Papa Francisco: «Me confieso cada 15 días porque necesito sentir la misericordia de Dios» - Alfa y Omega

Papa Francisco: «Me confieso cada 15 días porque necesito sentir la misericordia de Dios»

La revista italiana Credere publicó este miércoles 2 de diciembre una entrevista con el Papa Francisco poco antes del inicio del Jubileo de la Misericordia, en la que explica los motivos y las expectativas de esa convocatoria, así como su experiencia personal de la misericordia divina. Siguen amplios extractos de la entrevista

Redacción

¿Cuáles son los motivos de elegir la Misericordia para esta convocatoria?
El tema de la misericordia, se acentúa fuertemente en la Iglesia a partir de Pablo VI. Juan Pablo II lo subrayó con la Dives in Misericordia, la canonización de Santa Faustina Kowalska y la institución de la fiesta de la Divina Misericordia en la Octava de Pascua. En esta línea, he sentido que hay como un deseo del Señor de mostrar a los hombres su misericordia.

Por tanto, no se me ocurrió a mí, he seguido una tradición renovada recientemente, aunque ha existido siempre… Es obvio que el mundo de hoy necesita la misericordia, necesita la compasión, es decir, «padecer con». Estamos acostumbrados a las malas noticias, a las noticias crueles y a las mayores atrocidades que ofenden el nombre y la vida de Dios.

Al mundo le hace falta descubrir que Dios es Padre, que hay misericordia, que la crueldad no es el camino, que la condena no es el camino, porque la misma Iglesia a veces sigue una línea dura, cae en la tentación de seguir una línea dura, en la tentación de subrayar sólo las normas morales, pero mucha gente se queda fuera. Me vino a la mente la imagen de la Iglesia como un hospital de campaña después de la batalla: ¡cuánta gente herida y destruida!… Creo que éste es el tiempo de la misericordia. Todos somos pecadores, todos llevamos pesos dentro. Sentí que Jesús quiere abrir la puerta de su corazón, que el Padre quiere mostrar sus entrañas de misericordia, y por esto nos envía al Espíritu…

Es el año del perdón, el año de la reconciliación. Por un lado vemos el comercio de armas… el asesinato de inocentes en las formas más crueles posibles, la explotación de las personas… de los niños… Está en curso un sacrilegio contra la humanidad, porque el hombre es sagrado, es la imagen del Dios viviente. Y el Padre dice: «Deteneos y venid a mí».

¿Qué importancia ha tenido en su vida personal la Misericordia de Dios?
Como todos los creyentes, yo soy un pecador… estoy seguro de ello. Yo soy un pecador a quien el Señor ha mirado con misericordia. Como dije a los presos en Bolivia, soy un hombre perdonado. Dios me miró con compasión y me perdonó. Incluso ahora cometo errores y pecados, y me confieso cada quince o veinte días. Y si me confieso es porque necesito sentir que la misericordia de Dios todavía está en mí.

Francisco recuerda que tuvo esa sensación de forma especial el 21 de septiembre de 1953, cuando sintió la necesidad de entrar en una iglesia y confesarse con un sacerdote que no conocía y a partir de entonces su vida fue diferente; decidió hacerse sacerdote y aquel confesor, enfermo de leucemia, lo acompañó durante un año.

Murió al año siguiente. Después del funeral lloré amargamente, me sentí totalmente perdido, como con miedo de que Dios me hubiera abandonado. Ese fue el momento en que me topé con la misericordia de Dios y está muy vinculado con mi lema episcopal.

El 21 de septiembre es San Mateo, y el Venerable Beda, hablando de la conversión de Mateo dice que Jesús miró Matteo «atqve eligendo miserabs»… La traducción literal sería «misericordiando y eligiendo», casi como un trabajo de artesanía. «Lo misericordió»: sería la traducción literal del texto.

¿El Jubileo de la Misericordia puede ser una oportunidad para redescubrir la «maternidad» de Dios? ¿Hay un aspecto más «femenino» de la Iglesia que debe valorarse?
Sí. Dios mismo dice en el Libro Isaías que si incluso una madre puede olvidarse de su hijo, «Yo, en cambio nunca me olvidaré de ti». Aquí se ve la dimensión materna de Dios. No todo el mundo entiende cuando se habla de la «maternidad de Dios», no es un lenguaje popular —en el buen sentido de la palabra— parece una palabra para elegidos, así que prefiero usar la ternura, propia de una madre, la ternura de Dios, la ternura nace de las entrañas paternas. Dios es padre y madre.

¿El descubrimiento de un Dios misericordioso, por tanto más «emotivo» que se enternece y se conmueve por el ser humano puede repercutir en un cambio de actitud hacia los demás?
Descubrirlo nos llevará a tener una actitud más tolerante, más paciente, más tierna… En 1994, durante el Sínodo, en una reunión del grupo, dije que había que establecer la revolución de la ternura… y hoy sigo diciendo que la revolución es la de la ternura, porque de ella se deriva la justicia y todo lo demás… Si te pones en el lugar de la otra persona, en lugar de pensar en tus propios bolsillos… las cosas cambian. La revolución de la ternura es lo que tenemos que cultivar como fruto de este año de la misericordia: la ternura de Dios para cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros tiene que decir: «Yo soy un desventurado, pero Dios me ama; entonces también tengo que amar a los demás de la misma manera».

Recuerdo el famoso Discurso de la luna de san Juan XXIII, cuando, una noche saludó a los fieles, diciendo: «Llevad una caricia a vuestros hijos», que se ha convertido en un icono de la Iglesia de la ternura. ¿La misericordia ayudará a las comunidades cristianas a convertirse y renovarse?
Cuando veo a los enfermos, a los ancianos, me sale una caricia espontánea. Es el primer gesto que hacen la mamá y el papá con el bebé recién nacido, el gesto del «te quiero»… «quiero que te vaya bien».

¿Tendrá algún gesto especial durante el Jubileo para testimoniar la misericordia de Dios?
Habrá muchos gestos pero un viernes de cada mes, haré un gesto diferente.

VIS / Redacción