«Detrás de cada enfermedad hay un corazón vivo». La Iglesia quiere llegar a él - Alfa y Omega

«Detrás de cada enfermedad hay un corazón vivo». La Iglesia quiere llegar a él

Un mayor protagonismo de los laicos y formación obligatoria son algunas de las propuestas que baraja la Iglesia para tener una presencia más evangelizadora en los hospitales

María Martínez López
Padre Gaetán (Hospital Clínico San Carlos): «El que sufre, sufre. La diferencia está en la fe. En Europa la gente se olvida de que el mal es un misterio. En África, acogen la enfermedad como algo que llega y que hay que vivir». Foto: María Pazos Carretero

«El Papa nos manda salir de las parroquias, pero en el hospital ya estamos fuera. Hay hospitales tan grandes como muchas parroquias. Y muchos de sus feligreses nunca pisan una iglesia». Por otro lado, «en los últimos años los hospitales han cambiado mucho: hay más dificultades para acceder a los datos de los enfermos, estos tienen cada vez menos creencias y formación religiosa…». Estas razones han llevado a los agentes de pastoral hospitalaria de España a plantearse la necesidad de dar un empujón a su trabajo. Así lo explica Jesús Martínez Carracedo, director del Departamento de Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal Española.

Este departamento organizó, a mediados de octubre, un simposio que pretendía buscar las Claves para una pastoral evangelizadora en los hospitales. Era la culminación de dos años de análisis y reflexión a todos los niveles. El principal objetivo es conseguir que «el servicio religioso no esté solamente para los sacramentos. Si seguimos así, cada año nos llamarán menos», subraya Martínez Carracedo. Del encuentro han salido líneas de acción que suponen, en algunos casos, un cambio importante.

Una de ellas es dar más protagonismo a los laicos como personas idóneas. Esta expresión designa a quienes se dedican profesionalmente a la pastoral hospitalaria sin ser sacerdotes, que escasean y están sobrecargados. Los laicos –como los religiosos y religiosas– pueden bautizar en caso de emergencia, dar la comunión y presidir la liturgia de la Palabra. Pero, sobre todo, se pueden dedicar con más intensidad a la evangelización: «Visitar a los enfermos, acercarles la Palabra de Dios y la presencia de la Iglesia… La primera visita que ellos hacen, quizá, puede abrir el camino para que luego se llame al capellán. Con este trabajo previo, será menos frecuente que se espere al último momento para pedir los sacramentos», pronostica Martínez Carracedo.

Como los profesores de Religión

La propuesta más novedosa es establecer un itinerario de formación obligatoria para los agentes de pastoral hospitalaria. «En países como Estados Unidos o Irlanda, la sanidad pública pide a la Iglesia que todos los que van a trabajar en pastoral hospitalaria tengan formación» y un documento de idoneidad. Es un modelo similar al de la Declaración Eclesiástica de Competencia Académica (DECA) que, en España, se exige a los profesores de Religión. «Esto ya es interesante de por sí», y permite adelantarse a la posibilidad de que la Administración exija esta idoneidad en el futuro. Martínez Carracedo cree que este objetivo se puede alcanzar a través de «estructuras que ya tenemos»: los seminarios para los sacerdotes, y los centros diocesanos de Teología para las personas idóneas. En cualquier caso, esta formación tendrá que ser aprobada por la Conferencia Episcopal, y no es fácil que sea realidad en menos de una década.

Mucho más que papeleo

No habrá que esperar tanto para otros cambios. Antes de final de año, el Departamento de Pastoral de la Salud enviará a todos los servicios de pastoral hospitalaria un modelo de plan de trabajo y de memoria anual, para profesionalizar las tareas. «Si queremos que nos consideren un servicio igual que los demás –explica su responsable–, tenemos que trabajar con sus mismas reglas y métodos: establecer objetivos, planificar y evaluar el trabajo, incluir una memoria del servicio religioso en la del hospital… Si lo hacemos, desde el hospital nos van a tomar en serio. De lo contrario, seremos meros voluntarios en casa ajena».

Son muchos retos, pero si algo se notó en el simposio, comenta su organizador, fue «la ilusión por mejorar la presencia de la Iglesia en esta parroquia. La gente piensa que en los hospitales tendríamos que estar deprimidos. Pero no es así porque detrás de la enfermedad hay un corazón vivo y sano», y hay que llegar a él.

Datos

Más de 145.000 personas se benefician cada mes de los servicios de pastoral en los hospitales de toda España. Les atienden:

754 capellanes,

144 religiosos y laicos a tiempo completo

800 voluntarios

A las tres de la madrugada

«Mi hermana, mi padre –ambos ya fallecidos–, y mi madre han pasado en los últimos años por el Hospital Clínico San Carlos, de Madrid. No puedo decir más que gracias por la atención que siempre nos ha dispensado el servicio de atención religiosa católica, aunque fueran las tres de la madrugada. La relación que tengo con el padre Iñaki (en la foto), el coordinador, es la de un amigo. Mi hermana, que estuvo 13 años con cáncer y llegó a estar muy mal físicamente, estaba muy agradecida por la atención pastoral. Cuando le dieron la unción a mi madre en la UCI, de madrugada, nos quedamos con una tranquilidad que va más allá del sufrimiento físico».

Antonio, familiar

«También somos capellanes del personal»

«Llevo 25 años de capellán hospitalario: media vida. Ahora atiendo dos hospitales en La Coruña. Para los enfermos que lo solicitan, nuestro acompañamiento es un gran consuelo y apoyo. También somos capellanes del personal. Hace unos días, las señoras de la limpieza nos pidieron una Misa por una compañera que había fallecido. A veces, nos piden una atención que, por horarios, no pueden recibir en su parroquia. Abrimos la capilla a las 7:30 horas porque muchos hacen una visita antes de empezar el turno. Estar en contacto constante con el sufrimiento puede desgastar. Pero aprendemos mucho, y estoy convencido de que esta es mi vocación».

Padre Miguel Ángel Cruz

«El rostro de una Iglesia samaritana»

Hace ocho años, Juncal Otaduy (a la derecha) se convirtió en la primera laica que trabajaba a tiempo completo en el servicio de atención religiosa de un hospital público de Vizcaya. Ahora, son ocho. Ella tenía formación en Teología y, al encargarle esta labor, estudió Auxiliar de Enfermería. En el hospital de Galdácano, son dos laicas y dos sacerdotes, más un grupo de sacerdotes voluntarios. «A los enfermos les extraña, pero es una riqueza tener sacerdotes y laicos, y gente de los dos sexos. Nosotras obviamente no podemos confesar, pero hay veces que los pacientes nos terminan confesando muchas cosas, sobre todo de mujer a mujer». Ellas escuchan, e intentan que hablen con el sacerdote. «En la capilla se nota también el toque femenino», bromea. Además de atender a los pacientes que lo solicitan, «nos pateamos el hospital» y hablan con unos y otros. «Hemos pasado de hacer una asistencia puramente sacramental a ser el rostro de una Iglesia samaritana».

Un servicio más del hospital

Los tres sacerdotes y dos psicólogas laicas del servicio de atención religiosa católica del hospital Josep Trueta, de Gerona, «estamos integrados como un servicio más del centro. Yo participo en el comité de ética asistencial, somos consultores en diferentes comisiones, y acudimos a las reuniones multidisciplinares sobre nuestros enfermos», explica su responsable, el padre Sebastià. Es el fruto de una intensa labor de reciclaje. «En 2008 descubrimos, en un retiro, que teníamos que hacer una propuesta de futuro. Tomamos decisiones un poco duras, como renunciar a visitar todas las habitaciones». A cambio, establecieron nuevos cauces de colaboración con el hospital. El principal es un programa informático que se alimenta de la base de datos del centro. «A cada paciente se le informa de que existe este servicio». Si lo solicita, «aparece en nuestro ordenador».

También cuentan con el boca a boca entre los enfermos, y con los avisos de los propios profesionales. «Atendemos a 15 o 20 personas cada día, en un hospital de 300 camas. Antes saludábamos a mucha gente, pero ahora hacemos más intervenciones y de más calidad. Cuando nos encontramos con un enfermo, nos encontramos con Cristo. Trabajando así podemos dedicarle todo nuestro tiempo».