Desde Madrid y para todos los jóvenes del mundo - Alfa y Omega

Desde Madrid y para todos los jóvenes del mundo

Redacción

Serán muchos los jóvenes que lleguen a Madrid. Vendrán desde los más diferentes puntos de la geografía mundial. Quieren encontrarse con el Papa. La convocatoria es importante. Los jóvenes llaman a los jóvenes para hablar juntos de las cosas de Dios y de las de los hombres. Y escuchar la palabra y el mensaje que Benedicto XVI les va a ofrecer. Será un precioso regalo, y como una guía espiritual y libro de ruta para unos jóvenes que están construyendo el futuro.

La convocatoria, en sí misma, es ya un acontecimiento de gran importancia: unos valores in
discutibles de comunicación, de intercambio, de apoyo recíproco, de revisión de vida, de oración comunitaria, de saber compartir iniciativas, proyectos e ilusiones. A todo ello hay que añadir el incuestionable valor de ejemplaridad y testimonio que nos ofrecen estos jóvenes, que llegan a la Jornada Mundial de la Juventud sintiéndose miembros vivos y activos de la Iglesia y testigos de Cristo en medio del mundo.

En este encuentro de los jóvenes con el Papa, hay dos columnas fundamentales sobre las que se apoyan los objetivos de la Jornada: la comunión y la esperanza. Es decir, esa unidad de todos los jóvenes del mundo con Benedicto XVI y con la Iglesia. Y la esperanza, que no es cuestión de tiempo y futuro, sino de camino emprendido en fidelidad al mensaje de Jesucristo. Serán muchos millones de jóvenes, bastantes más de los que se darán cita en Madrid, los que han de participar en esta Jornada. Porque se desbordarán las fronteras de Madrid y de España, pues esta Jornada Mundial de la Juventud quiere abarcar absolutamente a todos los jóvenes del mundo. Unos están más cerca de nosotros, por compartir la misma fe en Jesucristo, otros pueden estar lejos de todo lo que signifique una vivencia religiosa o que siguen un credo religioso distinto al nuestro.

En esta mesa grande de la Jornada Mundial de la Juventud, queremos que estén presentes, en una u otra forma, todos los jóvenes del mundo. Una fiesta tan grande no debe quedar reducida a un grupo, por muy numeroso que sea. Lo que tenemos, a todos se les ha de ofrecer. Sin imponer nada a nadie, pero abriendo las manos y la fe que el Señor nos ha dado, para que todos puedan disfrutar de lo que es un patrimonio que Dios quiere para todos los hombres y mujeres del mundo.

Madrid tiene que hacerse tan grande que aquí puedan estar todos los jóvenes del mundo. Estarán en el recuerdo, en la oración, en los proyectos de solidaridad, en las acciones de caridad fraterna, en el ofrecimiento de nuestra forma de vivir siguiendo a Cristo.