No a los revisores de la salvación - Alfa y Omega

No a los revisores de la salvación

El Papa recordó que este jueves se celebran los 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Ávila, una mística –dijo– a la que «el Señor le ha dado la gracia de comprender los horizontes del amor» y «también ella fue juzgada por los doctores de su tiempo»

RV
Foto: L’Osservatore Romano

Estar atentos ante los doctores de la ley que acortan los horizontes de Dios y empequeñecen su amor. Es uno de los pasajes de la homilía del Papa Francisco durante la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, centrada en el mandamiento del amor y en la tentación de querer ser revisores de la salvación.

«Una de las cosas más difíciles de entender, para todos nosotros los cristianos, es la gratuidad de la salvación en Jesucristo». El Papa Bergoglio desarrolló su homilía subrayando que ya San Pablo se había enfrentado a grandes dificultades para hacer comprender a los hombres de su tiempo que ésta es la verdadera doctrina: «La gratuidad de la salvación». «Nosotros –observó el Pontífice– estamos habituados a oír que Jesús es el Hijo de Dios, que ha venido por amor, para salvarnos y que murió por nosotros». Y «lo hemos oído tantas veces –dijo– que nos hemos acostumbrado». A la vez que añadió que cuando entramos en el misterio de Dios de «este amor sin límites», permanecemos «maravillados» y quizá «preferimos no entenderlo».

No acortar los horizontes de Dios, puesto que su amor no tiene límites

Hacer lo que «Jesús nos dice que hagamos –dijo también Francisco– es algo bueno que se debe hacer», y ésta es «mi respuesta a la salvación, que es gratuita, porque proviene del amor gratuito de Dios»:

«También Jesús parece un poco obstinado contra estos doctores de la ley, porque les dice cosas fuertes. Les dice cosas fuertes y muy duras. “Ustedes han quitado la llave del conocimiento, ustedes no han entrado, y a los que querían entrar ustedes se lo han impedido, porque se han llevado la llave”, es decir, la llave de la gratuidad de la salvación, de aquel conocimiento».

Y estos doctores de la ley –prosiguió diciendo Francisco– «sólo pensaban que respetando todos los mandamientos podían salvarse, y que quien no hacía eso era condenado». De este modo, «acortaban los horizontes de Dios y hacían el amor de Dios pequeño, pequeño» a la «medida de cada uno de nosotros». Y añadió que ésta es «la lucha que tanto Jesús como Pablo hacen para defender la doctrina».

No convertirse en revisores de la salvación

El Santo Padre observó que ciertamente existen los mandamientos, pero la síntesis de todo –dijo– es «amar a Dios y amar al prójimo». Y con esta «actitud de amor» –explicó el Papa– «nosotros estamos a la altura de la gratuidad de la salvación, porque el amor es gratuito». «Si yo digo ah, yo te amo, pero tengo un interés detrás –advirtió– eso no es amor, eso es interés»:

«Y por esto Jesús dice: “El amor más grande es esto: amar a Dios con toda la vida, con todo el corazón, con toda la fuerza, y al prójimo como a ti mismo”. Porque es el único mandamiento que está a la altura de la gratuidad de la salvación de Dios. Y después Jesús añade: “En este mandamiento están todos los demás, porque llama –haz todo el bien– a todos los demás”. Pero la fuente es el amor; el horizonte es el amor. Si tú cerraste la puerta y te llevaste la llave del amor, no estarás a la altura de la gratuidad de la salvación que has recibido. Esta lucha por el control de la salvación –sólo se salvan estos, estos, que hacen estas cosas– no ha terminado con Jesús y con Pablo».

Este año –dijo también Francisco– se celebran los 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Ávila que festejamos este jueves. Una mística, una mujer –afirmó– a la que «el Señor le ha dado la gracia de comprender los horizontes del amor» y «también ella fue juzgada por los doctores de su tiempo». Cuántos «santos –dijo el Papa– fueron perseguidos por defender el amor, la gratuidad de la salvación, la doctrina. Tantos santos. Pensemos en Juana de Arco».

No dejarse engañar por quien quiere limitar el amor de Dios

Esta lucha –reafirmó Francisco– «no termina, porque también es una lucha que llevamos dentro». Y nos hará bien hoy preguntarnos: «¿Creo que el Señor me ha salvado gratuitamente?, ¿yo credo que no merezco la salvación? ¿Y si merezco algo es por medio de Jesucristo y de lo que Él ha hecho por mí?»:

«Hagámonos hoy estas preguntas, sólo así seremos fieles a este amor tan misericordioso: amor de padre y de madre, porque también Dios dice que Él es como una madre con nosotros; amor, horizontes grandes, sin límites, sin limitaciones. Y no nos dejemos engañar por los doctores que limitan este amor».

María Fernanda Bernasconi / RV