«El reino de Cristo es un reino de justicia, de amor y de paz» - Alfa y Omega

«El reino de Cristo es un reino de justicia, de amor y de paz»

El Papa Francisco recordó a los presentes que abarrotaban la Plaza de San Pedro que «servir por amor es reinar. Y esta es la realeza de Jesús». En la solemnidad de Cristo, Rey del Universo, el Pontífice afirmó que «Jesús se reveló como Rey en la Cruz, y quien mira la Cruz de Cristo no puede no ver la sorprendente gratuidad del amor»

Cristina Sánchez Aguilar

Cristo es un rey que «no es de este mundo». Esto no significa, recalcó el Papa, «que Cristo sea rey de otro mundo, sino que es rey en otro modo». Es una contraposición entre dos lógicas, «la mundana, que se apoya en la ambición y en la competición, combate con las armas del miedo, del chantaje y de la manipulación de las conciencias», y la lógica evangélica, «aquella de Jesús, que se expresa en la humildad y en la gratuidad, se afirma silenciosamente pero eficazmente con la fuerza de la verdad. Los reinos de este mundo a veces se sostienen con la prepotencia, rivalidad, opresión; el reino de Cristo es un reino de justicia, de amor y de paz».

El Papa concluyó señalando que «la fuerza del reino de Cristo es el amor: por esto, la majestad de Jesús no nos oprime, sino nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón. Cristo es un rey que no nos domina, no nos trata como súbditos, sino que nos eleva a su misma dignidad».

El Papa insistió en que «no se trata ni si quiera de saber cómo sucederán estas cosas, sino de cómo debemos comportarnos, hoy, en su espera. Estamos llamados a vivir el presente, construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en Dios».

Texto completo del discurso del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este último domingo del año litúrgico celebramos la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo. Y el Evangelio de hoy nos hace contemplar a Jesús mientras se presenta ante Pilatos como rey de un reino que «no es de este mundo». Esto no significa que Cristo sea rey de otro mundo, sino que es rey en otro modo. Se trata de una contraposición entre dos lógicas. La lógica mundana se apoya en la ambición y en la competición, combate con las armas del miedo, del chantaje y de la manipulación de las conciencias. La lógica evangélica, aquella de Jesús, en cambio se expresa en la humildad y en la gratuidad, se afirma silenciosamente pero eficazmente con la fuerza de la verdad. Los reinos de este mundo a veces se sostienen con la prepotencia, rivalidad, opresión; el reino de Cristo es un «reino de justicia, de amor y de paz».

¡Jesús se ha revelado rey en el evento de la Cruz! Quien mira la Cruz de Cristo no puede no ver la sorprendente gratuidad del amor. Hablar de potencia y de fuerza, para el cristiano, significa hacer referencia a la potencia de la Cruz y a la fuerza del amor de Jesús: un amor que permanece firme e íntegro, incluso ante el rechazo, y que se presenta como el cumplimiento de una vida donada en la total entrega de sí en favor de la humanidad. En el Calvario, los presentes y los jefes se burlan de Jesús clavado en la cruz, y le lanzan el desafío: «¡Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!». Pero paradójicamente la verdad de Jesús es aquella que en forma de ironía le lanzan sus adversarios: «¡No puede salvarse a sí mismo!». Si Jesús habría bajado de la cruz, habría cedido a las tentaciones del príncipe de este mundo; en cambio Él no puede salvar a sí mismo justamente para poder salvar a los demás, para poder salvar a cada uno de nosotros de nuestros pecados.

Esto lo entiende uno de los dos ladrones que son crucificados con Él, llamado el buen ladrón, que le suplica: «Jesús, acuérdate de mí cuando entraras a tu reino» . La fuerza del reino de Cristo es el amor: por esto la majestad de Jesús no nos oprime, sino nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón. Cristo es un rey que no nos domina, no nos trata como súbditos, sino nos eleva a su misma dignidad. Jesús nos hace reinar junto a Él , porque, como dice el Libro del Apocalipsis, «ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes para su Dios y Padre». Pero reinar como Él significa servir a Dios y a los hermanos; un servicio que surge del amor. Servir por amor es reinar: esta es la majestad de Jesús.

Ante tantas laceraciones en el mundo y tantas heridas en la carne de los hombres, pidamos a la Virgen María sostenernos en nuestro compromiso de imitar a Jesús, nuestro rey, haciendo presente su reino con gestos de ternura, de comprensión y de misericordia.

Traducción: RV