Bailarán toda la noche

Toda la noche será una fiesta: ¡La Nochebuena! Lo han entendido de verdad. Lo hacen dos veces al año: celebran las Pascuas de Navidad y de Resurrección bailando. Vienen de la entrega y se dirigen a la unión. Espirituales. Dejarán los zapatos, los que tengan zapatos, en las puertas del templo y, a pesar de las voces que llaman desde el minarete que hay en la mezquita que les han levantado pared con pared, bailarán para el Niño.

Saludarán la Nueva Creación con el color de sus vestidos, con la caricia de sus manos en el aire, con la dulzura de sus cantos. Mirarán el Portal con el recuerdo de las palabras del Evangelio colgando de las retinas de sus ojos y del balcón de su memoria, porque muchos son analfabetos. El padre Dennis, irlandés, o el padre Nico, holandés, les habrán predicado que el Amor ha vuelto, como siempre, a recoger sus sonrisas. Ellos bailarán y nadie estará solo. No se ocultan. Y eso que les pueden apedrear la fiesta, porque en Tando Allahyar, provincia de Sindh (Pakistán), a los cristianos les discriminan y les persiguen y les maltratan, o les matan, por su fe.

Son los abandonados, los rechazados, los no pak, es decir, los no puros: los sucios, porque no son musulmanes. Se congregarán aquí unas 1.500 personas. Ahora, con la nueva casa parroquial y el templo arreglados, tendrán que poner menos tiendas de campaña. El cristianismo está, poco a poco, consiguiendo que hombres y mujeres se unan en las celebraciones religiosas, cosa que no ocurre ni entre los musulmanes ni entre los hinduistas; les cuesta, aunque les gusta. Un cambio cultural profundo. El Niño Jesús está cuidándoles.

Bailarán toda la noche. Sean pheri, naidu, prebu o brlims, sea cual sea su procedencia, estarán unidos. Han sufrido ataques juntos, en Peshawar, en Lahore. Empezaron a unirse para protegerse, porque tenían miedo. Ahora, aunque temen una gran matanza, tienen a Cristo y rezan juntos. Ellos no bailarán solos si rezamos con ellos y por ellos.