Algunos no quieren verlo - Alfa y Omega

«El domingo por la tarde muchos madrileños sentían nostalgia al ver que se marchaban los huéspedes más gratos y simpáticos desde hace mucho tiempo. Se habían encariñado con ellos por su alegría y por su civismo. Nunca una marea humana de esas dimensiones pasa por una ciudad sin crear ningún incidente». Lo contaba en su última crónica de la JMJ el corresponsal de ABC en el Vaticano, Juan Vicente Boo. «La alegría católica brota de una Verdad que nutre la vida de sentido genuino, como nos ha recordado Benedicto XVI», había explicado en este diario Juan Manuel de Prada.

Durante algunos unos días, «para conocer la realidad» sobre la JMJ fue preciso «ignorar por un momento lo que se estaba publicando sobre ella», protestaba David Warren, en el Ottawa Citizen. En el mejor de los casos, se podían leer artículos en defensa de la JMJ que insistían en aspectos como el coste cero para el contribuyente (ampliamente documentado por la organización), o incluso en el civismo y la alegría de los peregrinos, en contraste con la actitud de algunas minorías radicales con gran presencia mediática. Pero en general, «ni siquiera aparece el más mínimo interés» en la prensa por el fondo de esta Jornada, ni por la razón que mueve a dos millones de jóvenes a reunirse en torno al Papa, no sin haber vencido antes grandes obstáculos, insiste el periodista canadiense. En el colmo de la ironía, desde la Cadena Ser, el conductor de un programa afirmó: «Yo pensaba que se trataba de un acontecimiento espiritual, no económico», en alusión al insistente argumento de que la JMJ iba a dejar importantes beneficios económicos a Madrid. Un contertulio añadió: «Si es así, ¿por qué no la organizan en algún país africano?».

La Jornada Mundial de la Juventud ha demostrado ser un acontecimiento ante el que no es posible permanecer indiferente. La visceralidad de algunos medios en su contra sobrepasó, en algunos momentos, todas las medidas. The Guardian, el diario de referencia para la progresía británica se reveló. Escribe Andrew Brown, responsable de la sección de Religión, en un artículo que ha publicado, traducido, el diario de la Santa Sede, L’Osservatore Romano: «Si yo fuera católico, estaría bastante más cabreado con la BBC». En sus informaciones sobre la visita del Papa a Madrid, se ha centrado exclusivamente en los miles de manifestantes contra el Papa», y «no ha hecho una sola mención a la JMJ», que «ha traído a Madrid algo así como 1,5 millones de jóvenes» para encontrarse con el Santo Padre. A su juicio, el problema es simplemente el desafecto de la mayoría de los periodistas por los jóvenes peregrinos y lo que representan. Claro que éste no es un problema exclusivo de la radio televisión pública, comenta. «Leo en la web de Deutsche Welle, la admirada radio alemana: El Papa Benedicto XVI llegó a la capital de España para participar en las celebraciones de la JMJ. Pero su presencia en Madrid, y en especial el coste público de esta visita, ha desatado mucho enfado en el país, cuya economía está de capa caída…».

El colmo del despropósito fue cuando se produjeron, el miércoles, agresiones a peregrinos. Algunos de esos medios taparon el asunto. Pero los incidentes continuaron, y los presentaron entonces , en un primer momento, como un enfrentamiento entre dos bandos, o cuando resultó del todo insostenible esta versión, como un escándalo de violencia policial.

Muchos dijeron basta, a veces desde ámbitos insospechados. Y no era para menos. «Las caras de los radicales estaban completamente desencajadas, fuera de sí -contó Fernando Lázaro en El Mundo. Había a quien la vena del cuello ya no se le podía agrandar más. Llevo más de 20 años haciendo información sobre seguridad y terrorismo, pero hacía muchos años que no veía tanta inyección de sangre en los ojos de manifestantes… Es que nos están provocando, se justificaba uno de los empujadores profesionales. Y se me ocurrió preguntar por qué les provocaban: Porque están aquí, porque existen, porque les vamos a prender fuego otra vez, como en el 36».

Y entonces, sucedió algo, un fenómeno similar al que describía en 13TV, el director de Hispanidad, José Eulogio López, citando una frase de Chesterton, poco antes de morir: «El asunto es claro ahora. Está entre la luz y las sombras; cada uno debe elegir de qué lado está».

Eppur si mueve

Sucedió que algunos empezaron a preguntarse qué es lo que pasa en el interior de estos jóvenes, que, «como si su alma fuera un lago sin monstruo dentro, esparcen una jovialidad sencilla que tiene el tacto del almíbar», se sorprendía David Gistau en El Mundo. ¿Y qué descubre en ellos? «A Cristo».

José Luis Restán hace balance en Páginas Digital: «No ha sido fácil la semana. La más cálida del tórrido verano madrileño, con el estrambote de una tormenta en Cuatro Vientos que, por momentos, hizo cundir la preocupación entre los organizadores. Pero la vida es así. La JMJ que quería el Papa no es un espectáculo artificial que se ve plácidamente tras pagar entrada. Es la vida misma, la vida en la que surgen tormentas y afloran el cansancio y la queja. La vida con su belleza y su fealdad, la vida que es siempre búsqueda y deseo, anhelo del Infinito».

Quizá «hacía falta esa borrachera de viento y lluvia en Cuatro Vientos para que entendiéramos bien. Para que no nos hiciéramos falsas ilusiones sobre lo que estaba pasando, que no es fruto de un plan, ni de una organización. Como ha dicho el cardenal Rouco, la lluvia que importa es la de la gracia de Dios, que es la que construye, y no nuestro lucimiento. Sí, pese a todo la Iglesia está viva y despunta en las almas de muchos jóvenes. Pese al escarnio cultural en Occidente y a la persecución sangrienta en tantos lugares de la tierra; pese a las traiciones de sus miembros y la escasez de muchos de sus líderes. Pese a 40 años de machaque ideológico en Europa. Dijo una vez Joseph Ratzinger: lo que me sorprende no es el pecado ni el escepticismo, lo me sorprende es la fe. Ése ha sido mi sentimiento, mientras trataba de narrar en directo [en la COPE] lo que sucedía ante mis ojos. Eppur si mueve, podríamos decir, frente al tribunal del nihilismo».