Sus empleados le dijeron: «No nos sentimos personas»... Y cambió - Alfa y Omega

Sus empleados le dijeron: «No nos sentimos personas»... Y cambió

Directivos cristianos han compartido en Madrid sus experiencias sobre cómo aplicar en el mundo de la empresa la doctrina social de la Iglesia

María Martínez López
Los trabajadores de Autos de la Huasteca, durante uno de los talleres para la implantación del protocolo de responsabilidad social empresarial. Foto: Autos de la Huasteca

Julio Galindo, propietario de un concesionario en San Luis Potosí (México), se quedó de piedra cuando un empleado le dijo: «Aquí no nos sentimos personas». El shock se explica porque Galindo, además de dueño de Autos de la Huasteca, era el presidente en su ciudad de la Unión Social de Empresarios de México (USEM), una organización que promueve los valores del Evangelio en el trabajo. Galindo había hecho su diplomatura de Doctrina Social Cristiana, y en 2012 decidió aplicar su Protocolo de Responsabilidad Social Empresarial centrada en la persona.

Descubrir hasta qué punto llegaba el descontento de sus empleados «fue muy triste, y un gran reto que afrontó con humildad», explica a Alfa y Omega su amigo Homero Garza, director general de la Universidad San Pablo, de la misma ciudad. Comenzó entonces un proyecto de tres años para enderezar la situación. Durante un año, la empresa dedicó varias horas a la semana a la capacitación de trabajadores y a pensar entre todos cómo aplicar el protocolo, que pretende que la relación de la empresa con todo su entorno se rija por los principios de dignidad de la persona, destino universal de los bienes, subsidiariedad, solidaridad y participación. Tres gerentes se formaron en doctrina social de la Iglesia. Ahora, se ofrece a los trabajadores que lo deseen estudios de Bachillerato y formación profesional, se les remunera cuando se cumplen los objetivos, y se financian proyectos sociales en la zona.

La reforma ya tiene resultados visibles: «El ambiente de trabajo ha mejorado mucho», se han generado nuevas ideas, y el índice de rotación –personas que abandonan la empresa– ha pasado del 38 % al 5 %».

Garza presentó el caso de Autos de la Huasteca durante el congreso internacional Educación para la gestión cristiana en el siglo XXI, celebrado el 26 de noviembre en el colegio mayor San Pablo y organizado por la Federación Internacional de Asociaciones de Empresarios y Directivos Cristianos (UNIAPAC), Acción Social Empresarial (ASE) y la Asociación Católica de Propagandistas. Lo inauguró monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Madrid.

40.000 trabajadores… y propietarios

Empresarios de diversos países compartieron durante el encuentro experiencias tan diversas como la del concesionario de coches mexicano, que cuenta con 75 empleados o la de la Corporación Mondragón, décimo grupo empresarial de España, con 74.000 trabajadores. Unos 40.000 son además propietarios en las 103 cooperativas que, junto con otro centenar de empresas, integran el grupo. En Mondragón, no hay grandes diferencias en los salarios, y los beneficios se reinvierten en un fondo de pensiones, centros de investigación y un fondo de solidaridad que permite ayudar a las cooperativas en apuros.

Su fundador, el sacerdote y siervo de Dios José María Arizmendiarrieta, quiso aplicar la propuesta de la encíclica Quadragesimo anno de que los trabajadores participaran en los resultados, gestión y propiedad de la empresa. «Ahora, estamos trabajando para que se puedan constituir sociedades civiles particulares que apliquen estos principios de las cooperativas a las empresas normales. También estamos reflexionando sobre cómo podríamos fomentar la cooperación entre empresas», incluso si no forman parte del mismo grupo, explica a Alfa y Omega Juan Manuel Sinde, ex director financiero del grupo.

«Los payeses ganarán más»

El papel de los empresarios para fomentar el bien común fue una línea central del Atrio de los Gentiles 2015 que organizaron, del 25 al 27 de noviembre, el Consejo Pontificio para la Cultura, el Foro Ecuménico Social y las universidades Rey Juan Carlos, Pontificia Comillas –a través de su Cátedra de Ética Económica y Empresarial–, y Pontificia de Salamanca. Empresarios y directivos compartieron reflexiones con el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio, y académicos como Stefano Zamagni, de la Universidad de Bolonia.

Participó Inés Gomis, que pertenece a la séptima generación de una empresa familiar textil y agrícola. «Mi madre siempre ha contado que mi abuelo ponía guarderías para los hijos de las trabajadoras. Y he encontrado una carta de mi bisabuelo a su sobrino con consejos sobre el cultivo de la remolacha. Le decía: “Yo gano dinero por otro lado, pero así también los payeses ganarán más”».

Gomis ha desarrollado su vida laboral primero por cuenta ajena y después como autónoma en una consultoría. Como directiva de empresas, «apliqué prácticas de conciliación cuando nadie lo hacía. Me tuve que enfrentar con algunos directivos por ello». El tiempo le dio la razón al demostrar que, con estas medidas, las personas a su cargo trabajaban mejor. En su labor como consultora, «siempre pregunto a las empresas con las que trabajo por su código ético, y les sugiero cómo implementar bien la responsabilidad social».

Universidades, «conciencia ética» de la empresa

Una universidad católica «está obligada a afrontar con rigor y con audacia temas de tanto calado» como los del Atrio de los Gentiles de la semana pasada «en torno a la ética, la economía y el bien común –afirmó el viernes, en la clausura de este encuentro, Myriam Cortés Diéguez, rectora de la Universidad Pontificia de Salamanca–. Por muy técnicas y especializadas que sean las cuestiones de la economía, esta misma palabra conserva su etimología de cosas de la casa; es decir, la economía no escapa al buen sentido, al cuidado diligente y primoroso de los recursos y a su uso justo y equilibrado. La visión del hombre y de la historia que tiene la fe cristiana quiere ofrecer su palabra, en relación con este tema, en un conjunto de propuestas plurales y diversas, que responden a patrones distintos tanto desde el punto de vista de los modelos éticos como de los modelos económicos, propuestas todas que están llamadas a buscar caminos de justicia para los hombres y las mujeres de hoy».

Antes de la intervención de Cortés, había tenido lugar una mesa redonda sobre Ética, negocios y bien común. En ella, Juan José Almagro, presidente del Consejo de la cátedra de Responsabilidad Social de la Universidad de Alcalá de Henares, reivindicó el papel de las universidades en la «era de la nueva responsabilidad social». Ya no basta con el compromiso, las empresas deben desarrollarse en un escenario más humano, más habitable, donde cuente el compromiso solidario». Y, para ello, las universidades «tienen que ser la conciencia ética, social y crítica» de las empresas.

José Luis Fernández Fernández, director de la cátedra de Ética Económica y Empresarial de la Universidad Pontificia Comillas, explicó que generar dinero no es la misión de una compañía, sino la consecuencia de que esta realice de forma adecuada su labor. Y añadió: «Solo hay una manera de hacer una empresa: enraizándola firmemente en la ética, sin hacer daño, haciendo el bien, y respetando la dignidad de la persona».