Una Iglesia pobre, una Iglesia profética - Alfa y Omega

Una Iglesia pobre, una Iglesia profética

José Francisco Serrano Oceja

Una Iglesia pobre y para los pobres. Una Iglesia pobre y servidora, en palabras de Y. M. Congar. He ahí el programa para la Iglesia del pontificado del Papa Francisco. ¿Qué significado tiene esta invitación del Papa? ¿Qué significa ser pobre y que la Iglesia sea pobre? Las cuestiones referidas a la pobreza están llenas de equívocos y prejuicios alimentados desde múltiples ideologías. ¿De quién es patrimonio la pobreza y los pobres? El teólogo Hans Urs Von Balthasar escribió, en su libro Examinadlo todo y quedaos con lo bueno. Entrevista de Angelo Scola, a propósito del texto que ahora reseñamos y que me parece que es una de las más oportunas publicaciones para el presente histórico: «Que la lectura, sobre todo teológica, de los pobres de Yahvé no excluye la política (la incluye, desde luego) nadie lo ha mostrado de modo más agudo que mi difunto amigo Pierre Ganne en su libro Le pauvre et le Prophète, que he traducido al alemán. Él pone de manifiesto que el pobre es, no sólo teológica, sino también políticamente, el verdadero profeta, ya que más allá de todo milenarismo terreno, apuesta por el futuro de Dios».

Comienza este breve, pero enjundioso, tratado de teología, escrito por un jesuita, compañero del padre De Lubac en Lyon-Fourvière, afirmando que «la exigencia de pobreza en el Evangelio no es periférica, sino central, que no es el coronamiento más o menso facultativo de la vida cristiana, y menos aún un adorno para las almas distinguidas, sino que es inicial, principal». La pobreza evangélica va más allá del tener, y de las casuísticas que genera sin cesar. La pobreza del Evangelio toca de lleno nuestra libertad, en la medida en que la cuestión de la pobreza está relacionada con la cuestión del porvenir. Ya se trate del porvenir absoluto del reino de Dios y de la Bienaventuranza, o del personal, la pobreza está ligada a la esperanza y a las condiciones personales y sociales con las que afrontemos, y demos respuesta, a la cuestión de la esperanza. La pobreza, por tanto, concierne al corazón, a la conciencia, a la libertad. La pobreza se refiere al tener en función de la esperanza y del porvenir, ya sea como un medio para usar libremente, ya sea como un obstáculo insuperable que se configura a modo de ídolo. Nuestro autor afirma que «el cristiano y el revolucionario tienen en común que comprenden, de entrada, que el porvenir de la Humanidad supone la supresión o la superación del tener, es decir, el fin de la dominación en las relaciones entre los hombres».

El rico es el hombre de la propiedad, y antes que de la propiedad, de la fuerza y del poder. El rico esclaviza y aliena a los otros, como se esclaviza y aliena a sí mismo. Sin embargo, el pobre es el hombre de la libertad concreta, de la libertad fundamental, que califica su experiencia. La pobreza no es un ideal, ni una teoría, ni una abstracción para disfrute de almas puras. La pobreza es una experiencia histórica y comunitaria. Para el pobre, comprender es compartir. Comprender una experiencia significa volver al centro, descubrir en dónde radica la unidad de la vida. De ahí que existe un vínculo orgánico entre la pobreza y el profeta. Para que no nos llevemos a engaño, el padre Ganne afirma, al final del libro, que la fe de la Iglesia es la fuente de la pobreza, y no las estructuras, adineradas o sin dinero. La institución jamás será pobre si el corazón de los cristianos no lo es.

El pobre y el profeta
Autor:

Pierre Ganne

Editorial:

Ediciones Encuentro