Monseñor Osoro, un arzobispo al servicio de los jóvenes y de la evangelización - Alfa y Omega

Monseñor Osoro, un arzobispo al servicio de los jóvenes y de la evangelización

En su primera carta como arzobispo electo de Madrid, monseñor Carlos Osoro hizo un saludo especial a los jóvenes madrileños y les aseguró que se pondría en camino junto a ellos y se encontrarían todos los meses. Los jóvenes de sus anteriores archidiócesis dan testimonio del impulsó que dio el arzobispo a su fe y a su evangelización. «Nos invitaba a encontrarnos con el Señor, llenarnos de Él para luego salir al encuentro de los demás, especialmente de los más necesitados», explica una ovetense de 26 años. «Me ayudó a vivir la fe con más intensidad, con mayor grado de implicación. Sentía que mi fe se fortalecía», reconoce una valenciana

José Calderero de Aldecoa
Foto: Peiro

El mismo día que se hacía oficial el nombramiento de monseñor Carlos Osoro como nuevo arzobispo de Madrid, éste mandó una carta de saludo a su nueva archidiócesis. En ella se acordaba especialmente de los jóvenes y les adelantaba su intención de encontrarse con ellos todos los meses. «Me pongo en camino con vosotros, os citaré todos los meses a tener un encuentro conmigo, para encontrarnos con el Señor, así lo hice desde que soy Obispo», escribió.

Desde 1997, cuando fue nombrado obispo, monseñor Osoro se ha encontrado con los jóvenes. Carmen Álvarez estuvo en seis de esos encuentros y su recuerdo permanece con ella. Corría el año 2006 y don Carlos era el titular de la diócesis de Oviedo. Convocaba todos los meses a los jóvenes asturianos, que acudían a la Catedral a encontrarse con su pastor. «Nos citaba todos los meses para tener un encuentro, pero el encuentro no era con él. Nos invitaba a encontrarnos con el Señor, llenarnos de Él para luego salir al encuentro de los demás, especialmente de los más necesitados», explica Carmen. «En aquellos encuentros escuchábamos la palabra de Dios, cantábamos, recibíamos catequesis de don Carlos y terminábamos con la Adoración al Santísimo», recuerda esta ovetense de 26 años.

Nos hablaba de tú a tú

El nuevo arzobispo de Madrid, en su carta, aseguraba que se ponía en camino con los jóvenes, y eso mismo también lo sintieron en las diócesis por las que pasó. «Era impresionante ver a tu arzobispo acompañándote, preocupándose por ti. Nos hablaba de tú a tú. Nos hablaba en primera persona: Te animo a…, te digo hoy…», añade Carmen. Y esa cercanía se le quedó grabada a Carmen y le ayudó a acercarse más al Señor en la oración. «El arzobispo nos ayudaba mucho a tener un trato personal con el Señor, al igual que el trato personal que todos intentábamos tener en esos encuentros con el arzobispo. Él ponía el momento de la oración como punto central de la tarde. Nos ayudaba a rezar».

A la calle a evangelizar

Otro de los impulsos que por aquellos días trataba de motivar don Carlos Osoro entre los jóvenes, era el de salir a evangelizar. «Nos animaba a llenarnos de Jesús para luego salir a la calle a evangelizar. […] El encuentro con Jesús lo ponía como centro. En el último encuentro al que asistí nos habló del evangelio del amigo inoportuno que llama a tu puerta en mitad de la noche. A raíz de ese evangelio nos habló de la oración y nos presentaba al Señor como un amigo con quien nos podemos encontrar y en quien podemos poner nuestra confianza siempre, a cualquier hora del día y de la noche. Y nos decía que ese encuentro con el Señor nos tenía que llevar a un encuentro con los demás. Nos hablaba de ser testigos de Cristo para los demás».

Carmen, en ese último encuentro al que asistió, también pudo intercambiar unas breves palabras con el arzobispo. «Fue en junio de 2006. Después de la oración, hicimos una cena de despedida porque ya se acababan los encuentros hasta después del verano. Fue entonces cuando le dije que me venía a Holanda a vivir. Me iba a evangelizar. Él me regaló un rosario de la Virgen de Covadonga. Me deseó mucha suerte para mi labor en Holanda. Me sentí acompañada en mi camino«, concluye.

De norte a sur

En 2009, monseñor Osoro se tuvo que despedir de los jóvenes asturianos. El Papa Benedicto XVI lo nombró Arzobispo Metropolitano de Valencia, y allí comenzó de nuevo una relación especial con la gente joven. «Los encuentros con don Carlos eran muy emotivos y entrañables. Es una persona muy cercana y accesible. Un verdadero pastor de ovejas. Siempre al servicio de los feligreses, del desprotegido, del más débil, de aquel que más lo necesite. Siempre nos escuchaba y nos atendía nuestras necesidades y propuestas. Y nunca faltaba un buen consejo, una buena frase, una buena palabra», explica María Teresa Roig, valenciana de 27 años.

Pero los encuentros del arzobispo con sus jóvenes feligreses no solo reconfortaban en lo exterior sino que también estimulaban en lo interior. «Me sentía reconfortada, en paz. Se respiraba un ambiente de bondad. Me ayudó a vivir la fe con más intensidad, con mayor grado de implicación. Sentía que mi fe se fortalecía», reconoce esta joven.

Confesando en Valencia sin agua

Al igual que en su etapa de Oviedo, monseñor Carlos Osoro tenía, en Valencia, una gran preocupación por animar a los jóvenes a salir a evangelizar. Tres son los proyectos que María Teresa recuerda especialmente en este sentido. «Los primeros viernes de cada mes se reunía con cientos de jóvenes en la basílica de la Virgen. En aquellas vigilias nos enviaba a la misión. Nos invitaba y nos animaba a dar a conocer a Dios. Allí nos entregaba las cruces, que eran el signo de nuestro compromiso de que, al menos una vez al mes, intentaríamos evangelizar a una persona», explica Roig.

La segunda actividad es iniciativa de un grupo de jóvenes, se llamaba Nightfever, y monseñor Osoro «la acogió y se implicó muchísimo. Siempre nos acompañaba en aquellas noches. Se pasaba todo el Nightfever confesando. Hasta cuatro horas en el confesionario. Su confesionario siempre tenía unas colas tremendas, y eso que había otros 6 o 7 curas», continúa. Una anécdota se le quedó grabada a María Teresa: en aquellas intensas jornadas de Confesionario, los jóvenes se acercaban al arzobispo para ofrecerle una botellita de agua, pero él siempre la rechazaba a pesar del calor. «Decía que estaba a nuestro servicio y que no necesitaba nada», explica.

El último encuentro fue iniciativa totalmente de don Carlos y es su herencia más absoluta. Se llama construir la Nueva Ciudad. «Desde la diócesis se nos invitaba a los jóvenes a pasar una semana de misión en diferentes parroquias de diferentes localidades valencianas. Nos poníamos a disposición del párroco para atender las distintas realidades. Don Carlos nos fue visitando a todos los grupos. Nos atendía, se preocupaba por nosotros, nos escuchaba, y todo con mucho cariño. En nuestro último día hicimos un Nightfever y, de nuevo, don Carlos estuvo muy implicado, estuvo confesando toda la noche. Le estamos súper agradecidos», concluye la joven valenciana.