La autenticidad de la Navidad - Alfa y Omega

La autenticidad de la Navidad

Hemos llegado al punto en que poner un belén en la Puerta de Alcalá es noticia. Lo colocaron unos jóvenes de forma clandestina, ya que la alcaldesa decidió que en estas fiestas solo adornarían el emblemático…

Pedro J Rabadán
Foto: Rafa Albarran

Hemos llegado al punto en que poner un belén en la Puerta de Alcalá es noticia. Lo colocaron unos jóvenes de forma clandestina, ya que la alcaldesa decidió que en estas fiestas solo adornarían el emblemático monumento del centro de Madrid unas luces con forma de flores. La regidora es fiel a su idea: «La Navidad es una fiesta cristiana y pagana». En ello anda una parte de esta sociedad. Desde el Imperio romano, la Iglesia ha ido incorporando el sentimiento religioso en las fiestas y tradiciones de los pueblos donde evangelizaba. Ahora es al revés. No es tanto una cruzada contra los elementos cristianos como una estrategia para vaciar de contenido religioso la Nochebuena y los días posteriores. Se esconde lo que se celebra.

Ya a nadie sorprende no ver un nacimiento en los discursos oficiales de felicitación de las autoridades. También se popularizan otros símbolos a los que se despoja de su sentido. Así, para millones de españoles, el 24 de diciembre es el día de Papá Noel, olvidando que ese personaje proviene de san Nicolás y del padre Navidad (père Noël, en francés), que traía regalos a los niños para dar al Niño Jesús. El árbol se ha vuelto a paganizar, descolgando de sus ramas, a base de popularidad, su significado de amor perenne de Dios, símbolo de vida, de luz y de camino hacia el cielo. Los nuevos villancicos han dejado de ser un canto de adoración para convertirse en loas al buenísimo salpicados de copos de nieve. Decía esta semana un gran articulista que «la estrategia de marketing del cristianismo no puede ser más torpe». Pero reconocía que la grandeza reside en la autenticidad del mensaje, tan escandalizador como atractivo. Por eso, todos quieren celebrar la Navidad, hasta sus enemigos.

Ese belén de la puerta de Alcalá no tiene luz. Es de un corcho sin valor, sujetado por maderas. Colocado por gente anónima. Sin licencia. Me recuerda a una escena: un Niño perseguido, que nació en la miseria más absoluta, visitado y adorado por pastores en una sociedad que le rechazaba con unos dirigentes políticos que no le querían. En ese corcho está la autenticidad de la Navidad.