Sínodo de la familia: reflexiones de un católico de a pie - Alfa y Omega

De entre los numerosos asuntos que ha estudiado el Sínodo, posiblemente el que más ha llegado a la calle es el que ya se conoce como la posible readmisión a la Eucaristía de católicos divorciados vueltos a casar, sobre cuya pastoral el Santo Padre Francisco ha fijado las coordenadas: Doctrina inamovible y entrañable misericordia, que, con toda certeza, habrán orientado las sesiones sinodales.

A lo largo de los siglos, la Iglesia Católica ha sufrido ataques directos y campañas sibilinas, disfrazadas éstas frecuentemente incluso bajo aparentes sentimientos de fingida preocupación por la propia Iglesia, erigiéndose en falsos guardianes de su ortodoxia, y causando en no pocos casos desconcierto y desorientación en almas sencillas carentes quizá de formación sólida. Un arma que ha producido efectos terribles ha sido el uso artero de la semántica, que ha llevado a popularizar, por ejemplo, la idea de que la Iglesia Católica anula ciertos matrimonios.

Muchos católicos que creen (aunque no siempre le vivan) y asumen el magisterio de la Iglesia fundamentado en la integridad de la revelación contenida en las enseñanzas de Jesucristo a través de los Evangelios, están viendo con desazón cómo adquiere carta de naturaleza la expresión de católicos divorciados vueltos a casar, lo que es imposible por su propia esencia; no parece suspicacia advertir que su origen está en el ataque planificado contra la familia y el matrimonio, deslizando la idea de que el matrimonio católico se ha modernizado.

Veamos: El matrimonio contraído válidamente entre católicos es indisoluble; es decir, no hay, ni puede haber, divorcio católico, ni puede anularse ese matrimonio, y en consecuencia no cabe un segundo matrimonio católico. Puede darse que ese matrimonio sea nulo, es decir, que nunca haya existido, (aunque lo pareciera), y en tal caso esas personas pueden pasar a casarse ante la Iglesia Pero no se trata de que vuelven a casarse por que su matrimonio ha sido anulado o están divorciados, sino porque, sencillamente, no han estado casados nunca.

La sociedad, para regular y proteger derechos civiles, económicos, sucesorios, etc., ha instituido el matrimonio civil, que permite su ruptura mediante el divorcio civil. Los católicos que contraen el matrimonio canónico (sacramento para ellos) también suscriben el matrimonio civil (contrato entre las partes), siendo ambos de distinta naturaleza, esencia y regulación. Así, los cónyuges no pueden romper el indisoluble matrimonio católico, pero pueden, en determinadas circunstancias, suspender (temporal o definitivamente) la vida en común y romper el vínculo civil si así lo aconsejan razones de protección de los hijos, derechos económicos, etc.

Es evidente que cuando se habla de católicos divorciados se hace referencia, voluntariamente o no, a divorciados en el matrimonio católico, porque de no ser así no haría falta matizar el carácter católico del divorciado; además la expresión vueltos a casar incide de forma subliminal en lo extraordinario de la situación; sensación que queda confirmada cuando se da noticia de un Sínodo universal tratando del asunto. Es decir, se pone en marcha la idea de la posible aceptación del divorcio católico; y ello con la cooperación activa de quienes promueven el acoso y la colaboración pasiva, pero eficaz, de quienes lo aceptan sin más. Si la definición no hace referencia fiel a lo definido; está haciendo creer que se trata de algo distinto y no rechazable, y, por la mecánica semántica, se está aceptando no lo que es, sino lo que insinúa solapadamente la definición.

En resumen, un católico válidamente casado no puede divorciarse ni, por tanto, contraer nuevo matrimonio católico; puede romperle por la vía de los hechos, obtener el divorcio civil y contraer o no, nuevo matrimonio civil, algo irrelevante a estos efectos. ¿Readmisión a la Eucaristía? También este sacramento requiere unas condiciones que pueden no darse, y no sólo par causas relacionadas con esta materia.

Hemos de esperar todos con expectación y cariño filial el documento de Su Santidad el Papa Francisco sobre la aplicación pastoral que aúne la misericordia con la doctrina en cada caso, y sería deseable estar vigilantes respecto a las aplicaciones o interpretaciones tergiversadas que puedan llegarnos a los curritos; actitud especialmente deseable en los medios informativos.

Manuel Cerro González