¡Bienvenido de nuevo a España! - Alfa y Omega

¡Bienvenido de nuevo a España!

Lluis Martínez Sistach
Benedicto XVI reza el Angelus ante la basílica de la Sagrada Familia

Una de las ocasiones en que uno toma la pluma con mayor gozo es cuando tiene la oportunidad de hacerlo para dar la bienvenida al Santo Padre. Lo hago invitado por el director de Alfa y Omega, y con especial satisfacción y gran esperanza. El gozo de recibir al Sucesor de Pedro, la esperanza que su Visita apostólica nos ayude a hacer realidad lo que anuncia el lema de la JMJ de 2011 en Madrid: Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe.

En nuestro país nos podemos considerar afortunados y obligados a un sentimiento de gratitud hacia el Papa Benedicto XVI. En los seis años de su pontificado, hemos tenido ocasión, hasta ahora, de darle tres veces la bienvenida a España. Y esperamos –y pedimos a Dios– que esta nueva presencia suya entre nosotros, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, no sea la última.

El 8 de julio de 2006, el Papa venía a Valencia para participar en el V Encuentro Mundial de las Familias y presidir sus actos finales. El Viaje estuvo precedido de un accidente en el suburbano de la ciudad, con víctimas mortales, con cuyos familiares el Papa se quiso solidarizar en un acto realizado inmediatamente de su llegada a la capital levantina. El Papa hizo un llamamiento a la conciliación y rehusó entrar en cuestiones polémicas, porque -como él mismo declaró-venía para hablar de la belleza de la familia cristiana en el contexto de la Iglesia universal, dimensión muy clara por el carácter mundial del acto que venía a clausurar. Dentro de la brevedad del Viaje, dos días, encontró tiempo para recibir a los miembros de la Conferencia Episcopal y dejarnos el texto de un bello Mensaje a los obispos de España. Visitó la catedral y la basílica de la Virgen de los Desamparados. También realizó una visita a los Reyes, que se trasladaron a Valencia para recibirle y despedirle en Manises y acompañarle en la misa en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Para saludar a los reyes, el Papa se trasladó al Palau de la Generalitat valenciana y, más tarde, en el palacio arzobispal, recibió al Presidente del Gobierno y a su esposa. Me emociona recordar ahora que, en este palacio episcopal de Valencia, el Papa fue huésped del cardenal Agustín García Gasco, que nos ha dejado recientemente. El cardenal falleció en la ciudad de Roma, donde había ido para participar en la beatificación del pasado día 1 de mayo. Orando ante sus restos mortales en la misma Roma, y en las exequias por su eterno descanso, celebradas en la catedral de Valencia, venían a mi memoria su alegría por aquellos días -un sábado y un domingo- en que le cupo el alto honor y responsabilidad de recibir al Santo Padre en Valencia.

De este primer Viaje del Papa a España recordaremos, sobre todo, sus dos discursos de clausura del V Encuentro Mundial de las Familias, tanto en el encuentro festivo y testimonial del sábado 8 de julio, como en la santa Misa con que terminó el Encuentro, el domingo 9 de julio.

Breve pero intenso fue también su segundo Viaje, todavía tan reciente y tan vivo en nuestra memoria: el de los días 6 y 7 de noviembre del 2010, con su presencia en Santiago de Compostela y Barcelona. Tanto en la capital de Galicia como en la capital de Cataluña, el que ha sido calificado como el Papa teólogo y el Papa de la palabra nos dejó sendos mensajes de gran contenido. En Santiago, por la significación europeísta de la ciudad del Apóstol -en el marco también del Año Santo jacobeo y de la celebración del octavo centenario de su catedral-, habló para España y también para toda Europa.

En Barcelona, en el marco incomparable de la basílica que ideó Antoni Gaudí, artista genial y auténtico cristiano, nos habló de la belleza como mediación hacia la trascendencia y de la belleza de la familia, para la que pidió el apoyo de las autoridades y de la sociedad. En el palacio episcopal, donde tuve el honor de acogerle, la noche del 6 de noviembre y la jornada del día 7, conservo con emoción las palabras que me dijo en el momento del almuerzo, tras haber presidido la ceremonia de la dedicación de la basílica de la Sagrada Familia: «Me llevo un recuerdo inolvidable del acto de esta mañana». Esta misma impresión me la repitió al pie de la escalerilla del avión que le devolvía a Roma, en aquella tarde dominical, después de haber efectuado, a primeras horas de la tarde, una emocionante visita a una obra diocesana centenaria al servicio de personas discapacitadas: la Obra del Nen Déu.

Estamos ahora a punto de darle, por tercera vez, nuestra bienvenida al Santo Padre Benedicto XVI. Esta vez el anfitrión será Madrid, y su cardenal arzobispo, el doctor Antonio María Rouco Varela. El Papa viene de nuevo a España. Viene para un acto de alcance mundial: la Jornada Mundial de la Juventud que, por segunda vez, se reúne en nuestro país. La anterior, en 1989, tuvo como escenario Santiago de Compostela y el emblemático Monte del Gozo. Allí, Juan Pablo II habló ante medio millón de jóvenes de todo el mundo. En aquella ocasión, el Papa polaco visitó también Oviedo y el santuario de Covadonga y, tan amante él de la montaña desde su juventud, todavía pudo disponer de un corto espacio de tiempo para pasear y contemplar los paisajes en torno al santuario de la Santina.

Ahora, el sucesor de Juan Pablo II viene de nuevo para presidir los actos finales de una Jornada Mundial de la Juventud. ¡Gracias, Santidad, por venir esta tercera vez: Sed bienvenido! Gracias por venir a confirmarnos en la fe; por venir a hablar a los jóvenes de Jesucristo, de la fe y de la santa Iglesia, que es Madre y Maestra de todos, y que toda su consistencia, como nos recordasteis en vuestra anterior Visita, no está en ella, sino en Cristo. Nos hemos preparado espiritualmente para disponer nuestro espíritu para acogeros de nuevo, para escuchar vuestra palabra, para orar con Vuestra Santidad y por Vuestra Santidad, para animar a los jóvenes a ser los evangelizadores del mundo juvenil y para que todos salgamos de la JMJ de 2011 más comprometidos en ser testigos de Cristo y de su Evangelio en el mundo de hoy. ¡Ayudadnos a ello, Santo Padre!