Madrid se abre a Cristo - Alfa y Omega

Madrid se abre a Cristo

Han pasado ya tres años desde que Benedicto XVI dijo, en Sídney, que la Jornada Mundial de la Juventud 2011 se celebraría en Madrid. Un tiempo en el que las diócesis de Alcalá de Henares y de Getafe, subsedes de esta Jornada, se han preparado a fondo para que todos los jóvenes de Madrid abran su corazón al Evangelio. A pocas semanas de la llegada del Santo Padre, sus obispos dan la bienvenida al Sucesor de Pedro

Redacción
Un encuentro de voluntarios de la JMJ, pertenecientes a las tres diócesis madrileñas, en el estadio Madrid Arena

Cansados de palabras vacías
+ Juan Antonio Reig Pla
, obispo de Alcalá de Henares

Recibir al sucesor de Pedro, el Papa Benedicto XVI, es abrir de par en par las puertas del corazón a Cristo, hecho testimonio en aquel que ha recibido la misión de confirmarnos en la fe. En un contexto cultural en el que se nos invita a abocar el corazón a los ídolos de este mundo, nos apresuramos a escuchar de labios del Santo Padre palabras de vida eterna, las que brotan del manantial de vida que es Jesucristo, que acontece en el misterio de la Iglesia, la comunidad de los redimidos. Los jóvenes de todo el mundo, y en particular los de España, están invitados a participar en un acontecimiento de gracia. Unidos al Papa, estamos llamados a emerger como un pueblo bendecido por Dios, una familia que nace del Evangelio de Jesucristo, que celebra su victoria sobre el pecado y sobre la muerte, y que, con su testimonio de vida, promueve esperanza para esta generación.

Cansados de palabras vacías, de promesas engañosas, nos disponemos a escuchar la voz de Pedro, en quien resonará la Palabra de vida, la misma que fue sembrada en esta tierra por Santiago y tantos confesores y mártires.

¡Bienvenido, Santo Padre! Oramos para que, con la misma fortaleza de la roca apostólica, nos ayudes a disipar las sombras de la increencia y de la cultura de la muerte. Que la Virgen Santísima, que sostuvo al apóstol Santiago, te acompañe en esta Jornada Mundial de la Juventud y, unidos a ti, podamos reemprender en España una nueva evangelización.

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El Espíritu despertará a las conciencias dormidas
+ Joaquín María López de Andújar
, obispo de Getafe

Creo que la Jornada Mundial de la Juventud y la Visita del Santo Padre empezó a dar frutos desde el momento mismo en que se anunció que iba a ser en Madrid. Puedo decir que, en lo que yo conozco, que es nuestra diócesis de Getafe, se está produciendo una auténtica movilización, no sólo de los jóvenes, sino de toda la Iglesia. Una movilización que, según se va aproximando la fecha de la llegada del Papa Benedicto XVI, va creciendo en intensidad.

Ya la visita del Cruz y del Icono de la Virgen fue para nosotros una fuerte llamada del Señor para unirnos en la oración y para crecer en la fe y en el espíritu apostólico. Recuerdo que, cuando íbamos recorriendo, llevando la Cruz, la calles de una de las grandes ciudades de nuestra diócesis, y veíamos las caras indiferentes de algunas personas jóvenes que transitaban por ellas, muchos de nosotros, a la vez que sentíamos el gozo de conocer y de amar a Jesucristo, también nos preguntábamos: ¿Cómo transmitir a toda esta gente la alegría que nosotros sentimos? ¿Cómo hacerles sentir que mirando a Cristo y dejándose mirar por Él encontrarán la luz de la vida?

Estoy seguro de que la Jornada Mundial de la Juventud va a ser un acontecimiento en el que sentiremos, con mucha fuerza, la presencia del Espíritu Santo entre nosotros. El Espíritu Santo va a despertar la conciencia dormida de muchos jóvenes que, habiendo conocido a Jesucristo, no terminan de dejarse llenar por Él; va a afianzar la fe de los que ya le conocen y le siguen; y va a suscitar vocaciones de entrega plena al Señor, en la vida consagrada, en el sacerdocio y en la familia. Y estoy seguro de que muchos alejados y no creyentes, al ver el testimonio de una Iglesia viva, alegre, universal y esperanzada, y al escuchar la palabra del Santo Padre, guiados por el Espíritu Santo, van a abrir los ojos a la fe y van a descubrir en Jesucristo y en la Iglesia, que es su Cuerpo, ese tesoro escondido, que, quizás, durante mucho tiempo venían buscando y no terminaban de encontrar.

Me admira ver cómo están trabajando nuestros voluntarios, tanto jóvenes como adultos. Han sabido unir a su competencia profesional un gran amor a la Iglesia y un deseo intenso de servir con su trabajo a la evangelización de los jóvenes. Y lo que más me admira es ver la forma y el espíritu de caridad y de grandeza de alma con que están sabiendo afrontar los nerviosismos y desajustes inevitables en un evento de tal magnitud. Dios está actuando en ellos y ellos se estén dejando llevar por Dios. Todo es una bendición. Demos gracias a Dios. Y que Él nos dé luz y fortaleza para acoger con docilidad las enseñanzas del Santo Padre y para recoger y hacer muy fecundos los frutos de este gran acontecimiento eclesial.

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Cristo tiene la última palabra: que hable
+ Rafael Zornoza
, obispo auxiliar de Getafe

Un libro abierto: eso son las Jornadas Mundiales de la Juventud. Mejor dicho, un Evangelio que proclama la Buena Nueva, el gozo del encuentro con el Señor, su presencia, la renovación de la vida cuando es vivida con Él, y la transformación de las relaciones humanas. Lo atestiguan, desde hace veinticinco años, miles de matrimonios, sacerdotes y religiosas -muchos de los que yo conozco-, marcados para toda su vida. He presenciado en cada Jornada una gran misión, un camino para todos cargado de la experiencia de Dios -que el Beato Juan Pablo II transmitía por los cuatro costados-, traducida al instante en comunión real y catolicidad, en invitación, apertura y unión en el Señor con todas las lenguas, razas, culturas o realidades sociales.

He sido testigo de un diálogo atrevido y cautivador: el de un padre que escucha de veras el corazón de los jóvenes, y que sabe responder, que se hace compañero cercano y que los conduce como pastor a una conversación superior con quien tiene respuestas de vida eterna, con Cristo, porque Él es la Verdad y el amigo incomparablemente mejor. Pude ver cómo la vida verdadera y la libertad eclipsaron el eclipse de Dios en Santiago, Czestochowa, Toronto o París; y cómo en Colonia y Sídney, la razón y el amor sacaron al mundo secularizado de la amnesia de lo esencial.

Se dice que Juan Pablo II fue el Papa de los jóvenes porque creía en ellos. A mi entender, porque creía profundamente en el Señor -que nunca defrauda-, se lo presentó sin miedo, dado que conocía bien sus ilusiones y sus decepciones, y la desoladora orfandad de muchos. La gracia de Dios y la comunión orante de la Iglesia hicieron el resto. Confortado en María, nos quitó el temor, y apoyado en la cruz fue exigente.

Regresa a España este tesoro de gracia y de luz, la Jornada Mundial de la Juventud, con los dos rasgos que definen hasta ahora el camino del Vicario de Cristo entre los jóvenes: caridad y claridad. De nuevo en Madrid, con Benedicto XVI, Cristo tiene la última palabra: que hable. Dejémonos seducir de nuevo. La suerte del mundo depende de una nueva Humanidad que lo revitalice y rejuvenezca, de una nueva ola de santidad que le devuelva la alegría. La sociedad del tercer milenio aguarda nuestra esperanza.