Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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Las huellas de Dios

El año que está a punto de terminar nos deja llenos de perplejidad: la crisis de refugiados, los nuevos fanatismos religiosos, la inquietudes políticas. Los problemas en nuestro mundo son más complejos y piden un enfoque más humanístico. También los nuevos aires de renovación eclesial, gracias a las continuas intervenciones del Papa Francisco, nos llaman a tener una voz profética y a poner a las personas vulnerables en el centro de todo aquello que hacemos y decimos. Por todo ello, debemos empezar el año con buenas sensaciones, llenos de ideales renovados. Planificar el próximo año para hacer posible otro mundo más unido, más solidario, más pacífico, para intentar poner paz donde haya violencia, unión donde haya discordia. Lo que se quita a la paz favorece a la miseria y cuanto se convierta en desarrollo favorece la paz. Para el futuro año me comprometo a ser un ciudadano más renovado, solidario y lleno de esperanza. Y por donde vaya que se noten las huellas de Dios.

Alberto Álvarez Pérez
Sevilla

¡Feliz Navidad!

«Verbum caro factum est». Dios se hizo hombre para que el hombre se haga cada vez más semejante a Dios. Dios no se encarna en una persona del mundo, sino que es alguien que viene del Cielo, toma nuestra naturaleza humana y asume nuestra humanidad con todas sus consecuencias, alegrías y sufrimientos.

A partir del nacimiento del Niño Dios, el mundo se hace cristiano; a partir de este momento tenemos dos opciones: seguir el camino de Cristo o el del mundo. Nuestro origen es divino, pero el influjo del pecado trata de imponernos el atractivo y tentativo mundo; es por ello que Dios, cuya esencia es Amor, se hace hombre para ser nuestro Camino, Verdad y Vida. En la Encarnación, Dios nos busca, sale a nuestro encuentro, con la forma del ser humano más indefenso y débil, un bebé, para liberarnos de la tiranía de la mundanidad y sus ídolos. ¡Feliz Navidad!

Carolina Crespo
Vigo

Los perdedores de las elecciones

Los grandes perdedores de estas últimas elecciones no han sido el PP ni el PSOE, sino los miles y miles de niños abortados, es decir, asesinados legalmente en España cada año. Cuando Rajoy tomó la gravísima decisión de dejar a un lado la reforma de la ley del aborto de Zapatero que estaba promoviendo el exministro Ruiz Gallardón, comenté con unos amigos: «Mariano, hoy mismo has firmado tu sentencia de muerte y la de tu partido». Quizás exageraba un poco, pero era mi convicción.

Gracias a Dios que en el PP hay mucha gente que defiende la vida, y espero que un día no muy lejano esos afiliados, junto con Vox, SAIn y otros votantes del PSOE y de Ciudadanos que no apoyan el aborto en ningún supuesto, lleguen a formar un gran partido diferente a lo que hoy en día tendremos en el Parlamento.

Antonio María Bruyel (Damián)
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