Un cole para aprender a ser padres... e hijos - Alfa y Omega

Un cole para aprender a ser padres... e hijos

Desde hace tres años, padres, educadores, sacerdotes y alumnos de varios colegios de Santiago acuden a la escuela familiar abierta en el seminario menor

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Un momento de la escuela de familias de noviembre, en el seminario menor. Foto: Arzobispado de Santiago de Compostela

Es el tercer curso escolar en el que un grupo de familias, docentes y alumnos comparten aula en el seminario menor de la Asunción de Santiago de Compostela. Y aunque en estas clases no se pone nota ni hay exámenes, sí hay muchas ganas de aprender.

Por su trabajo con las familias del centro –que funciona también como colegio diocesano para la ESO y Bachillerato–, el equipo docente vio la necesidad de crear un punto de encuentro entre los miembros de la comunidad educativa, donde concretar la constante llamada a la unidad de criterio entre familia y escuela tan invocada en la Iglesia. Así nació la Escuela de familias de la archidiócesis de Santiago, que desde el primer momento está abierta a todos los colegios, institutos y parroquias de la ciudad. El objetivo es abrir la realidad de la Iglesia a quienes están lejos de ella, y el trabajo en red.

Una tarde al mes

En cada sesión de la Escuela de familias, que se celebra una tarde de viernes al mes, comparten pupitre alumnos con sus madres, tíos, profesores, tutores… Y abordan temas que parten de situaciones cotidianas como los estudios, las peleas padres-hijos o la educación según las edades, para ir un paso más lejos: más allá de que los hijos aprueben Matemáticas, ordenen su habitación o sean obedientes, los padres «quieren aprender a estar siempre presentes en la vida de sus hijos y a educarlos para que tengan recursos para enfrentarse a la vida en plena forma», dicen los organizadores de esta iniciativa.

Un momento de la escuela de familias de noviembre, en el seminario menor. Foto: Arzobispado de Santiago de Compostela

El resultado de cada sesión sorprende a los padres y a los hijos. «Al principio era raro y me daba vergüenza estar sentado al lado de mi madre», explica Javi, un alumno de 3º ESO, «pero ahora me gustan los temas que tratamos, y veo que detrás de lo que dicen los padres hay mucho amor». Y Fernando, padre de un alumno de Bachillerato, añade que «los padres no tenemos espacios para hablar juntos de la educación de nuestros hijos; nos sentimos solos y sin manual de instrucciones. Así que hablar y escuchar de mis preocupaciones y de las de la familia que tengo enfrente, me anima, veo que tampoco lo hacemos tan mal y generamos lazos de amistad con familias de amigos de mi hijo».

Algo parecido piensa Begoña, madre de otro alumno, que relata su satisfacción «por hablar con otros padres, ver que se sienten tan perdidos como yo, e ir apoyándonos. Veo que muchas veces me preocupo por tonterías, y otra familia que ha pasado por lo mismo puede contarme cómo lo han gestionado».

Psicólogos, docentes, sacerdotes…

Por la escuela –cuya última sesión se celebró el viernes 13 para abordar el tema de Adolescencia y nuevos retos–, han pasado ya como ponentes varios educadores, profesores de Universidad, psicólogos, sacerdotes y madres y padres de familia para transmitir su experiencia profesional y personal en temas relativos a la afectividad, la motivación, la prevención de conductas de riesgo, las nuevas tecnologías…

«Hemos descubierto que hay que dejar espacio para disfrutar de nuestros hijos, que en la familia debemos hacer equipo, que educar también es alegría y saber usar el humor. Hemos recuperado la memoria emocional de nuestros años adolescentes y la hemos confrontado con la de nuestros hijos, y nos hemos sentido mucho más cerca, porque lo que nos separa es el miedo a hacerlo mal, a no saber hacerlo, a fracasar», explican los organizadores de la iniciativa. Y concluyen: «Queda mucho por hacer. Hay que romper la soledad como familias. Tenemos mucho miedo al qué dirán, a la mirada ajena. Pero si hablas con otros de lo que no te deja dormir, el miedo empequeñece, y puedes afrontarlo».

Yolanda Gómez. Santiago de Compostela