Monseñor Osoro al recibir el palio: la misión del arzobispo consiste en salir a buscar a los alejados - Alfa y Omega

Monseñor Osoro al recibir el palio: la misión del arzobispo consiste en salir a buscar a los alejados

El arzobispo de Madrid recibió este domingo el palio arzobispal de manos del nuncio, monseñor Renzo Fratini

Ricardo Benjumea

El buen pastor debe cuidar a las ovejas del redil, pero sin olvidar que es su misión ir a buscar a las que están fuera. Este fue el mensaje central del arzobispo de Madrid, durante la imposición del palio arzobispal este domingo en la catedral de La Almudena.

Como recordó el nuncio al inicio de la ceremonia, «el palio es una insignia pontifical que recuerda a Cristo buen pastor, que lleva sobre sus hombros la oveja que sale a buscar». Monseñor Renzo Fratini subrayó, en este sentido, el impulso que ha dado Osoro a la evangelización en Madrid. «Cum Petro y sub Petro, usted, sensible a la llamada del Papa Francisco, ha invitado a esta Iglesia diocesana a anunciar el evangelio, a acercar a todos a Jesucristo, rostro de la misericordia, que camina y quiere conversar con los hombres a los que ha venido a salvar», dijo, aludiendo a la última carta pastoral del arzobispo.

El palio es también «un signo de la comunión» del arzobispo «con el sucesor de Pedro» y con la Iglesia metropolitana de la que es cabeza, recordó Fratini. Para reforzar esos vínculos con la Iglesia local, en la pasada solemnidad de san Pedro y san Pablo, el Papa se limitó a hacer entrega de los palios a los nuevos arzobispos, dejando la imposición para una ceremonia con cada nuncio.

El Recordatorio de la Primera Comunión

Tras recitar el Credo de rodillas ante el Nuncio, monseñor Osoro resaltó la simbología del palio, que le pone frente a su responsabilidad como arzobispo. «He de llevar a los hombres sobre mis hombros como lo hizo el Señor; tengo que apacentar como Cristo a todos los hombres y de manera especial buscar a la oveja que está perdida y tomarla en mis hombros».

«Ser pastores en la Iglesia significa esto», añadió. «El palio se convierte en símbolo de nuestro amor al pastor, que es Cristo, y de nuestro amar con Él hasta dar la vida».

Monseñor Osoro compartió algunos recuerdos personales durante su homilía. El primero, el recordatorio de su Primera Comunión. «Lo llevo desde que soy sacerdote en el Libro litúrgico de las Horas». En esa estampa, «el niño Jesús tiene en sus brazos a un cordero». «Desde ese día hasta hoy, de formas distintas, siempre esa imagen me recordaba que a todos los hombres los tenía que tener en mis brazos sin distinción, sin exclusión, porque eso era el vivir en comunión con el Señor».

«Esa imagen me ha ayudado en mi vida a abrir los brazos a todos», y ha reforzado en el actual arzobispo de Madrid su «compromiso para vivir con los demás como hermanos», para «la construcción de la fraternidad de todos los hombres».

De ese recordatorio, Osoro pasó al de su Ordenación sacerdotal, «que tiene la imagen del buen pastor con un cordero en sus hombros. Me hizo ver que el Señor quería de mí que le prestara la vida para llevar con él a los hombres sobre mis hombros», a «los que ya están en el redil» y a «los que ya se marcharon» o nunca estuvieron. A unos y otros, el deseo de Dios «es que los lleve en mis hombros y que gaste mi vida aquí en Madrid» con ellos.

Una Iglesia en misión permanente

Haciendo entonces alusión a la solemnidad de Todos los Santos, monseñor Osoro subrayó que «la santidad es la verdadera revolución que promueve la autentica reforma de la Iglesia y el autentico cambio de la sociedad. Nuestro mundo necesita santos, personas creyentes creíbles, con sus obras», añadió. «Por sus obras los conoceréis».

Esa santidad es para «mostrarla en medio del mundo, siendo hombres y mujeres de Iglesia en salida, buscando a los hombres por todos los caminos en los que están. Unos caminos me gustarán más y otros menos, pero hay que ir donde están» con los brazos abiertos, «envueltos en el amor de Dios».

«La Iglesia es para salir», añadió. «Hemos de ser una Iglesia que lleva la alegría del Evangelio, una iglesia en que sus miembros son dichosos y felices», porque «el discípulo de Jesús no es un amargado, no es un triste». «No puede haber anuncio de la buena noticia en la tristeza, en la amargura».

«Hagamos una Iglesia que está en misión permanente», concluyó el arzobispo, que finalizó su homilía con esta petición a Dios: «Que el palio que he recibido sea reflejo en mi persona de una vida gastada absolutamente por llevar en los hombros a todos los hombres sin distinción, los que están –a vosotros, que creéis–, los que han marchado, los que nunca entraron… Hay que ir a buscarlos y hay que gastar la vida» junto a ellos, «no con palabras, sino con nuestro testimonio».

Participaron en la Misa el cardenal Rouco, arzobispo emérito de Madrid; el obispo titular y el auxiliar de Getafe (monseñor López de Andújar y monseñor Rico Pavés); el obispo de Alcalá (monseñor Reig Pla) y los dos auxiliares de Madrid (monseñor Fidel Herráez, arzobispo electo de Burgos, y monseñor Juan Antonio Martínez Camino). Concelebraron también el observador de la Santa Sede en la ONU; el arzobispo de Sucre (Bolivia), monseñor Jesús Juárez; el obispo emérito de Segovia monseñor Luis Gutiérrez, y el secretario general de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo.