«Me subí a la barra del bar y dije: “¡me voy de cura!”» - Alfa y Omega

«Me subí a la barra del bar y dije: “¡me voy de cura!”»

Julio Muñoz es uno de los 44 Legionarios de Cristo que este sábado se ordenaron como sacerdote en Roma. Este es su testimonio

Colaborador

En Madrid, entre las calles Claudio Coello y Lagasca, a la altura de Juan Bravo, hay una pequeña plaza. Entre los amigos la llamábamos «Green», en razón de la conocida discoteca que por aquellos años estaba de moda. Frente a la discoteca había un pequeño bar de copas llamado «Maná», hoy por hoy, una modesta cafetería.

Allí estábamos, en Maná, a inicios de septiembre de 2001. Terminaba el verano y, de vuelta a Madrid tras un verano de locura en el Puerto de Santa María (Cádiz), apurábamos los pocos días de libertad que nos quedaban antes de comenzar el primer año de universidad.

Serían cerca de las 4:00 a.m. cuando, de repente, tras convencer al dueño del local para que parase la música unos momentos, se me ocurrió subirme a la barra, pedir el micrófono y decirles a mi novia y a mis amigos: «¡me voy de cura!». ¿Qué pasó?

El risco del ángel

Una tarde, paseando por una solana en Sierra Morena (Andalucía, España), me asomé a un mirador desde el que se contempla una vista estupenda. Era un lugar elevado, llamado el Risco del Ángel. Pensé: «Esto es maravilloso, pero en cuanto me vaya de aquí, ya no estará. Este momento habrá pasado, como tantos otros… Tiene que haber una belleza que pueda tener siempre conmigo».

Esa búsqueda interior se hizo en pocos años cada vez más intensa y acompañó mis años de adolescencia. En lo exterior era como cualquier otro: estudios, copas, novias, planes de fin de semana. Pero el vacío interior que había ido creciendo desde los once años era cada vez más profundo. Comenzó a crecer el presentimiento de que Dios me quería para algo y antes de comenzar la universidad decidí darle al Señor una oportunidad.

Así que el 31 de agosto de 2001, en la Iglesia de San Calixto (Hornachuelos, Córdoba), en la que además había recibido los sacramentos del bautismo, primera comunión y confirmación, le dije al Señor: «Sí. Acepto».

¿Por qué legionario?

Siempre había pensado que, en caso de ser sacerdote, sería jesuita. Me sentía atraído por la figura sacerdotal, un tanto idealizada, que ofrecía la Compañía de Jesús. En casa les teníamos mucho cariño. Mi padre, que estudió en el colegio de los Areneros, en Madrid, siempre nos hablaba de los ejercicios espirituales con el P. Mendizábal. Le gustaba citarnos frases de «El Divino Impaciente», contarnos historias de san Ignacio de Loyola y san Francisco Javier, referirnos el ejemplo de un pariente jesuita santo, san José Pignatelli, y hablarnos de un tío nuestro, Francisco Muguiro, jesuita misionero en Perú. Teníamos mucha amistad con un padre jesuita de Málaga, que pasaba algunas temporadas en casa, y de pequeño me regalaba cómics con historias de la Biblia.

Pero acabé tocando a la puerta de los Legionarios de Cristo. Los conocía bien por tener un hermano sacerdote legionario y, en aquél tiempo, cuatro primos hermanos sacerdotes también legionarios, pero no me sentía particularmente atraído por su carisma (ni siquiera sabía que existía esa palabra).

Nunca fui miembro del Regnum Christi (de hecho dos veces rechacé la invitación a adherirme) y tampoco estudié en sus colegios (crecí con los marianistas). La verdad, no sabía si quiera cuántos eran y hacía poco me había enterado de que su fundador seguía vivo en aquél momento. Más bien tenía algunos prejuicios, pero en una convivencia con ellos me llamó la atención su alegría y, al mismo tiempo, su disciplina y sentido de la misión. Bastó esto para entender que el Señor me quería ahí.

Salamanca, Cheshire (E.U.A.), Roma

Así pues toqué a las puertas del noviciado de Salamanca, sin previo aviso, sin curso de discernimiento, ni postulantado ni candidatado. El 8 de septiembre de 2001, tras una semana de locos (decirlo a la familia, fiestas de despedida, cortar con la novia, cancelar la matrícula universitaria, etc.), llegué para quedarme. Comenzó la vida de novicio: meditación, oración vespertina, lectura espiritual, adoración, latín, griego, duchas frías… En fin, una aventura. Fui un novicio lo que puede decirse «desastre». Tras organizar una fiesta de fin de año en la despensa y otras gamberradas parecidas, les pareció conveniente a mis superiores mandarme un poco más lejos de casa, para que madurase mejor en mi vocación.

Así es como llegué e Estados Unidos para completar el noviciado y los estudios de humanidades clásicas. Después Roma y los estudios de metafísica, lógica y crítica (esto fue una verdadera prueba de fe…). A continuación volví a Estados Unidos para las prácticas apostólicas como asistente de rector. Por último, regresé a Roma para la licencia en filosofía y los estudios de teología.

«La perfección consisite en hacer su voluntad»

Dice Benedicto XVI que «la historia del amor entre Dios y el hombre consiste en que esta comunión crece con la comunión de pensamiento y de sentimiento, y así nuestro querer y la voluntad de Dios coinciden cada vez más […] Es entonces cuando crece el abandono en Dios, el cual pasa a ser nuestro gozo». Esta idea resume muy bien el camino recorrido hasta ahora.

Creo que la opción más inteligente que pude tomar en su momento fue la de fiarme de la voz del Señor en mi corazón. Su voluntad es, pienso yo, no sólo el camino más seguro para nuestra salvación, sino el camino de la paz (más allá de los altibajos del corazón y de las pasiones) y de la fecundidad en esta vida (más allá de los éxitos y fracasos humanos, que tan pronto surgen como se derrumban).

Al fin y al cabo, «la perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que él quiere que seamos». Aquí está toda la verdad y toda la vida. Bendito seas Señor.

Julio Muñoz

Cada una de las 44 historias vocacionales ha sido recogida en el sitio de internet: http://www.regnumchristi.org/sites/ordenaciones2015/es/

Ordenación sacerdotal de los 44 Legionarios de Cristo

El cardenal Beniamino Stella, prefecto de la Congregación para el Clero, ha ordenado sacerdotes a 44 legionarios de Cristo en la Basílica de San Pablo Extramuros. Dos de ellos son españoles: el padre Alberto Puértolas, de Barcelona, y el padre Julio Muñoz, de Madrid. Asistieron a la ceremonia cerca de 3 mil personas entre familiares y amigos. En su homilía, el cardenal ha querido manifestar que estos 44 nuevos sacerdotes Legionarios de Cristo son «un don para la Iglesia y para la humanidad y por ellos son tantas las razones para la alegría».

Las palabras del cardenal se han centrado en algunos rasgos característicos de la pesona del sacerdote, tomados de las lecturas de hoy: «ser elegido de entre los hombres», «estar constituido a favor de los hombres en las cosas que se refieren a Dios» y en «ser enviado al mundo». Recordó que el sacerdocio no es una carrera, en donde el protagonismo es de los hombres, sino una iniciativa de Dios a la que el joven responde por amor. «Es bueno que mantengan siempre la conciencia de haber sido elegidos… la gracia del primer amor, de donde ha brotado un deseo de hacer cosas grandes».

El padre Ignacio Sarre, rector de una de las comunidades de formación de los Legionarios de Cristo en Roma, ha afirmado que «tener ordenaciones sacerdotales al inicio del Año de la Misericordia nos hacen percibir que el amor de Dios nunca se acaba. Cada uno de estos nuevos sacerdotes está llamado a ser una imagen viva del Padre misericordioso que nos ha revelado Jesucristo, saliendo a buscar a las personas más necesitadas, a los que más sufren, llevándoles la luz de la fe y el testimonio del amor».

«Estamos muy agradecidos al Señor por estos nuevos sacerdotes», ha dicho por su parte el Director general de los legionarios, padre Eduardo Robles-Gil, LC. «Tenemos grandes esperanzas puestas en estos jóvenes para continuar nuestro camino de renovación y de servicio a los demás. Nos alegra que empiecen a llegar al sacerdocio grupos más numerosos de legionarios de países como Brasil y Colombia, que tienen mucho que aportar a nuestra Congregación».

Dos españoles, entre los nuevos sacerdotes

Entre los nuevos sacerdotes se encuentran los españoles padre Alberto Puértolas, de Barcelona, y el padre Julio Muñoz, de Madrid.

El padre Alberto Puértolas tiene 45 años. Nació en 1970 en Barcelona, y actualmente está destinado en Roma, donde colabora en el área de pastoral del Gobierno general del Regnum Christi. Es licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales. Desde 1992 hasta el 2011 fue consagrado en el Regnum Christi. Después, sintió la llamada al sacerdocio, ya con 40 años, y entró en el noviciado de la Legión de Cristo. Ha trabajado 5 años en la pastoral juvenil en Barcelona. Durante 3 años fue subdirector del colegio Reial Monestir de Santa Isabel y, durante 12 años, director de los jóvenes de Regnum Christi en Santiago de Chile.

El padre Alberto afirma en su testimonio vocacional: «Lo que más quiero en este mundo es a mis padres. Son personas muy normales. Con los años he ido descubriendo que eso es extraordinario. Viví con ellos 22 años y no tengo recuerdo alguno de una discusión, ni un levantarse la voz, sólo armonía. A través de ellos recibí la fe y, sobre todo, con su testimonio aprendí a vivirla de forma integrada en la vida con paz y alegría».

Los padres de Alberto, Julio y Griselda, cuentan cómo fue el momento en que les dijo que quería ir al seminario: «El miércoles de ceniza del año 1992, cuando tenía 22 años, en la hora del almuerzo nos dijo, con la misma naturalidad que si nos hubiera comunicado que se iba de excursión, que «quería ir al Seminario».  Nuestra primera reacción fue de gran sorpresa. Luego vinieron las consiguientes lágrimas y la muy pronta aceptación por parte del papá, que entendió enseguida que si Dios llama a un hijo es porque siempre quiere lo mejor para cada uno de nosotros, y naturalmente, también para Alberto», explican. «Ahora estamos muy contentos porque estamos convencidos de que Alberto es realmente muy feliz, y que el hecho de haber escogido el camino de seguir a Cristo hace que su vida esté llena de amor, a Dios y a los demás, que es lo que da la verdadera felicidad. Le pedimos a Dios que sea fiel a su vocación, que sea un buen sacerdote, y que su comportamiento sea siempre luz y ejemplo para los demás».

El padre Julio Muñoz estudió en el colegio Nuestra Señora del Pilar, en Madrid, y en Fomento. Hizo el noviciado y la formación humanística en Salamanca. Después, estudió filosofía y teología en Roma. Fue durante cuatro años asistente del rector del Centro de Humanidades de Cheshire, en los Estados Unidos, y después otros tres en Roma como asistente del rector de la comunidad de filosofía en Roma, a la vez que cursaba la licenciatura en filosofía y estudiaba teología. Tiene un hermano, el padre Jacobo Muñoz, que también es sacerdote legionario de Cristo.

La ordenación sacerdotal «es el principio de algo maravilloso», dice el padre Julio, aunque reconoce que también le da algo de miedo: «Sobre todo cuando, a pesar de tantos años de formación, te ves tan pobre, tan débil en tantos aspectos. Pero al fin y al cabo, como dice Santa Teresita del Niño Jesús, la perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que él quiere que seamos», explica. Cuando conoció a los legionarios de Cristo le impresionaron «el ambiente de alegría», y «la mezcla entre lo natural y lo espiritual», cuenta.

Los 44 nuevos sacerdotes provienen de 11 países: Alemania (2), Brasil (8), Canadá (2), Colombia (6), Chile (2), España (2), Estados Unidos (1), Francia (1), Italia (3), México (16), Polonia (1). Han obtenido sus grados de filosofía y teología en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, y su periodo de estudio y preparación -unos 12 años- incluyó también un trienio de trabajo pastoral que desarrollaron en diversos países del mundo.