El apóstol de la Síndone que une a policías y cacos - Alfa y Omega

El apóstol de la Síndone que une a policías y cacos

La devoción al apóstol que se toma como patrón de las causas imposibles está cada vez más extendida en España. En México, los maleantes piden su protección

José Antonio Méndez
Detalle de la imagen de san Judas, en la capilla de El Pocito, en Guadalupe (México). Foto: José Antonio Méndez

Tal vez sea porque su nombre lo asocia al apóstol traidor. O porque ni los evangelistas se ponen de acuerdo con la forma de dirigirse a él (Mateo y Marcos lo llaman «Tadeo», mientras Lucas lo identifica como «de Santiago»). Lo cierto es que, siendo tan de los Doce como Pedro, Felipe o Andrés, durante siglos la devoción popular a san Judas Tadeo –cuya fiesta litúrgica celebró ayer la Iglesia– estuvo ensombrecida por un velo de recelo e ignorancia. Y eso que es autor de una de las cartas recogidas en el Nuevo Testamento, junto a las de san Pablo, san Juan, san Pedro y Santiago.

En los últimos tiempos, sin embargo, el cariño y las muestras de piedad en torno a él están experimentando un auténtico boom, especialmente en los países de tradición hispana.

Primo de Jesús y purista judío

Pero, ¿quién es y qué sabemos de Judas Tadeo? Aunque no gozase de excesiva popularidad entre los fieles, la Iglesia ha custodiado su memoria como apóstol y mártir, y en lo que de él sabemos confluyen tradiciones orientales de Persia, Arabia y Armenia, de cuya Iglesia es patrón. También la liturgia hispano-mozárabe lo tenía en gran estima, como queda reflejado en el Antifonario de León, del siglo X. De hecho, fueron frailes españoles quienes llevaron su veneración a América, donde hoy goza de un gran cariño.

En los textos evangélicos, su nombre aparece vinculado al de Simón el Cananeo, y los exegetas parten de este dato para mostrarlos como los más judaizantes de los Doce, o sea, los más puristas. Algo curioso, pues compartieron vida y dolores con apóstoles como Mateo, publicano, es decir, en las antípodas políticas de ambos.

Lo que se da por seguro, partiendo de san Lucas, es que este Judas fue hijo de María la de Cleofás, hermano de Santiago, y por tanto, primo de Jesús. Algunos escritores como Eusebio de Cesaréa (del siglo III) y otras tradiciones orientales explican que evangelizó Mesopotamia, Armenia, Líbano y Siria, y convirtió a muchos por la viveza de sus argumentos. No en vano, había conocido a su primo antes de su vida pública, estuvo con Él los tres años de predicación, y debía de tener bastante confianza con el Maestro, pues intervino en la Última Cena cuestionando a Jesús sobre su forma de darse a conocer, según el testimonio de san Juan –que también estuvo presente aquella noche–.

Judas Tadeo formó parte del grupo que se reunió en el cenáculo, en torno a María, tras la muerte de Jesús, donde les sorprendió el Espíritu, en Pentecostés. Y más tarde, parece ser que habría custodiado, tras la resurrección, el mandylion, un paño con el rostro de Jesús, que algunos historiadores identifican con la Síndone.

Patrón de imposibles… y cacos

Una leyenda da origen a su iconografía, con un medallón con el rostro de Cristo. Al parecer, un cristiano llamado Tadeo (pero no Judas), mostró una imagen de Jesús al rey de Oddesa, y este sanó. El milagro y la similitud de los nombres hicieron el resto. El hacha o la espada con las que suele aparecer aluden a su martirio: no es difícil atar cabos para saber cómo dice la tradición que murió.

Desde el siglo XIII es patrón de las causas imposibles, porque santa Brígida –que gozó de gran fama en vida– dijo que Jesús le había recomendado, en visión mística, encomendarse a Judas Tadeo cuando la cosa se pusiera fea. Tal vez por eso, en Hispanoamérica, y sobre todo en México, es frecuente que los delincuentes se encomienden a él. El día de su fiesta, narcos, ladrones y maleantes acuden a la basílica de San Hipólito, en el D.F., para implorar a san Judas ante sus reliquias lograr algún día salir del hampa y, hasta entonces, que la policía no los atrape. El mismo día, muchos policías acuden a la misma basílica para pedir al santo el fin de la delincuencia…, y que los delincuentes no acaben con ellos. Unos y otros miran a Dios a través de san Judas y firman un pacto de no agresión. En nombre de Cristo, su primo, Judas Tadeo, logra que la paz vaya ganándole la batalla al mal.