«La reforma seguirá con determinación y lucidez» - Alfa y Omega

«La reforma seguirá con determinación y lucidez»

Frente a las «enfermedades» que amenazan a la burocracia vaticana, el Papa propone doce «antibióticos curiales» para evitar escándalos e impulsar la misión

Andrés Beltramo Álvarez
El Papa felicita la Navidad a la curia vaticana en la sala Clementina. Foto: AFP Photo/Alberto Pizzoli

Francisco dejó el lunes claro, en su felicitación navideña a la curia romana, que nada detendrá su impulso renovador, ni siquiera los escándalos desatados por la filtración de documentos confidenciales sobre las finanzas de la Santa Sede. Reconoció que existen «resistencias». Y recetó a sus colaboradores una lista de doce «antibióticos» contra las «enfermedades» de la burocracia eclesial.

Por segundo año consecutivo, Francisco optó por un discurso de principios. Programático. Como en diciembre de 2014, cuando decidió dejar de lado la costumbre de hacer un repaso del año y pronunció una catequesis de profundo calado. Ante cardenales y obispos, lanzó una afilada crítica a las malas costumbres de los clérigos que prestan servicio en las estructuras de la Iglesia.

Entonces acuñó un elenco destinado a la fama. Una lista de 15 «enfermedades curiales»: del «sentirse inmortal» a la «fosilización mental», pasando por la «excesiva planificación y funcionalismo», la «mala coordinación», la «rivalidad y la vanagloria», la «esquizofrenia existencial», el «divinizar a los jefes», la «indiferencia hacia los demás», la «cara de funeral», los «círculos cerrados» y el «exhibicionismo».

Aunque Bergoglio aclaró que aquel exhaustivo catálogo de tentaciones era aplicable no solo a la curia papal, sino a toda estructura de la Iglesia (incluidas parroquias y comunidades, grupos y movimientos), entre algunos colaboradores de primer nivel en el Vaticano cayó como un balde de agua fría. Y fue tomado como una afrenta.

Pero el tiempo dio la razón al Papa. Porque este 2015 cierra como el año del Vatileaks II, la crisis por la filtración de papeles reservados sobre la reforma económica de la Santa Sede. Quizá por eso el Pontífice ha decidido retomar este año aquel elenco de «enfermedades curiales». Lo hizo este lunes en el mismo escenario, la Sala Clementina del Palacio Apostólico. Y ante el mismo auditorio, sus colaboradores de la Curia Romana.

«Volver a lo esencial»

En su discurso Francisco constató que los males de la Curia «exigen prevención, vigilancia, cuidado y, en algunos casos, por desgracia, intervenciones dolorosas y prolongadas». Y constató que también en este año se manifestaron los síntomas de esas «enfermedades», provocando «gran dolor a todo el cuerpo e hiriendo a muchas almas, incluso con el escándalo».

Se refirió así, sin mencionarlo, al Vatileaks II. El Papa aseguró que ese caso está siendo «objeto de sincera reflexión y decisivas medidas». Pero advirtió: «La reforma seguirá adelante con determinación, lucidez y resolución, porque Ecclesia semper reformanda [La Iglesia siempre se reforma]».

«Las enfermedades e incluso los escándalos no podrán esconder la eficiencia de los servicios que la Curia Romana, con esfuerzo, con responsabilidad, con empeño y dedicación hace al Papa y a toda la Iglesia, y esta es un verdadero consuelo», matizó. «Sería una gran injusticia no manifestar un profundo agradecimiento y un necesario aliento a todas las personas íntegras y honestas que trabajan con dedicación, devoción, fidelidad y profesionalidad, ofreciendo a la Iglesia y al sucesor de Pedro el consuelo de su solidaridad y obediencia, como también su generosa oración», añadió Francisco, y pidió que «las resistencias, las fatigas y las caídas de las personas y de los ministros» se conviertan también en «lecciones», ocasiones de crecimiento y nunca de abatimiento; que sean oportunidades para «volver a lo esencial».

Entonces, el Papa propuso su lista de doce «antibióticos curiales». Cada uno formado por dos virtudes que cultivar, para un total de 24. Un «subsidio práctico» —dijo— para poder vivir fructuosamente el «tiempo de gracia» del Jubileo de la Misericordia.

Saludo del cardenal Angelo Sodano, decano del colegio cardenalicio. Foto: AFP Photo/Alberto Pizzoli

Los «antibióticos curiales»

En la lista, Francisco incluyó la «idoneidad y sagacidad» para adquirir los requisitos necesarios para ejercer de la mejor manera las propias tareas, contra «las recomendaciones y los sobornos».

E instó a la «ejemplaridad y la fidelidad» para evitar los escándalos que hieren las almas y amenazan la credibilidad; y a la misionariedad y pastoralidad», porque el trabajo en la Curia debe estar relacionado con la cercanía hacia los demás.

El Pontífice urgió a los clérigos a conducirse con «racionalidad y amabilidad» para «evitar los excesos emotivos», «de la burocracia, las programaciones y las planificaciones». Más adelante, recomendó «atendibilidad y sobriedad». «Es atendible quien sabe mantener los compromisos con seriedad y fiabilidad cuando se cumplen, pero sobre todo cuando se encuentra solo; es aquel que irradia a su alrededor una sensación de tranquilidad, porque nunca traiciona la confianza que se ha puesto en él», explicó. «La sobriedad es la capacidad de renunciar a lo superfluo y resistir a la lógica consumista dominante. La sobriedad es prudencia, sencillez, esencialidad, equilibrio y moderación. La sobriedad es un estilo de vida». Acto seguido, insistió en que quien es sobrio es una persona coherente y esencial en todo, porque «sabe reducir, recuperar, reciclar, reparar y vivir con un sentido de la proporción».

El Papa llamó a desarrollar la «espiritualidad y humanidad», porque la humanidad es lo que hace a las personas distintas de las máquinas y los robots, mientras que quien renuncia a su humanidad renuncia a todo. Y propuso también «inocuidad y determinación» para abstenerse de acciones impulsivas y apresuradas y sacar lo mejor de uno mismo; pero actuar —al mismo tiempo— con voluntad resolutiva.

Recomendó «honestidad y madurez», la coherencia y el actuar con sinceridad absoluta con nosotros mismos y con Dios. «La persona honesta no actúa con rectitud solamente bajo la mirada del vigilante o del superior; no tiene miedo de ser sorprendido porque nunca engaña a quien confía en él. El honesto no es prepotente con las personas, ni con las cosas que le han sido confiadas para administrarlas», ilustró.

«La madurez es el esfuerzo para alcanzar una armonía entre nuestras capacidades físicas, psíquicas y espirituales. Es la meta y el resultado de un proceso de desarrollo que no termina nunca y que no depende de la edad que tengamos», agregó.

El Papa completó el elenco con «caridad y verdad», «respeto y humildad», «dadivosidad y atención», «impavidez y prontitud». Todas estas cualidades para «no dejarse intimidar por las dificultades», ser capaces de «dar el primer paso sin titubeos», «saber actuar con libertad y agilidad, sin apegarse a las efímeras cosas materiales».

«Estar listos quiere decir estar siempre en marcha, sin sobrecargarse acumulando cosas inútiles y encerrándose en los propios proyectos, y sin dejarse dominar por la ambición», completó.