«No se puede separar a Cristo de la Iglesia» - Alfa y Omega

«No se puede separar a Cristo de la Iglesia»

«Vuestros amigos querrán saber qué es lo que ha cambiado en vosotros, después de haber estado en esta noble Villa con el Papa y cientos de miles de jóvenes de todo el orbe: ¿qué vais a decirles?»: así interpelaba el Papa a los cientos de miles de jóvenes que hicieron que el aeródromo de Cuatro Vientos se quedara pequeño durante los actos culminantes de la JMJ, antes de enviarlos de vuelta, como misioneros, a sus lugares de origen. Quedaba clausurada formalmente la JMJ Madrid 2011. La verdadera historia de esta Jornada, sin embargo, no había hecho más que comenzar

Ricardo Benjumea

La clausura de una Jornada Mundial de la Juventud nunca es sólo despedida. Si la meta del peregrino es el encuentro personal con Jesucristo, en el contexto de una experiencia eclesial incomparable, los jóvenes son después enviados de vuelta a casa como misioneros, para evangelizar especialmente a otros jóvenes. «Apóstoles de la nueva evangelización», les invitó a ser el cardenal Rylko, Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos. «¡Cuente con ellos, Santo Padre!», dijo el cardenal Rouco, en sus palabras de saludo al comienzo de la Eucaristía.

Para estos chicos, «comienza hoy» una «nueva etapa» en sus vidas, en la que están llamados a ser «testigos de la verdadera alegría: ¡de la alegría de Cristo resucitado!».

Esa alegría, carta de presentación bien visible del peregrino a la JMJ, nace de una intensa experiencia de encuentro personal con Jesucristo, que quiere ser buscado y encontrado dentro de la Iglesia. A este punto dedicó el Papa buena parte de su homilía. «No se puede separar a Cristo de la Iglesia», dijo, frente al tópico de que se puede creer en Cristo, y renegar en cambio de su Iglesia.

«Seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia», insistió Benedicto XVI a los jóvenes. «No se puede seguir a Jesús en solitario», añadió. «Quien cede a la tentación de ir por su cuenta, o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él. Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo, es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del Perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios».

Forjados en la peregrinación

El Papa había llegado a Cuatro Vientos poco después de las 9 de la mañana. Tuvo así tiempo para recorrer, sin prisas, el aeródromo en el papamóvil y saludar a los jóvenes, cosa que no había podido hacer en la Vigilia, al desaconsejarlo la policía, porque las vías por las que debía circular habían sido invadidas por los peregrinos. Antes de comenzar la Misa, y en el mismo tono de complicidad con los chicos que se vivió durante la tormenta, Benedicto XVI les dijo: «Espero que hayáis podido dormir un poco, a pesar de la inclemencia del tiempo».

Pero también iba a haber pruebas el domingo. El día amaneció con mucho calor. En la tónica habitual de toda la JMJ, pronto se superaron los 35 grados. Lo más duro para muchos, sin embargo, fue no poder comulgar, salvo que uno estuviera situado en las cercanías del altar. El fuerte vendaval derribó por la noche dos de las carpas en las que se iba a distribuir la Eucaristía, y la mayoría de las 16 restantes fueron precintadas por la policía por precaución. Don Yago de la Cierva, Director Ejecutivo de la JMJ, calificó este hecho como «el incidente más doloroso de la Jornada Mundial de la Juventud».

Unas doscientas mil personas siguieron sin poder acceder al recinto, pese a que muchas de ellas estaban debidamente acreditadas. Cuatro Vientos, la mayor explanada disponible en Madrid, con una superficie equivalente a 48 estadios de fútbol, se quedó pequeño para las celebraciones centrales de la JMJ. Al término de la Vigilia, se anunció que podría seguirse la misa desde el Estadio Vicente Calderón, pero finalmente, se optó por acondicionar nuevas zonas en la base, aunque así y todo, la medida resultó insuficiente, y muchos tuvieron que participar en la ceremonia desde el exterior, a través de pantallas.

La reacción de los peregrinos ante estas adversidades fue ejemplar. Es un sacrificio más -comentaron algunos-, que se añade a la larga lista de pruebas e incomodidades a las que deben enfrentarse los peregrinos, que se ganan a pulso ese título en cada JMJ: largas caminatas, pocas horas de sueño sobre una colchoneta, madrugones…; todo ello, muy a menudo, tras grandes esfuerzos para reunir el dinero para asistir a la Jornada, grandes y pequeñas renuncias personales, y una intensa preparación espiritual y catequética.

Así se forjan los misioneros que quiere Benedicto XVI. Antes de la oración del ángelus, momento en el que Papa recordó el tercer aniversario del grave accidente aéreo en el aeropuerto de Barajas, el Santo Padre pidió a los jóvenes dar en sus entornos «testimonio de la alegría que brota de vivir enraizados y edificados en Cristo». No les ocultó que, para ello, se precisan «testigos valientes y sin complejos». Testigos recios, en otras palabras.