Id al mundo entero - Alfa y Omega

Id al mundo entero

Se puede afirmar que el pontificado de Benedicto XVI se orientó, desde el principio, «en una perspectiva de evangelización». Ya en su primera encíclica, Deus caritas est, el argumento «es claramente evangelizador: en ella nos expone el núcleo de la fe». Así dice en esta página monseñor Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona y de Tudela

Fernando Sebastián Aguilar
Imagen de la Plaza de San Pedro, en la apertura del Año de la fe, el 11 octubre de 2012

Desde el inicio de su pontificado, Benedicto XVI se sitúa en una perspectiva de evangelización. No es que nos diga que tenemos que evangelizar, sino que él en persona comienza a desarrollar un ministerio evangelizador. El argumento de su primera encíclica, Deus caritas est, es claramente evangelizador: en ella nos expone el núcleo de la fe, Dios es amor, por eso es merecedor de nuestra fe. En esta misma línea, discurren las otras dos encíclicas, Salvados en esperanza y La caridad en la verdad. En ellas se expone magistralmente el núcleo de la fe cristiana, siempre teniendo en cuenta el pensamiento de los no cristianos, dando respuesta sincera y comprensible a sus objeciones, en diálogo verdadero, unas veces explícito y otras implícito, con sus representantes más insignes, algo que deberíamos hacer siempre los maestros en la Iglesia y que, a veces, no acertamos a hacer adecuadamente.

El Papa Benedicto ha llevado su mensaje a las universidades y a los Parlamentos, tratando de hacer llegar al corazón de la sociedad civil de nuestro tiempo la invitación a creer en Jesucristo como garantía de civilización y de paz; así, en el discurso en la Universidad de Ratisbona, en el discurso no pronunciado de La Sapienza, de Roma, en numerosas intervenciones en Jornadas y Congresos, o en París, en su famoso discurso a los representantes de la cultura. Ante los Parlamentos de Bonn y de Londres, expuso la visión cristiana de la laicidad y de una política inspirada en la fe cristiana, pero abierta al bien de todos en un sincero respeto de la libertad de todos y en el servicio efectivo a la implantación de la justicia para todos…

En relación con la nueva evangelización, el Papa ha adoptado también algunas medidas administrativas importantes, como la creación del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Unos años antes, la creación de este dicasterio fue sugerida por Don Luigi Giussani, pero en aquel momento no fue aceptada por el Papa Juan Pablo II. En 2010 parece que esta iniciativa fue impulsada por el cardenal Scola, con la plena aceptación del Papa Benedicto XVI. Sin duda, está decisión tendrá sus consecuencias de largo alcance. Benedicto XVI estableció el nuevo Consejo Pontificio mediante el Motu propio Ubicumque et semper, que contiene una reflexión del Papa sobre la necesidad de evangelizar: «La Iglesia tiene el deber, en todas partes y en todo momento, de proclamar el Evangelio de Jesucristo». En su texto, Benedicto XVI recuerda a Pablo VI, que afirmaba que la obra de evangelización «se muestra igualmente cada vez más necesaria debido a las frecuentes situaciones de descristianización de nuestros días, por multitud de personas que, habiendo sido bautizadas, viven fuera de la vida cristiana…».

La conmemoración del 50 aniversario del Concilio Vaticano II y el 30 de la promulgación del Catecismo de la Iglesia católica, con la convocatoria del Año de la fe, se inscriben en esta perspectiva de la evangelización. Basta una lectura atenta de Porta fidei para convencernos de ello. Estamos viviendo una crisis profunda de fe, y no podemos darla por supuesta en nuestras actuaciones pastorales. La Iglesia tiene que promover más decididamente una pastoral evangelizadora, que es tanto como una pastoral dirigida expresamente a fortalecer la fe de los creyentes y despertar la posibilidad y la estima de la fe en los no creyentes. Es preciso recuperar el sentido evangelizador que inspiró a los Padres en el Concilio Vaticano II, entrar más profundamente en esta intención evangelizadora de la Iglesia que está presente desde entonces, y cumplir así el mandato más urgente de la Iglesia. Al hablar de la renovación de la fe, el Papa nos invita a fortalecer, sobre todo, el acto de adhesión a Jesucristo: la fe es la decisión de vivir con Jesús, es la aceptación amorosa de la presencia y de la intervención de Dios en nuestra vida. No podemos pensar que la tenemos ya perfecta; la fe es un proceso abierto que comienza en el Bautismo y tiene que crecer con nosotros a lo largo de nuestra vida, hasta llegar al cielo.

Un Papa evangelizador

Benedicto XVI ha sido un Papa evangelizador, un Papa que ha puesto en el centro de sus preocupaciones la renovación espiritual de los católicos y el acercamiento de la Iglesia a los no católicos para poder invitarles de manera eficaz a reconocer la fe cristiana como un elemento esencial de la Humanidad en paz y prosperidad. La apostasía actual lleva consigo una inevitable disgregación de la Humanidad, es una verdadera involución de la cultura y de la Historia; por eso, es la evangelización la más urgente necesidad del mundo y la obligación más apremiante de la Iglesia.

La forma, tan discreta y tan religiosa, de despedirse, tiene también un gran potencial evangelizador. Con su gesto, Benedicto XVI ha dejado clara la naturaleza evangélica y cristiana de la Iglesia: en la Iglesia, la autoridad es servicio, ministerio de obediencia y de amor, que se ejerce mientras se puede y se deja con absoluto desprendimiento cuando ya no se puede cumplir con sus exigencias.

Con el ejemplo de Benedicto, la Iglesia de Jesús, la Iglesia de los apóstoles, la Iglesia católica de siempre, ha vuelto a ser la Iglesia puesta en el mundo por Jesucristo para ser oferta y camino de salvación de todos los hombres, los que están cerca y los que están lejos, los que están dentro y los que están fuera. Estoy seguro de que los católicos no olvidaremos nunca esta lección. Es el don que Dios ha querido darnos, a pesar de las dificultades del momento y de las limitaciones humanas, en el corto e intenso pontificado de Benedicto XVI.