La esperanza que el mundo necesita - Alfa y Omega

La esperanza que el mundo necesita

Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, arzobispo de Sevilla

Redacción

En estos días, millares de jóvenes de todo el mundo inundan las calles de los pueblos y ciudades de nuestras diócesis, y unos días después, llenarán las calles y plazas de Madrid. No vienen siguiendo a ningún ídolo del rock, ni a ninguno de los mitos efímeros que hoy se proponen a nuestros jóvenes como modelos. Tampoco vendrán atraídos por los señuelos del alcohol, las drogas o la libertad sin barreras, tan frecuentes en otras grandes reuniones juveniles. Serán una legión de jóvenes de mirada limpia, alegres, pacíficos y respetuosos, unidos por los vínculos invisibles de la fraternidad que nace de la fe, aunque sus procedencias sean diversas. Por ello, se saludarán con afecto, con confianza, con la amistad sincera que brota de la conciencia de ser seguidores y amigos de Jesús, miembros de la misma familia, la familia grande y magnífica que es la Iglesia, la familia de los hijos de Dios en la que todos somos y nos sentimos hermanos.

Su peregrinación no será precisamente un viaje de placer. Muchos habrán tenido que hacer grandes sacrificios para venir. Muchos dormirán en el suelo y comerán bocadillos. Todos, sin embargo, experimentarán la alegría del encuentro, con momentos de silencio, de oración, de testimonios, de catequesis y de gozosa y festiva convivencia.

La Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011 es para toda la Iglesia, y en particular para las diócesis españolas, una fuente vivísima de esperanza.

El tiempo de preparación, y especialmente los días en que la Cruz de los Jóvenes ha recorrido nuestras diócesis, ha sido un acontecimiento de gracia, que ha servido para despertar muchas energías dormidas y para ahormar una pastoral juvenil seria, vigorosa, que va a las raíces de la vida cristiana y que busca la formación de los jóvenes, iniciándolos en la oración, en la amistad con Jesucristo, en la participación en los sacramentos, el apostolado y el amor a la Iglesia.

Nos queda el tramo final del hermoso edificio que entre todos hemos ido construyendo. Estoy seguro de que la JMJ va a ser una gracia muy grande para la Iglesia universal y para nuestras diócesis. La palabra del Santo Padre nos ayudará a fortalecer nuestra fe, a reanimar nuestra esperanza y a vigorizar nuestra comunión con Jesucristo y con los hermanos.

No dudo de que los frutos sobrenaturales, apostólicos y vocacionales de la JMJ Madrid 2011 van a ser ubérrimos. Muchos de estos frutos ya los estamos palpando con las manos. Estoy seguro de que serán también muchos los jóvenes que se encuentren con Jesucristo, único salvador y redentor, Camino, Verdad y Vida de los hombres, fuente de sentido para nuestras vidas y única esperanza para el mundo. Lo reencontrarán en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, lo descubrirán en los hermanos y en la Iglesia, y se comprometerán a anunciarlo por doquier como la única verdad que salva, como nuestra única posible plenitud, como el único que recrea, rejuvenece, embellece y engrandece nuestras vidas.