Entre santa y santos..., sin pared de cal y canto - Alfa y Omega

Entre santa y santos..., sin pared de cal y canto

El padre Tomás Álvarez, OCD, es uno de los mayores expertos en santa Teresa, y sus estudios e introducciones a la obra teresiana son, en ocasiones, casi tan enriquecedores para el lector como el texto de la santa. A sus 91 años, conserva una lucidez prodigiosa que le permite citar con precisión enciclopédica a la Mística Doctora, y repasar anécdotas de su vida tales como cuando seleccionó para Pablo VI los textos del vía crucis que antecede a estas páginas, o como cuando ayudó a un sacerdote polaco a publicar una tesis sobre san Juan de la Cruz y el espíritu teresiano, y que respondía al nombre de Karol Wojtyla…

José Antonio Méndez
Juan Pablo II y Tomás Álvarez

El refranero español ha adoptado una popular cita que se atribuye a santa Teresa de Jesús: Entre santa y santo, pared de cal y canto. Lo cierto es que, aunque quizás pudo ser suya, la Mística Doctora jamás dejó plasmada la frase en ninguno de sus escritos, como bien sabe una de las personas que más y mejor conoce la obra teresiana, por haber estudiado de primera mano los facsímiles de santa Teresa, y por haber rastreado y divulgado cientos de manuscritos de la primera mujer Doctora de la Iglesia: el padre Tomás Álvarez. A sus 91 años, este carmelita es reconocido internacionalmente como una de las más reputadas autoridades en la figura y en la espiritualidad de Teresa de Jesús, de quien, por cierto, a fuer de tratar en sus escritos parece que se le ha pegado esa sabiduría campechana y profunda vinculada al trato sincero con Cristo. Aunque dice que está perdiendo memoria y que, «realmente, creo que pocas cosas de las que pueda yo decir pueden resultar interesantes a los lectores de Alfa y Omega», es capaz de hilvanar con precisión quirúrgica citas de la santa en una conversación distendida; de aportar detalles de la intrahistoria de las composiciones teresianas; o relatar anécdotas y recuerdos que él mismo ha protagonizado con la santa andariega como causa. Porque, en su dilatada vida, el padre Álvarez se ha movido entre la santa abulense y otros santos contemporáneos…, y sin paredes de por medio.

Un vía crucis y una Doctora

Nos recibe en el convento que los Carmelitas descalzos tienen en Burgos, donde los jardines del Empecinado se asoman al Arlanzón. Allí nos cuenta cómo, en buena medida, debe a la Santa su vocación «y la perseverancia en el sacerdocio en los momentos de mayor aridez», y narra episodios como su intervención en el vía crucis teresiano que Pablo VI rezó el Viernes Santo de 1977, y que el lector tiene en las páginas precedentes. «El Papa quería rezar el vía crucis del Coliseo romano, donde habían fenecido tantos mártires, con textos de santa Teresa, y se lo pidió al padre Valentino Macca, a quien yo, que vivía en Roma, ayudé en la selección de textos teresianos. El Viernes Santo, el vía crucis fue leído por actores y actrices, mientras el Papa cargaba con la cruz, y todo ello causó mucha impresión. En realidad, yo sólo aporté la selección de textos teresianos, que eran oraciones de santa Teresa, porque ella tiene la costumbre de hablar horizontalmente con el lector y, de pronto, interrumpir con una palabra vertical hacia Dios. Así, la oración teresiana no se desprende del lector, sino que emprende el movimiento vertical contigo».

Tomás Álvarez, durante la conversación con Alfa y Omega

Como si fuese lo más natural del mundo, el padre Álvarez cuenta cómo se gestó el que Pablo VI nombrase Doctora de la Iglesia a la santa, algo que casi nadie conoce: «El cardenal Valestero, que había sido mi General de la Orden y muy amigo mío, estaba hablando con Pablo VI de la promoción de la mujer en la Iglesia, según los términos del Concilio. En esa conversación, que luego me contó a mí, Valestero le dijo: ¿Y por qué no nombrar a una mujer Doctora de la Iglesia? Pablo VI en un primer momento se resistió: ¿Y qué problema resolvemos con esto? Pero inmediatamente se dio cuenta de que resolvía el problema de la mujer, pues cedía la palabra a la mujer en la Iglesia, y además como Doctora. Valestero asoció a ella a santa Catalina de Siena, pero Pablo VI, siendo Catalina de Siena anterior en tres siglos, prefirió que la primera Doctora de la Iglesia fuera santa Teresa».

Un cura llamado Karol

30 años antes, en 1948, el padre Álvarez había conocido en Roma a un sacerdote polaco que había preparado su tesis doctoral sobre san Juan de la Cruz y la reforma que llevó a cabo Teresa de Jesús. Su nombre era Karol Wojtyla, y aunque había aprobado con la máxima nota, Summa Cum Laude, necesitaba publicar al menos 100 páginas de su trabajo antes de volver a Cracovia, para obtener en Roma el título de doctor. De lo contrario, en la Polonia comunista le pondrían mil impedimentos «e incluso le negarían la entrada y se tendría que ir a Canadá, como les pasó a compañeros míos». La única persona en Roma que accedió a ello fue el padre Álvarez, «aunque sólo pude publicar 20 páginas en la revista Monte Carmelo, de Burgos», lo que fue más que suficiente.

Años más tarde, durante el Concilio, el padre Álvarez volvió a coincidir con Wojtyla en el Teresianum de Roma, donde, en los descansos de las sesiones conciliares, el ya arzobispo de Cracovia «entraba por una puerta secundaria para hablar con el único hermano lego carmelita que había en la comunidad, el hermano Wenceslao, que era el zapatero y que había nacido en Wadowice, como Wojtyla. En lugar de reunirse con otros polacos de alcurnia que había en Roma, entraba en el cuartito de la zapatería, que estaba siempre sucio, se remangaba un poco la sotana y pasaba horas con el hermano Wenceslao. Es la talla de un santo, que es humilde y sabe ver a Dios en lo sencillo, como Teresa». Y uno, que tiene la impresión de estar ante uno de esos santos anónimos que no suben a los altares, piensa «y como el padre Tomás Álvarez, carmelita».