Monseñor Omella: «Vengo a ofreceros mi amistad» - Alfa y Omega

Monseñor Omella: «Vengo a ofreceros mi amistad»

Juan José Omella Omella

A vosotros, comunidad cristiana de la Archidiócesis de Barcelona, gracia y paz de parte de Dios, Padre de misericordia, de Jesucristo, Salvador del mundo, y del Espíritu que nos anima y fortalece en todas nuestras luchas y empresas.

El Papa Francisco me comunico, a través de su representante en España, el señor nuncio, monseñor Renzo Fratini, su deseo de que sucediese al arzobispo de Barcelona, señor cardenal don Luis Martínez Sistach. Y en el día de hoy se ha hecho público este nombramiento.

Os confieso que al enterarme de esa noticia me entró un verdadero escalofrío al sentir la gran responsabilidad que caía sobre mi persona y al ver con mucha claridad la gran desproporcionalidad entre mi pequeñez y la grandeza de esa archidiócesis, rica por grandes obres realizadas a lo largo de su historia, por la gran santidad en muchos de sus miembros, por las grandes personas que han realizado una importante labor evangelizadora y por los grandes pastores que han guiado esa Iglesia que ya forma parte de mi vida y entra de lleno en mi corazón de creyente y de pastor.

Todavía hoy me pregunto: «¿Por qué se han fijado en mí?» Y recordé lo que me dijo mi madre, con toda naturalidad y franqueza aragonesa, cuando le comuniqué que el Papa me había nombrado obispo Auxiliar de Zaragoza: «¿No había otro mejor que tú?».

Sé que el señor, a través de las mediaciones humanas, elige al que quiere, no siempre al mejor, pero le da su fuerza para desempeñar la misión confiada. Con esa seguridad y confianza acepto esta misión que la Iglesia me confía sin pretender otra cosa que amar a Dios con todas mis fuerzas y serviros a vosotros, queridos diocesanos, con toda entrega y generosidad.

Lo primero que trataré de hacer es conoceros, acercarme a todos vosotros a fin de poder hacer míos vuestros gozos y vuestros sufrimientos, vuestros proyectos y deseos.

Aunque nací en un pueblo cercano a Cataluña, Cretas (Teruel), en la comarca del Matarraña, y entonces diócesis de Tortosa, de lengua materna catalana, sin embargo mi vida de sacerdote y de obispo ha transcurrido toda ella en Aragón y La Rioja. Por eso tendré que dedicar un tiempo a bucear en vuestra historia y en vuestros proyectos e inquietudes.

No vengo a imponer nada, vengo a ofreceros mi amistad y a abriros mi corazón, a compartir aquello que ha configurado mi vida de creyente y de pastor de la Iglesia. Vengo a llamar a la puerta de vuestro corazón para descubrir las maravillas que Dios ha realizado y sigue realizando en vuestras vidas de creyentes y de personas abiertas e insertadas en esta sociedad globalizada que camina en el Tercer Milenio.

Saludo con gran afecto al señor cardenal, don Luis Martínez Sistach, que con entrega generosa ha pastoreado esta Iglesia que hunde sus raíces en esos testigos de la fe que están siempre presentes en nuestros corazones: los santos y beatos de esta archidiócesis, así como la Virgen María, Madre de Dios, bajo cuya protección pongo al ministerio que se me confía.

Saludo también al obispo auxiliar, don Sebastián Taltavull, proveniente de la Isla de Menorca, que ha sabido integrarse plenamente en esta Iglesia local de Barcelona.

Mi mirada se dirige también a los sacerdotes y diáconos, directos colaboradores de los obispos. Quiero ser para todos vosotros un padre y un hermano. Sé que no soy perfecto, conozco mis limitaciones y pobrezas, por eso os pido ya desde ahora una gran comprensión y que me prestéis vuestra ayuda para poder ejercer bien la misión que el Señor me confía. Me conmueve veros totalmente entregados al servicio del pueblo de Dios, de los más pobres y necesitados, tratando de ser transparencias del corazón misericordioso de Dios. Gracias por vuestra entrega. Seguid así y contad con mi apoyo.

La Vida Consagrada está también cerca de mi corazón de pastor. Espero mucho de vosotros. ¿Qué sería de la Iglesia sin los consagrados? Sed fieles a vuestro carisma y vivid en el corazón de la Iglesia muy unidos a los pastores y al pueblo santo de Dios. No olvidéis que la Iglesia es «misterio de comunión en tensión misionera».

A vosotros, Pueblo de Dios, hombres y mujeres de esta Iglesia que peregrina en Barcelona, a vosotros que os habéis dejado seducir por la Persona de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, que os mantenéis fieles a su amor, a todos vosotros, os envío mi más afectuoso saludo. Y os digo: no tengáis miedo de vivir la fe en medio de este mundo complejo que nos toca vivir. El Señor está con nosotros, camina con nosotros y nos sostiene en nuestras luchas y peleas diarias. Tal como pide el Papa Francisco a los obispos, quiero caminar delante de vosotros como pastor que guía a la comunidad; en medio de vosotros como un hermano que comparte los gozos y los sufrimientos de todos sus compañeros de camino; y detrás de vosotros recogiendo a los que se cansan, a los más pobres y necesitados, a los que hay que poner en la cabalgadura como hizo el buen samaritano con el que encontró al borde del camino.

Y saludo también a las autoridades con respeto y admiración. Os habéis comprometido, en una hermosa tarea, no siempre fácil, como es el servicio al bien común, a trabajar por el bien de todos, especialmente de los más pobres y necesitados. Por eso os digo que os admiro por esa misión que habéis asumido. Contad conmigo para ese servicio en pro de los más pobres y necesitados. Sabed que os acompaño con mi aprecio y oración.

Finalmente un saludo cordial a todos los barceloneses de cualquier creencia y convicción, de los que ya me siento próximo y conciudadano, como testigo de una Iglesia, rostro de la misericordia del Dios, que a todos ama, que se siente solidaria de las mejores intenciones, y a todos tiende su mano amiga.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros.