Fortaleza y sabiduría - Alfa y Omega

Fortaleza y sabiduría

Benedicto XVI ha sido uno de los Papas «más enérgicos, a la hora de tomar decisiones comprometidas», y así lo ha demostrado al poner fin a la tolerancia frente a los abusos sexuales, o al «manejo tramposo de fondos económicos», escribe el profesor Alejandro Llano, catedrático de Filosofía de la Universidad de Navarra

Alejandro Llano
Mary Collins, víctima de abusos en su infancia, en un acto penitencial que preside el cardenal Ouellet, en 2012

La figura histórica y eclesial de Benedicto XVI se ha ido engrandeciendo desde que comenzó su pontificado, y alcanza el punto álgido al anunciar su renuncia a la sede de Pedro. La explicación de esta paradoja se encuentra en la propia personalidad de Joseph Ratzinger. No busca su autoafirmación, ni su prestigio personal: se ha entregado en cuerpo y alma al servicio de Dios y de su Iglesia. Y lo ha hecho con los recursos de su fe inconmovible y de su lúcida inteligencia. La fidelidad a estos dos valores intangibles le sitúa por encima tanto de las alabanzas retóricas como de las críticas más acerbas. Y, desde luego, contradicciones y ataques injustos no le han faltado. Aunque no merezca la pena extenderse en ello, baste recordar las interpretaciones sectarias de alguno de sus discursos, o los juicios malintencionados acerca de algunas decisiones cuyas trampas se le habían ocultado. Su respuesta habitual fue la paciencia y el perdón.

Entre sus luminosas cualidades, cabe situar la valentía en uno de los primeros lugares. Es una actitud que presenta resonancias bíblicas: Si confío en Dios, ¿quién me hará temblar? Hoy día, la más ligera desviación respecto a lo políticamente correcto, especialmente en materias de tipo sexual y económico, merece una inmediata condena por parte de los detentadores del poder mediático, que -según el reciente testimonio del propio Pontífice- fueron capaces de tergiversar durante años el carácter y la finalidad del Concilio Vaticano II. Pues bien, a Benedicto XVI no le ha temblado la voz a la hora de denunciar los abusos que -de manera solapada y lamentable- se estaban produciendo en la Iglesia católica, justo en campos tan sensibles.

El escándalo -sobre todo cuando está guiado por la hipocresía o la ingenuidad- tiende a estallar en el momento en que algunos creen percibir el primer arañazo a una imagen institucional que, por interesada o ilusoria, se encuentra alejada de la realidad. Tanto los astutos como los pánfilos prefieren dejar las cosas como están, no vaya a ser que el equilibrio se altere, sea necesario reconocer fallos o -peor aún- haya que dejar de llevar el agua al propio molino.

La anterior tolerancia -durante tantos años- de abusos sexuales, por minoritarios que fueran, nos parece hoy increíble. Pero quienes llevaron sus buenas y erradas intenciones hasta ocultar situaciones extremadamente injustas, quizá pensaban que prestaban así un obsequio a Dios. Gracias a la lucidez humana y sobrenatural de Benedicto XVI, podemos vislumbrar hoy cómo se clarifican los horizontes y nos acercamos a un panorama de tolerancia cero en la cosificación de la inocencia infantil, o en la homosexualidad entre adultos.

Y otro tanto acontece con el manejo tramposo de fondos económicos, en una institución que aprendió de su Maestro el valor trascendente de la pobreza. Eso se acabó de una vez por todas. Ya ha pasado la hora de juzgar la debilidad de unas pocas personas. Es el momento en el que la inmensa mayoría de los católicos (y la propia jerarquía eclesiática) sepan ser inflexibles con atropellos de tan insólita gravedad.

Nunca acepté el tópico de que Benedicto XVI fuera un intelectual puro y, por lo tanto, ajeno a estos aspectos turbios que en ocasiones comparecen en las realidades humanas presuntamente más limpias. No me encuentro entre los que aceptan que el cultivo intenso de la inteligencia lleve consigo la falta de operatividad. Desde luego, no es el caso en la personalidad de Joseph Ratzinger. Desde hace años, venía siendo reconocido como una de las personas más cultas (si no la más) presentes en este momento histórico, tan socavado por el desprecio del pensamiento y el poco respeto a la verdad. Si, al final de esta jornada, hubiera que hacer balance, se comprobaría que es uno de los Papas contemporáneos más atentos a la realidad social y más enérgicos a la hora de tomar decisiones comprometidas.

Como el Beato John Henry Newman, el Papa Ratzinger sabe que tradición e innovación no son valores contrapuestos, sino que más bien se co-implican. La fidelidad a la propia tradición lleva a no sentirse encadenado a un pasado supuestamente inmóvil y fijo, sino que enseña a cultivar una visión inteligente de la Historia, en la que se percibe cómo el progreso brota de la tradición y contribuye a realizar sus aspiraciones de fondo.

Benedicto XVI nos deja un extraordinario patrimonio teológico y filosófico en sus encíclicas y en sus restantes documentos transmitidos inicialmente por vía oral o escrita. Confiemos en que todo este material encuentre cabida en sus Obras completas, ya adelantadas en alemán e iniciadas en español. Estamos ante un santo doctor de la Iglesia en pleno siglo XXI. Lo cual es un tesoro de inmenso valor. Muchos esperamos que su dura pugna por purificar a la Iglesia y encender la fe de los cristianos no haya dejado heridas permanentes en su ánimo ni en su salud, de suerte que los ecos de su pluma resuenen en todo el mundo desde la tranquila serenidad de su retiro.

Algunas claves
  • En 2006, aparta de «todo ministerio público» al padre Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, por su doble vida.
  • En 2008, se reúne por primera vez -lo repetirá en varios viajes- con víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes.
  • El Papa ha fomentado una cultura de prevención, transparencia, y colaboración con la justicia civil. En 2010, se ratifica que los delitos de abuso sexual son competencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y se amplía su período de prescripción a 20 años.
  • En 2011, se pide a las Conferencias Episcopales que elaboren protocolos claros de actuación. Un Simposio internacional acogido en 2012 por la Universidad Gregoriana ayuda a su elaboración.
  • En diciembre de 2010, se hace público un Motu proprio sobre la prevención y la lucha contra las actividades ilegales en el campo financiero y monetario, para adecuar la normativa vaticana a los estándares internacionales.