Desplazados internos en la República Centroafricana: «Si no es de la oración, ¿de dónde vendrá la paz?» - Alfa y Omega

Desplazados internos en la República Centroafricana: «Si no es de la oración, ¿de dónde vendrá la paz?»

Raquel Martín
Fachada de la catedral de Bangui, durante la visita del Papa Francisco a la RCA a finales de noviembre. Foto: CNS

La República Centroafricana (RCA), uno de los países más pobres del mundo, sufre desde el año 2012 la violencia de los Seleka. Los líderes musulmanes se han desmarcado claramente de este grupo terrorista, formado mayoritariamente por musulmanes de grupos étnicos del norte que llevan décadas sintiéndose marginados por los regímenes políticos anteriores. También se les han unido miles de mercenarios extranjeros de Chad y Sudán. Los terroristas tienen en su punto de mira a los cristianos y atacan sin piedad todas las pertenencias de la Iglesia. La catedral católica de Bangui, capital de la RCA, es casi un centro de refugiados. Cuando se recrudecen las oleadas de violencia, las familias, sobre todo las mujeres, llaman a las puertas sabiendo que allí se les abre, son acogidos y pueden respirar en paz.

¿Por qué vive usted en la catedral de Bangui?
Estuve primero en el centro de desplazados de la parroquia de la Santísima Trinidad, en el barrio de Castor (distrito tres de Bangui). Al empezar los disturbios ya no podíamos quedarnos allí. Como los violentos iban acercándose, e iban cometiendo cada vez más atrocidades, los padres nos pidieron abandonar el lugar para que estuviéramos más seguros. Por eso tuve que huir primero de mi casa al barrio de Castor, y después a la catedral.

¿Qué pasó ese día?
No lo sé exactamente. Soy comerciante. Preparo el café en el hospital maternal del barrio de Castor. Cuando llegaron los disturbios, tuve que correr, salvar mi pellejo, sin saber siquiera donde estaban mis hijos. En estos días he sabido que están con sus tías paternas. Me gustaría poderme reunir con ellos.

¿De qué vive aquí?
Cuando huí no pude llevarme nada conmigo. Aquí, gracias a las religiosas hemos recibido ayuda para poder sobrevivir.

¿Cómo se siente?
Me veo desamparada, falta de todo. Pero más allá de lo material, estoy muy angustiada. La casa que me cobijaba, que era lo único que me quedaba de mi marido, se ha convertido en cenizas. ¿Qué va a ser de mi vida? ¿Dónde iré cuando llegue la paz? ¿Dónde podrán ir mi hijos? La angustia me consume, no sé a qué santo encomendarme.

¿Qué supone esta prueba para su fe?
Poder alojarme cerca de la gruta de la Virgen de Lourdes me está ayudando. En estos días, mi oración a los pies de María es más intensa. Pido su intercesión para que llegue la paz, para que se restablezca la vida habitual de los niños. La oración sube al cielo… Si no es de la oración, ¿de dónde va a venir la paz para este país?

El ambiente en estos locales de la Iglesia en Bangui es de mucha calma, lo que contrasta con el testimonio de desgarro que transmiten las familias desplazadas. El conflicto ha provocado que cerca del 25 % de los 4,6 millones de habitantes de la República Centroafricana haya tenido que abandonar sus hogares. Los más vulnerables son las mujeres y los niños.

Me llamo Mª Jeanne Mamadou, soy viuda y madre de nueve hijos. Vivo en el barrio de Sarah, en el distrito cinco de Bangui, en uno de los locales de la catedral. Estoy aquí con tres de mis hijos. En la última ola de violencia de los Seleka salimos en estampida y para salvar mi vida salí corriendo, sin mis hijos.