandonará ni os traicionará». Para ayudarles a ponerse a la escucha y a pedir trabajadores al Señor de la mies, cientos de miles de jóvenes participaron en una Cadena de oración por las vocaciones, que tuvo lugar en el seminario de Madrid durante toda la semana de la JMJ.

Si dices No, no puedes ser feliz

Jóvenes como Javier y Carlos, de 16 años, que fueron desde Antequera con la diócesis de Málaga, y que explicaban que, «como, sin sacerdotes, no puede haber Eucaristía, ni Confesión, ni nada, hemos venido a rezar para que, ahora que parece que no está de moda tener fe, haya buenos curas». Caía de suyo preguntarles si rezar por las vocaciones les hacía plantearse la suya. Y la pregunta retumbó como un bombazo, hasta casi sobresaltarlos. «Hombre -terminó por contestar Javier-, para mí un sacerdote es como Jesús, pero más cercano; resuelve tus dudas y siempre está ahí cuando lo necesitas. Así que, si Dios te llama, no puedes ser feliz si le dices que no».

La capilla del Seminario de Madrid, a rebosar de jóvenes, durante la cadena de oración, en la JMJ

A su lado, cientos de jóvenes de diferentes países permanecían en oración ante el Santísimo, mientras se leían textos del Evangelio y se entonaban cantos de alabanza y petición. Una multitud orante rogaba a Dios para que surgiesen nuevas vocaciones, para dar luz y ánimos a los que están inmersos en un proceso de discernimiento, y para que todos los llamados perseveren en su misión. Camilo, seminarista de Valencia, explicaba emocionado, que, «al comprobar que hay tanta gente rezando, de alguna manera, por mí, me siento sostenido en mi proceso de discernimiento, por la misma Iglesia que me está formando. Además, me ayuda a darme cuenta de que mi vocación no acaba en mí, sino que quiero ser un transmisor del amor de Dios».

Don Juan Carlos Alemany, sacerdote valenciano, explicaba, de rodillas ante Cristo Eucaristía, la importancia de orar por las vocaciones: «Cada día, millones de personas rezan por las vocaciones, sin que nadie lo sepa. ¡Cuántas madres piden por sus hijos, seminaristas, sacerdotes o religiosos! Con celebraciones como la JMJ, ese río subterráneo de oraciones sale a la luz, para que tomemos conciencia de lo importante que es pedir vocaciones a Dios, pero no para que haya muchos sacerdotes, sino para que haya muchos sacerdotes santos».

Padre, haz que surjan entre los cristianos numerosas y santas vocaciones al sacerdocio, que mantengan viva la fe y conserven la grata memoria de tu Hijo Jesús, mediante la predicación de su Palabra y la administración de los Sacramentos, con los que renuevas continuamente a tus fieles. Danos santos ministros del altar, que sean solícitos y fervorosos custodios de la Eucaristía, sacramento del don supremo de Cristo para la redención del mundo. Llama a ministros de tu misericordia que, mediante el sacramento de la Reconciliación, derramen el gozo de tu perdón. Haz que la Iglesia acoja con alegría las numerosas inspiraciones del Espíritu de tu Hijo y, dócil a sus enseñanzas, fomente vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada. Fortalece a los obispos, sacerdotes, diáconos, a los consagrados y a todos los bautizados en Cristo para que cumplan fielmente su misión al servicio del Evangelio. Amén.

(Del Mensaje para la Jornada de Oración por las Vocaciones, de 2006)