La alegría de la entrega - Alfa y Omega

¿Cómo podría describir todo lo vivido durante la JMJ 2011? Es difícil, porque es un enorme cúmulo de experiencias maravillosas. Por todo ello, me siento muy agradecida. Hace unos años, fui a la JMJ, a Colonia (Alemania). Por aquel entonces, Benedicto XVI se estrenaba en estos eventos juveniles que acogían a gente de todos los rincones del mundo. Fue una experiencia eclesial muy fuerte: más de un millón de jóvenes reunidos para encontrarse con el Santo Padre. Lo mismo que este año, con más de dos millones. Sin embargo, en esta ocasión ha sido distinto. ¿Por qué? En primer lugar, se celebraba en mi país, en mi ciudad. ¡Qué gran y hermoso regalo! Y, en segundo lugar, lo he vivido como voluntaria. He estado ayudando en infinidad de cosas, de las más diversas, en una casa de religiosos en la que nos alojábamos y convivíamos jóvenes de Argentina, Uruguay, Francia y, también, de España. El servicio es entrega y renuncia, un sacrificio que se verá recompensado por numerosos frutos, como dijo Benedicto XVI en el encuentro con los voluntarios, antes de su regreso a Italia: «El Señor trasformará vuestro cansancio acumulado, las preocupaciones y el agobio de muchos momentos en frutos de virtudes cristianas: paciencia, mansedumbre, alegría en el darse a los demás, disponibilidad para cumplir la voluntad de Dios. Amar es servir y el servicio acrecienta el amor». ¡Cuántas actividades nos perdimos, pero cuánto hemos recibido del amor de Dios! Y ni siquiera el Señor dejó que nos perdiéramos todo: pudimos vivir el vía crucis, espectacular, y el fin de semana en Cuatro Vientos, con lluvia y viento incluidos. Desde luego, el lema de la Jornada, Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe, se hizo patente en más de dos millones de jóvenes de todo el globo terráqueo. De allí, no nos movió ni el cansancio, ni el insoportable calor del día, ni la lluvia de la noche, ni el viento huracanado de la tormenta…, firmes en la fe, firmes en Cristo, con el Santo Padre.

Rostros de jóvenes alegres que estaban dispuestos a dejarse sorprender por Cristo, porque, en realidad, a quien iban a ver era a Cristo. Del Papa, el Vicario de Cristo, sus palabras han calado hondo en numerosos jóvenes. Ha sido el Señor quien ha penetrado los corazones que se han abierto a la gracia. ¡Cuántas vocaciones se darán a raíz de esta JMJ, en toda la Iglesia universal! Me llena de emoción escuchar a amigos míos que esta Jornada ha sido impresionante, que les ha colmado de alegría, que ha centrado sus vidas, que las palabras del Papa les han dado luz, que Cristo les ha sorprendido… Desde luego, el Espíritu Santo ha abrasado, y estoy segura de que a muchos no les ha dejado indiferentes… Los ríos de gente joven dirigiéndose en peregrinación al aeródromo de Cuatro Vientos, todos con la misma mochila y cruz como identidad JMJ. Esta invasión peregrina en la ciudad madrileña cuestionará a más de uno de sus habitantes; es imposible mirar hacia otro lado. Todo el esfuerzo ha merecido la pena. Subrayo la frase de Benedicto XVI a los voluntarios: «Al amor de Cristo sólo se puede responder con amor».