Católicos y Vida Pública - Alfa y Omega

Católicos y Vida Pública

Manuel Cruz

Cada año, cuando se celebra el ya imprescindible Congreso de Católicos y Vida Pública, se reitera una pregunta ya clásica en los medios: ¿Hay lugar para los católicos en la actividad política? La respuesta es obvia: claro que sí. Más aún: estamos obligados.

Ahora bien, la misión del católico no es competir confesionalmente con otros en un supuesto partido católico que, en el caso inimaginable de ganar las elecciones, no podría imponer a nadie su ideario. La religión, se nos recuerda continuamente, no se impone, se propone.

Se trata de participar activamente en la construcción de la democracia en pro del bien común, que, por cierto —¡ja!— todos los partidos dicen defender aunque se muestren indiferentes —…cuando no beligerantes— ante la realidad religiosa.

Hubo un tiempo en que el Partido Popular —parole, parole, parole…— hundía sus raíces en el humanismo cristiano y prometía reformar la ley del aborto, los cambios introducidos en el Registro Civil del que se ha borrado hasta la noción de paternidad y maternidad, la ideológica Educación para la ciudadanía, etc. A medida que se olvidaba de sus promesas y se producía la conocida sangría de votantes que un día le dieron la mayoría absoluta, han aparecido partidos antisistema que, a su vez, han radicalizado a lo que se consideraba la izquierda civilizada: el socialismo. Otro ¡ja!

En definitiva, ¿tiene al católico alguna opción a la hora de votar? Mucho me temo que se verá obligado a discernir entre lo ya conocido y lo peor por conocer. El PP, al menos, al que le llega todavía alguna savia de sus raíces humanistas, defiende la libertad religiosa, la aconfesionalidad del Estado, la enseñanza evaluable de la Religión dentro del horario escolar, los colegios concertados…

El PP, en este contexto, es un reducto de libertad frente al adoctrinamiento laicista y el ataque abierto de la izquierda a la Iglesia. Es decir, todavía hoy, a pesar de sus decepciones, al católico le queda una opción razonable, aunque me atrevería a preguntar cuántos católicos razonables que no hayan caído en el fariseismo quedan en nuestra sociedad, incluidos los que van a Misa los domingos y a funerales de amigos… Dicho sea con todo el respeto a esos héroes que se lanzan a la calle a defender la vida humana, en contra de unas de las leyes más nefandas y antinaturales que nos ha legado el socialismo.