«La misericordia divina debe ser el distintivo del cristiano» - Alfa y Omega

«La misericordia divina debe ser el distintivo del cristiano»

Para Francisco celebrar la Inmaculada implica: «acoger plenamente a Dios y su gracia misericordiosa en nuestra vida; y transformarse a su vez en artífices de misericordia a través de un auténtico camino evangélico»

José Calderero de Aldecoa
Foto: Osservatore Romano

Tras el inicio del Año de la Misericordia y la apertura de la Puerta Santa el Papa Francisco ha dirigido el rezo del Ángelus ante miles de fieles que todavía abarrotaban la plaza de San Pedro.

En sus palabras, el Santo Padre se refirió a la fiesta de la Inmaculada Concepción, de la que dijo que «es nuestra hermana en el sufrimiento, pero no en el mal ni en el pecado». La Inmaculada Concepción «es la primera salvada de la infinita misericordia del Padre», por ello «se ha convertido en icono sublime de la misericordia divina que ha vencido al pecado». Al inicio del Jubileo de la Misericordia «nosotros queremos mirar a este icono con amor confiado y contemplarla en todo su esplendor, imitándola en la fe», dijo Francisco.

El Sumo Pontífice explicó a los fieles que celebrar esta fiesta implica dos cosas: «acoger plenamente a Dios y su gracia misericordiosa en nuestra vida; y transformarse a su vez en artífices de misericordia a través de un auténtico camino evangélico».

Para Francisco, «la fiesta de la Inmaculada se transforma en la fiesta de todos nosotros si, con nuestros “si” cotidianos, conseguimos vencer nuestro egoísmo y hacer más feliz la vida de nuestros hermanos, donarles esperanza, secando aquellas lágrimas y donando un poco de alegría».

La Virgen Santa «nos ayude a redescubrir siempre más la misericordia divina como distintivo del cristianos. Esa es la palabra-síntesis del Evangelio», concluyó el Papa.

Palabras del Papa durante el Ángelus

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

La fiesta de hoy de la Inmaculada nos hace contemplar a la Virgen, que, por individual privilegio, ha sido preservada del pecado original desde su concepción. Aunque vivía en el mundo marcado por el pecado, no fue tocada: es nuestra hermana en el sufrimiento, pero no en el mal y ni en el pecado. Más bien, el mal en ella ha sido batido antes aún de tocarla, porque Dios la ha llenado de gracia (cfr. Lc 1, 28). La Inmaculada Concepción significa que María es la primera salvada de la infinita misericordia del Padre, tal primicia de la salvación que Dios quiere donar a cada hombre y mujer, en Cristo. Por esto la Inmaculada se ha convertido en icono sublime de la misericordia divina que ha vencido el pecado. Y nosotros, hoy, al inicio del Jubileo de la Misericordia, queremos mirar a este icono con amor confiado y contemplarla en todo su esplendor, imitándola en la fe.

En la concepción inmaculada de María estamos invitados a reconocer la aurora del mundo nuevo, transformado por la obra salvadora del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La aurora de la nueva creación actuada por la divina misericordia. Por esto la Virgen María, nunca contagiada por el pecado está siempre llena de Dios, es madre de una humanidad nueva.

Celebrar esta fiesta implica dos cosas: acoger plenamente Dios y su gracia misericordiosa en nuestra vida; transformarse a su vez en artífices de misericordia a través de un auténtico camino evangélico. La fiesta de la Inmaculada se transforma en la fiesta de todos nosotros si, con nuestros «si» cotidianos, conseguimos vencer nuestro egoísmo y hacer más feliz la vida de nuestros hermanos, a donarles esperanza, secando aquellas lágrimas y donando un poco de alegría. A imitación de María, estamos llamados a transformarnos en portadores de Cristo y testigos de su amor, mirando en primer lugar a aquellos que son privilegiados a los ojos de Jesús: «porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver» (Mt 25, 35-36).

La fiesta de hoy de la Inmaculada Concepción tiene un específico mensaje para comunicarnos: nos recuerda que nuestra vida es un don, todo es misericordia. La Virgen Santa, primicia de los salvador, modelo de la Iglesia, esposa santa e inmaculada, amada por el Señor, nos ayude a redescubrir siempre más la misericordia divina como distintivo del cristianos. Esa es la palabra-síntesis del Evangelio. Es el tramo fundamental del rostro de Cristo: aquel rostro que nosotros reconocemos en los diversos aspectos de su existencia: cuando va al encuentro de todos, cuando sana a los enfermos, cuando se sienta en la mesa con los pecadores, y sobre todo cuando, clavado sobre la cruz, perdona; allí nosotros vemos el rostro de la misericordia divina.

Por intercesión de María Inmaculada, la misericordia tome posesión de nuestros corazones y transforme toda nuestra vida.

Traducción por Mercedes de la Torre / RV