La indiferencia nos hace cómplices - Alfa y Omega

La indiferencia nos hace cómplices

La actuación de las Policías de Marruecos y España en la frontera de Ceuta y Melilla es en muchos aspectos cuestionable

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Foto: AFP Photo/Blasco Avellaneda

«Las historias dramáticas de millones de hombres y mujeres» que huyen del hambre y la guerra deben interpelarnos a todos, escribe el Papa en su recién publicado Mensaje para la Jornada Mundial de los Emigrantes 2016. «La indiferencia y el silencio» ante las muertes «por sofocamiento, penurias, violencias y naufragios» de muchos de ellos «abren el camino a la complicidad», advierte con severidad.

La humanidad se enfrenta a una crisis humanitaria con pocos precedentes. Pero más allá de las cifras, Francisco pretende humanizar el debate y habla sobre cómo esas personas se juegan la vida en un penoso viaje para llegar a un destino en el que se les mira con sospecha y temor, cuando no con odio. Muchas veces se advierte del peligro de caer en demagogias buenistas, pero las más habituales son las de tinte xenófobo. «Es indispensable que la opinión pública sea informada de forma correcta para prevenir miedos injustificados» al extranjero, pide el Papa.

Francisco deja claro que el cristiano debe tomar partido a favor del refugiado y del inmigrante por encima de cualquier otra consideración. Hay un deber de hospitalidad en las parroquias, al margen de cuál sea la procedencia o religión de los recién llegados. Y existe también una necesaria labor de denuncia. No es posible ignorar que la respuesta de España a esta crisis migratoria no está siendo precisamente modélica. El recién estrenado documental Las lágrimas de África pone, en particular, el foco sobre la actuación de las Policías de Marruecos y España en la frontera de Ceuta y Melilla. Es un asunto que, no por incómodo, debería dejar de abordarse. Por un lado, es cierto que las Fuerzas de Seguridad del Estado realizan una encomiable labor de salvamento de inmigrantes, pero –como decía en estas páginas hace unos meses el actual responsable de Pastoral Social del Arzobispado de Madrid–, «son trabajadores que están cumpliendo una tarea ingrata»: impedir sin miramientos la entrada de estas personas al territorio nacional. Sus deberes diarios les plantean en algún caso serias contradicciones y problemas de conciencia, hasta el punto –planteaba el vicario– de que se les debería reconocer el derecho a apelar a «la objeción de conciencia».