Hay esperanza - Alfa y Omega

Nuevamente, los jóvenes católicos de todo el mundo se van a dar cita junto al sucesor de Pedro, en la JMJ. Fue la gran intuición de aquel Papa joven, Juan Pablo II, para proponerles el Evangelio de Cristo, el que han vivido los santos, el que anuncia la Iglesia como esperanza para una nueva generación.

Estos días hemos visto a jóvenes asesinados por otro joven, enloquecido, en Noruega. Otros han acampado para reivindicar su particular decálogo, que oscila entre la justa aspiración a que las cosas sean distintas, y la revolución en nombre de la nada y del hastío. Otros se mueven de acá para allá, buscadores inquietos, pero tal vez sin norte ni maestros, sin saber de dónde vienen y sin saber a dónde van. Pero también hay otros que no van segando la vida de nadie, ni están en las movidas ácratas que terminan por llenarte de vacío, ni se agitan por entusiasmos de corto recorrido que duran lo que tarda un suspiro bebido. Sí, hay otros jóvenes, no pocos, ya de viaje hacia la JMJ.

¡Qué contraste! Impresiona que más de un millón y medio de jóvenes vengan a escuchar a un anciano que no les va a cantar un rap, ni a engatusar con una ocurrencia de medio pelo, sino que les va a hablar del Evangelio.

Benedicto XVI recuerda, en su Mensaje para la JMJ de este año, que «la juventud sigue siendo la edad en la que se busca una vida más grande». Sí, ésta es la gran diferencia entre unos jóvenes y otros: no censurar la grandeza que les palpita dentro. Hay algo que en el joven de cualquier edad siempre se manifiesta como un reclamo que le surge de lo más verdadero y puro del corazón.

El Papa señala las metas de una juventud diferente: «Desear algo más que la cotidianidad regular de un empleo seguro y sentir el anhelo de lo que es realmente grande forma parte del ser joven. ¿Se trata sólo de un sueño vacío que se desvanece cuando uno se hace adulto? No, el hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente». Resuenan estas palabras como un respetuoso diálogo que sale al encuentro de las auténticas inquietudes de los jóvenes de todas las épocas, como una invitación a acompañar la búsqueda desde el testimonio de quien ya ha encontrado la Verdad: Jesucristo. Vuelve la esperanza. No tengamos miedo de abrir las puertas al Redentor.