Don Ángel y José María Pemán - Alfa y Omega

Don Ángel y José María Pemán

José María Legorburu

La relación entre Ángel Herrera Oria y José María Pemán comenzó en 1923 y se prolongó a lo largo de los años hasta el fallecimiento del siervo de Dios en 1968. Gonzalo Álvarez Chillida explica en su libro José María Pemán: pensamiento y trayectoria de un monárquico, que uno y otro tomaron contacto cuando Pemán le envió al periódico El Debate un ejemplar de su primer libro de poesía, La vida sencilla y don Ángel le contestó, prometiéndole publicar un comentario de la obra en el periódico. El libro fue todo un éxito y se agotó rápidamente en las librerías.

Poco después, a instancias del sacerdote jesuita Miguel Alarcón –hijo del literato Pedro Antonio de Alarcón–, tuvieron la oportunidad de conocerse en Madrid. La reunión fue cualquier cosa menos formal. No fue en el despacho del diario, sino en la casa de don Ángel y tampoco tuvo lugar en el salón, precisamente. El propio Pemán lo describió con su habitual grazejo en la Tercera de ABC que dedicó al siervo de Dios apenas una semana después de su fallecimiento en Madrid: «Nos recibió en la cama. Solía meterse en ella cuando volvía de la Redacción: a las nueve de la noche (…) Usted, que escribe tan bien versos, puede escribir buena prosa. Usted es andaluz. Podría escribir para mi diario cuentos y crónicas leves de leer. Le vendría bien un andaluz para su cuarta página».

Así, de esta manera, comenzó su colaboración y se fue fraguando su amistad. Tras presentar a Herrera Oria el 7 de marzo de 1927 en la fiesta del estudiante de Cádiz –con un «hermosísimo discurso» según dijo don Ángel de vuelta en

Madrid tres días después en un Círculo de Estudios–, el escritor ingresó en la ACdP y tuvo una intensa labor política y propagandística durante más de una década en la que, como explica, don Ángel «impulsó a los propagandistas católicos» y en la que él se hizo cargo de la Secretaría del Centro de Cádiz (1928), tarea que desempeñó durante largos años.

La intimidad entre ambos fue creciendo. Compartieron numerosos actos públicos, como el del ciclo sobre la monarquía que organizó don Ángel en el Cine Monumental de Madrid y otras campañas de la ACdP coordinadas por el protomártir Marcelino Oreja Elósegui y desarrolladas por toda España. También por entonces, en 1933, Pemán estrenó la obra teatral El divino impaciente, en un montaje en respuesta a la disolución de la Compañía de Jesús y al laicismo de la época, con la ayuda de Manuel, hermano de don Ángel y empresario teatral. Cercana ya la Guerra Civil, volviendo juntos de Toledo de un acto en favor del Seminario, Herrera le confesó –fue uno de los primeros en saberlo– que había decidido viajar hasta Friburgo para iniciar los estudios sacerdotales.

Ya ordenado, consta que el siervo de Dios solía echar mano de la obra de Pemán para preparar sus guiones homiléticos, como pone de manifiesto el volumen III de las formidables Obras Completas del cardenal compiladas por José Luis Gutiérrez García. Coincidieron algunas veces más, pero Pemán recuerda especialmente la Semana Santa que, ya siendo obispo, pasaron juntos en el Palacio Episcopal de Málaga, donde fue testigo de su estrecha relación con todos los feligreses malagueños que, según dijo, «le habían robado el corazón».