La misma pobreza, la misma falta de recursos, las mismas escasas perspectivas de una vida mejor y la misma sonrisa - Alfa y Omega

Hemos iniciado un nuevo año y nos hemos llenado de expectativas y buenos deseos propios y para los demás. Siguiendo una costumbre traída de no sé donde, al terminar la Eucaristía del día 31 de diciembre se quemó en mi parroquia un monigote que simboliza lo viejo del año que termina, lo que no nos ha gustado, lo que queremos olvidar.

Como cada año, los niños son los que más celebran la quema de los que ellos llaman satán, y no paran de saltar, de gritar en una noche alumbrada por el fuego que devora a la mencionada réplica del diablo y todos los males que encarna.

Nada ha cambiado de un día para otro. Por casualidades del calendario, a los dos días de iniciarse este año 2016 tocaba en nuestra misión el reparto de comida a los niños de la calle o en situación limite. No he podido dejar de mirarlos y de pensar que para ellos todo sigue igual y que, a excepción de los que asistieron a la quema del famoso satán y por lo tanto gritaron su desprecio hacia lo malo, nada ha cambiado en sus vidas: la misma pobreza, la misma falta de recursos, las mismas escasas o nulas perspectivas de una vida mejor.

Viéndolos me he preguntado por qué tienen que sufrir ellos por algo que les ha venido dado al nacer donde lo han hecho, por la pobreza extrema en la que viven sus familias llegadas desde los poblados persiguiendo el sueño de una vida mejor en la ciudad, que aún no han encontrado y que posiblemente no encontrarán, porque en la capital no hay sitio para ellos.

Y sin embargo este grupo de niños, algunos con discapacidades físicas graves, no dejan de sonreír, de ser lo que son: niños. Antes de iniciar el reparto de comida solemos comentarles lo importante que es para ellos acudir a la escuela, estudiar, preocuparse por sacar los mejores resultados, y de paso recordamos a sus madres la necesidad de enviarlos a la escuela, y de hacerlo bien, es decir, alimentados y limpios para que no sean mandados de nuevo a casa por falta de atención o por ir sucios.

Al inicio de este nuevo año pienso, con más fuerza si cabe, que debemos mantener nuestros buenos deseos, creer firmemente que todo puede cambiar y que por fin, no solo en Malawi, sino en todo el mundo los niños sean eso, niños que juegan, que sueñan, que imaginan… quizás sea solo eso, un deseo, pero no me cansaré de perseguirlo.