De la JMJ, al Seminario y al convento - Alfa y Omega

De la JMJ, al Seminario y al convento

Después de una semana en la Jornada Mundial de la Juventud, Jesús, la hermana Cristiana, Sara y Carlos dejaron atrás sus vidas y dijeron que a Dios, sin reservas. No lo buscaban; de hecho, para algunos, la JMJ era una excusa veraniega para hacer turismo, aprender idiomas o pasar unos días divertidos con sus amigos de la parroquia. Pero el Señor está a la puerta, y llama, cuando menos se le espera

Redacción
Jóvenes en la Vigilia de oración, en la explanada de Marienfeld, en la JMJ de Colonia 2005

Jesús Manuel Úbeda Moreno, párroco de la Natividad de Nuestra Señora (San Martín de la Vega, diócesis de Getafe)

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Jesús, ya párroco del pueblo de San Martín de la Vega (Madrid)

En la misa de clausura de la JMJ de Roma, en el año 2000, tuve uno de esos momentos que te marcan para toda la vida. El Santo Padre dijo: «Si alguno de vosotros, queridos jóvenes, siente en sí la llamada del Señor a darse totalmente a Él para amarlo con corazón indiviso que no se deje paralizar por la duda o el miedo, que pronuncie con valentía su propio Sí sin reservas, fiándose de Él, que es fiel en todas sus promesas». En ese momento, era como si me hablara a mí sólo, en medio de dos millones de jóvenes. Duda y miedo eran precisamente lo que a mí me paralizaba. Y lo más importante: Él es fiel. Y aquí estoy, el próximo 12 de octubre celebraré mi 5º aniversario sacerdotal.

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Hermana Cristiana, Iesu Communio

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La Superiora de Iesu Communio, en la Misa de Acción de Gracias por el nuevo Instituto (febrero de 2011), acoge a una de las Hermanas: entre ellas, Cristiana

La idea de ir a la JMJ de París, en el año 1997, no me emocionaba. Tenía una imagen equivocada de la Iglesia, sólo me venían a la cabeza personas mayores, no había encontrado nada que fascinara mi corazón. Pero, al mismo tiempo, me atraía la posibilidad de volver a Francia: me encantaba viajar, aprender idiomas, conocer gente…¡Dios es genial! Se inventa lo que sea para llegar hasta ti. Así estaba con mis 15 años cuando Juan Pablo II, a través de una profesora, me invitó a la JMJ y, misteriosamente, fui. A partir de entonces, no podía dar crédito a lo que veían mis ojos: ¿de dónde había salido ese millón de jóvenes cristianos? Me impactaba su forma de quererse, eran capaces de divertirse sanamente, hablaban de Cristo con normalidad. La figura blanca de Juan Pablo II, tan mayor, entre tantos jóvenes, hablaba por sí sola. Lloraba, no de emoción, sino ante la belleza del cristianismo. Aquel encuentro me cambió la vida.

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Sor Sara Bermejo, dominica contemplativa. Monasterio Nuestra Señora de la Piedad (Palencia)

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Sor Sara, en el jardín del monasterio

Con la cabeza llena de dudas e interrogantes llegué a la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, en el año 2005. Había visto la estrella, y el Señor me invitaba a seguirla, pero ¿a dónde? Algunas personas cercanas comenzaron a decirme: ¿Y por qué monja no? Para que dejaran de hacerme esta pregunta, que me ponía tan nerviosa, pensé hacer una experiencia en el monasterio de las dominicas de Palencia y demostrarles que no era lo mío. Al año siguiente, terminé la carrera y empecé a trabajar en Burgos. Pensaba en alquileres, proyectos, un coche…, pero mi corazón me pedía otra cosa. Cada vez oía con más fuerza: ¡Confía en mí!…, pero me sentía atada por los miedos. En 2007, en el encuentro de Benedicto XVI con los jóvenes en Loreto, cansada de echar tantos balones fuera, me rendí, y en la Casita de Nazaret le dije al Señor: Mira, aquí estoy, haz en mí lo que tú quieras. A partir de entonces, comencé a experimentar una paz, una alegría, una libertad que nunca antes había tenido. Para contactar con nosotras, en dominicaspalencia@dominicos.org.

Jóvenes en la Vigilia de oración, en la explanada de Marienfeld, en la JMJ de Colonia 2005

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Carlos Morales Gómez, diácono de la diócesis de Toledo

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Carlos, ya diácono

Conforme pasaba el tiempo, nada me llenaba. Me daba lo mismo salir que no salir, beber que no beber, estar con una chica que no estar… Un día, mis padres me invitaron a asistir a la peregrinación que la diócesis de Toledo organizaba a Colonia con motivo de la JMJ. Después de mucho insistir, acepté sólo por estar fuera de casa durante quince días.

Durante los primeros días, me enfadé bastante, porque no hacíamos nada más que rezar. Cuando llegamos al lugar adjudicado a los peregrinos de la diócesis de Toledo, recibí la llamada del Señor a seguirle en el sacerdocio por medio de un diácono. Conforme pasaba la Jornada, mi corazón deseaba sólo estar con Jesucristo. En la Misa de clausura, me rendí al ver al Papa. Cuando recibí la comunión, rompí a llorar. Era profundamente amado, libre de ataduras. Deseaba seguir a Cristo siendo sacerdote.

Los jóvenes llegan a la explanada de Marienfeld, para la Vigilia junto a Benedicto XVI