La fe, la perla de África - Alfa y Omega

La fe, la perla de África

Cristina Sánchez Aguilar
Encuentro con jóvenes keniatas. Foto: AFP Photo/Jennifer Huxta

«No soy católico, pero gracias a la visita del Papa Francisco he conocido mejor lo que hacen en mi país y me gusta mucho. Los católicos animan a ser solidarios, a luchar contra la corrupción». Un periodista keniata escribía esto unos días después de la marcha del Santo Padre. Esta es una de las consecuencias del paso del huracán Francisco. «Este tipo de comentarios me animan mucho», reconoce el sacerdote Lawrence Muthee, misionero del Verbo Divino. «Cada vez hay más sectas en Kenia que van contra la Iglesia católica y, como nosotros no publicamos todo lo bueno que hacemos, tenemos mala prensa. Pero gracias a la visita del Papa, muchos nos han visto con otros ojos».

La mejora no solo ha llegado a la opinión de los más alejados. «En la propia parroquia ha habido un aluvión de solidaridad», cuenta el sacerdote. Lawrence trabaja en un suburbio de Nairobi, en una parroquia con capacidad para 4.000 personas y a la que cada domingo –hay cinco Misas– acuden más de 12.000 personas. El domingo, dos días después de que el Papa se marchara a Uganda, «celebrábamos el Día de la cosecha. Un domingo al año, previo a la Navidad, los fieles traen comida de sus casas para repartir entre los vecinos más necesitados», explica Muthee. Pues bien, esta vez «estuve más de una hora en cada Misa recogiendo alimentos, algo que no había ocurrido nunca. El mensaje del Papa ha calado en los corazones de las personas».

El Papa visitó el viernes el suburbio de Kangemi, en Nairobi, Kenia (también abajo). Foto: AFP Photo/L’Osservatore Romano

La injusticia de la marginación

Ya lo dijo Francisco en su visita al suburbio de Kangemi: «La sabiduría de los barrios populares brota de la empecinada resistencia de lo auténtico, de valores evangélicos que la sociedad opulenta, adormecida por el consumo desenfrenado, pareciera haber olvidado». La parroquia de Lawrence, como Kangemi, es la periferia, pero sus habitantes son «capaces de tejer lazos de pertenencia y convivencia que convierten el hacinamiento en una experiencia comunitaria donde se rompen las paredes del yo y se superan las barreras del egoísmo». En este Día de la cosecha las palabras del Papa a los descartados cobraron vida: «La cultura de los barrios populares se expresa en valores como la solidaridad, dar la vida por el otro, preferir el nacimiento a la muerte, ofrecer un lugar para el enfermo en la propia casa, compartir el pan con el hambriento».

Reconocer estas manifestaciones «de vida buena no implican desconocer la atroz injusticia de la marginación urbana», según recalcó el Papa. Esta marginación «tiene consecuencias terribles en las familias. La pobreza genera angustia y violencia, los matrimonios no se soportan, tenemos niñas que ya son madres, los niños acaban cayendo en el sida o en las bandas porque no pueden ir a la escuela…», explica el misionero del Verbo Divino.

Durante su visita a la barriada de chabolas, Francisco hizo alusión a esta problemática: «El contexto de indiferencia y hostilidad que sufren los barrios populares –no hay acceso al agua potable, ni a la luz, ni al alcantarillado, ni a hospitales y escuelas…– se agrava cuando la violencia generalizada y las organizaciones criminales utilizan a niños y jóvenes como carne de cañón para sus negocios ensangrentados. Conozco los padecimientos de las mujeres que luchan heroicamente para proteger a sus hijos e hijas de estos peligros».

Foto: AFP Photo/Carl de Souza

Los jóvenes, en el centro del viaje

La preocupación del Papa por los jóvenes keniatas –y por todos los jóvenes africanos, porque, como dijo en el viaje de vuelta a Roma, sus mensajes han ido dirigidos a todo el continente– quedó patente en su encuentro del viernes en el estadio Kasarani de Nairobi. «¿Ustedes quieren superar los desafíos, o dejarse vencer?», preguntó. Soltando el discurso oficial y hablando en castellano, Francisco recordó a los jóvenes que la corrupción no es solo pecado de los políticos, sino que es algo que se mete dentro de cualquiera. «Es como el azúcar, nos gusta y es fácil, pero luego terminamos diabéticos. Cada vez que aceptamos una moneda y la metemos en el bolsillo, destruimos nuestro corazón y nuestra patria».

También advirtió a los líderes religiosos en el encuentro en la Nunciatura del otro peligro para la juventud: «Con demasiada frecuencia se radicaliza a los jóvenes en nombre de la religión para sembrar la discordia y el miedo, y para desagarrar el tejido de nuestras sociedades».

Secuestros y sida en Uganda

Ya en Uganda, el Papa puso rostro a la violencia a la que están sometidos muchos jóvenes a través de la historia de Emmanuel. Este joven fue secuestrado en 2003 –junto con otros 41 estudiantes del Seminario Menor del Sagrado Corazón– por el Ejército de Resistencia del Señor (LRA), conocido mundialmente por su sangriento líder, Joseph Kony. Tras tres meses de torturas «escapé, gracias a Dios Misericordioso, que me guió», pero muchos otros murieron, contó Emmanuel en el encuentro de los jóvenes en Kampala con el Papa. «Mi corazón está lleno de dolor, pero ha encontrado el perdón», prosiguió. También Winnie contó su testimonio a Francisco. Como ella, miles de jóvenes africanos sufren el azote del sida. «Tengo 24 años, y soy seropositiva. Mis padres murieron cuando tenía siete años, y gracias a mis tías sobreviví, porque ellas me ayudaron a obtener los medicamentos, que eran demasiado caros». La ugandesa reconoció que los jóvenes que viven con VIH «necesitamos sentir amor y apoyo, no rechazo», y afirmó que gracias a la fe, «tomé las riendas de mi vida, porque supe que Dios me ama y me quiere».

Paulina López, misionera del Sagrado Corazón de Jesús, lo corrobora desde Uganda: «El sida es un estigma en los jóvenes, pero es que la pobreza genera situaciones desesperadas, y muchas chicas se venden para conseguir pagar las facturas o la universidad, incluso para pagar la comida».

El Papa volvió a soltar los papeles e improvisando dijo a los presentes que «como Emmanuel y Winnie, hay que transformar lo negativo en positivo. Pero eso solo se consigue con la gracia de Dios, y con la oración. ¿Están dispuestos a transformar el odio en amor?», les preguntó.

La herencia de los mártires

Uganda «ha sido bendecida por sus mártires». Lo resaltó Francisco en cada uno de los actos en el país africano. A los jóvenes les recordó que «son un pueblo de mártires, y por eso tienen la fe que tienen ahora», que calificó como «la perla de África». El Papa, que presidió la Misa por los 50 años de la canonización de los 22 mártires de Uganda, pidió durante sus encuentros con las autoridades, con los maestros, con los sacerdotes y con las familias que «sean testigos de esta santidad» heredada de sus compatriotas. Especialmente pidió a las familias que «sean signos cada vez más evidentes del amor paciente y misericordioso de Dios hacia todos los que pasan necesidad», y a los sacerdotes «que no cierren sus puertas y oídos al grito de los pobres».

Visita al santuario anglicano de los mártires de Namugongo. Foto: REUTERS/James Akena

La última parada de su viaje a Uganda fue la visita al clero y los religiosos. Les pidió «fidelidad, seguir regando la fe con nuevos testimonios y nuevas misiones». Si no, «la perla de África terminará guardada en un museo». El Santo Padre no tuvo reparos en hablar clara y directamente: «No podemos llevar doble vida. Si eres pecador, pide perdón, pero no mantengas escondida la falta de fidelidad».

Paulina corrobora que en Uganda hay un problema con los sacerdotes: «Algunos tienen mujer e hijos, y otros se meten en negocios», reconoce.

Francisco tampoco se olvidó de los consagrados en Kenia. «Nos pidió que seamos auténticos, y que, si no nos sentimos llamados, no sigamos con esta vocación, porque es posible dejarlo y buscar otra cosa. No hay que estar haciendo mal nuestra labor», señala Lawrence desde Nairobi. «La Iglesia no es una empresa ni una ONG, es el misterio de la mirada de Jesús sobre cada uno. Cuando un consagrado se olvida de Cristo crucificado cayó en un pecado que hace vomitar a Dios, el pecado de la tibieza. Cuiden de no caer, hermanos», recalcó el Papa.

Cobertura completa sobre el viaje en el especial El Papa en África