El Tren Misionero llega a El Escorial - Alfa y Omega

El Tren Misionero llega a El Escorial

María Martínez López
Las reuniones por grupos, en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Foto: Cristianos sin Fronteras

La lluvia no estropeó el encuentro del Tren Misionero, que se celebró el sábado en San Lorenzo de El Escorial (Madrid). «Empezó a llover antes de la Misa», que iba a ser fuera del famoso monasterio de este pueblo, «y tuvimos que llevar todo dentro y hacer la Misa allí». También llovió durante la comida. Pero, a pesar de todo, «nos lo pasamos muy bien». Lo cuenta Patricia (12 años), de la parroquia madrileña de San Leopoldo. Ella ha participado desde pequeña en esta actividad, que cada año organiza en un lugar distinto la asociación Cristianos Sin Fronteras, como preparación para el Domund. De hecho, el lema del encuentro era Abrazo de misericordia, en relación con el lema del Domund, Misioneros de misericordia.

Diego con su pancarta. Foto: Fotos: Mª Dolores Sánchez

Más de 1.000 personas de sitios tan alejados como Plasencia, Huesca y Jaén se juntaron por la mañana en Madrid para coger un tren especial solo para ellos. «Durante el viaje cantamos, jugamos, hablamos con nuestros amigos y fuimos de un vagón a otro», recuerda Patricia. En la estación de El Escorial se les unieron las 70 personas del grupo de Alpedrete, un pueblo cercano, que habían ido en autobús. Entre ellos estaba Diego, de 10 años. Nos cuenta que desde la estación caminaron hasta el monasterio de San Lorenzo. El camino «no era muy largo, pero sí empinado».

Gracias a Dios por los misioneros

El director nacional de Obras Misionales Pontificias, la entidad que organiza el Domund, acompañó a los niños y adultos que participaban en el Tren Misionero. Se llama Anastasio Gil, y después de la Misa invitó a todos a cerrar los ojos y a pensar en la gran labor que hacen los misioneros en todo el mundo, y en cómo todos podemos ayudarles e incluso ser misioneros desde nuestras propias circunstancias personales.

Allí se dividieron por continentes. Patricia estaba en África y Diego, en Europa. En cada continente se formaron grupitos para la catequesis. «Conocí a gente nueva: Raúl, Gonzalo, Carlota…», dice Diego. En la catequesis, cada niño tenía que ver cuánto marcaba su termómetro de la misericordia, «según cómo nos relacionamos con Dios, con nosotros mismos, y con los demás; y si perdonamos», cuenta Patricia. Entre cero y 100, Diego se puso 50, «porque tengo misericordia, pero hay gente que tiene más. Tener misericordia es ayudar y no dejar solo a nadie; ni siquiera a los que no son tus amigos».

Por si alguien se daba cuenta de que necesitaba el amor y el perdón de Dios para querer mejor a los demás, durante todo el día hubo sacerdotes confesando. También se expuso al Santísimo en una capilla, para poder acercarse un rato a estar con Jesús. Después de la Misa y la comida, llegó la fiesta del envío. Cada uno recibió una vela como signo de la misericordia que tiene que llevar a los demás.

Del tren, a la parroquia

Para Diego y el resto del grupo de Alpedrete, el Tren Misionero no acabó el sábado. Al día siguiente, en la Misa de niños de la parroquia, los que habían participado en esta actividad contaron lo que habían hecho a los demás, y aprovecharon para hablar del Domund. «En el ofertorio llevamos unas cuantas cosas del Tren Misionero -explica Diego-. Yo llevé la vela que nos dieron en la fiesta de envío, y que simboliza la luz que son los misioneros. Y unas amigas llevaron un collage».