Samir Khalil Samir, jesuita y experto en islam: «Occidente ha sostenido inconscientemente al islamismo radical» - Alfa y Omega

Samir Khalil Samir, jesuita y experto en islam: «Occidente ha sostenido inconscientemente al islamismo radical»

María Martínez López
El padre Samir, en la Universidad San Dámaso, en junio de 2015. Foto: María Martínez

¿El fundamentalismo es algo inherente al islam, o una enfermedad?
En el islam, como en todas las religiones, hay tendencias más abiertas a la reflexión y otras más fundamentalistas. Los fundamentalistas dicen: «Debemos volver al inicio para encontrar el fundamento de nuestra fe, y aplicarlo al pie de la letra». La tendencia más liberal consiste en decir: «Debemos conocer los fundamentos, pero repensarlos para hoy». En la Edad Media, había todo un abanico entre estas dos tendencias. Hoy ya no; solo hay un pequeño grupo que diga que la razón debe guiar lo que dice la religión. La tendencia más extendida es la fundamentalista, que se difunde mucho porque parece la más segura y tiene apoyo económico de países como Arabia Saudita o Catar. Desde 1780 estos países asumieron la visión de un imán fundamentalista, Mohamed ibn Abd al-Wahhab (de ahí viene el término wahabita). La difunden usando su riqueza para construir escuelas wahabitas en los países musulmanes; y mezquitas por todo el mundo, también en España. Además, crean grupos radicales y corrompen nuestra sociedad.

¿Qué quiere decir con que el fundamentalismo parece más seguro?
Occidente es ambiguo. Por una parte es muy atractivo, porque ofrece tecnología, muchos medios y facilidades. Pero por otra les resulta repulsivo porque presenta una sociedad donde los principios morales ya no existen. Frente a este mismo conflicto, la Iglesia dice: «Yo no cojo todo lo moderno, debo discernir». En este momento, el islam es incapaz de hacerlo. Este es el gran problema. Lo fácil es decir: «Volvamos al origen». La teoría del ISIS es esta: «En el siglo VII los musulmanes conquistamos el mundo en pocas décadas, pero hoy no puedes ir por la calle sin encontrarte con Occidente. ¿Por qué somos tan débiles?». Dicen que es porque se han alejado del Corán y de la tradición. Piensan que si vuelven a ellos, reconstruirán el califato de Irak y Siria que fue eliminado por Ataturk en 1924. Es una explicación fácil, y falsa. La culpa de su debilidad no es de Occidente, es de ellos. En la Edad Media el islam produjo filosofía, medicina, ciencia, poesía, música… porque estaba abierto a otras culturas, especialmente a la de los cristianos sirios que habían integrado la cultura helenística clásica. Ahora ya no hay reflexión, y no se produce nada.

¿Es este el único factor que alimenta el yihadismo?
Esto está sostenido indirectamente por Occidente. ¿De dónde vienen las armas? No hay fábricas en el mundo árabe. Las armas pesadas vienen de Occidente, y las compran los musulmanes con dinero del petróleo. Todos saben que esas armas se dan a los yihadistas. Francia ha vendido aviones a Catar y a otros países. Si se hiciese un bloqueo total de armas, no veríamos lo que vemos hoy, o estaría muy disminuido. ¿Y los jóvenes que hacen la yihad? Vienen de Europa. Probablemente sea en parte por los ideales, y en parte por una remuneración. Arabia Saudita y Catar fingen estar contra el yihadismo, pero son una de sus fuentes. Lo mismo Turquía, que se beneficia de otra forma porque el presidente es islamista y el yihadismo combate a los kurdos. Todos hacen su juego, tanto en Oriente como en Occidente.

¿Cómo acabar con el fundamentalismo respetando al islam?
En teoría, la solución es fácil. En la práctica, difícil. Consiste en leer el Corán en su contexto e interpretarlo con la mentalidad de hoy. Los musulmanes de la Edad Media desarrollaron un principio que era buscar el propósito (maqasid) de la sharía. Por ejemplo: el Corán dice que hay que cortar la mano a quien roba. ¿Debo hacerlo hoy? El propósito de este mandato es impedirle robar. ¿Cómo puedo impedírselo hoy? Igual es pobre y tengo que darle educación, o enseñarle un oficio. Este esfuerzo que se hacía en el pasado ya no se hace, porque piensan que el Corán no es un libro escrito por Mahoma bajo la inspiración divina, sino un libro mandado por Dios, que sabe mejor lo que es bueno para nosotros. Por eso debo aplicarlo al pie de la letra.

Foto: Valerio Merino

¿Es posible combatir al Daesh por las armas?
No. Ellos se mezclan con la gente. ¿Cómo bombardearlos? Matarías a todos. La única posibilidad es tener un ejército similar al del ISIS, que combata hombre a hombre, como los kurdos. El verdadero problema es el sistema mental, la educación islámica. Por eso, en diciembre de 2014, el presidente Al-Sisi, de Egipto, pidió a la Universidad de Al-Azhar hacer una revolución islámica, reinterpretar el Corán conforme a nuestro mundo. Es la única solución a largo plazo, pero es difícil. Al-Azhar lo está haciendo, pero requiere décadas. Toda la formación y las predicaciones de los viernes en las mezquitas son fundamentalistas. Los partidarios de reinterpretar el islam son pocos y sin influencia en el pueblo. Los imanes son millones. La única solución es reformar su formación.

¿Será posible en algún momento una laicidad positiva en el islam?
Lo veo difícil, porque el islam nació como un proyecto sociopolítico, cultural, militar… La sharía cubre las relaciones con los ateos, con las demás religiones, entre hombre y mujer, cuestiones hereditarias, la economía, la política, la guerra… todo está previsto. En Turquía, Ataturk propuso un proyecto laico, pero hoy el presidente Erdogan tiene un proyecto de islamización. El único país de mayoría musulmana con una ley laica era Siria. El partido gobernante Baaz fue creado por un cristiano que quería reconocer a todos los grupos del país. El día de descanso es el domingo, como lo era en Egipto y en otros países hasta los años 50. Después el movimiento islámico impuso el viernes, algo ajeno al sistema islámico; antes solo era el día de la oración común a mediodía.

¿Haría falta una receta política propia para el mundo musulmán?
Lo más importante es hacer comprender que podemos convivir varias religiones si tenemos un proyecto sociopolítico común. Eso es lo que construye el Estado, no la religión. El Estado no se inmiscuye en la religión pero las reconoce a todas. Si hay un 10 % de personas de una religión se la apoya al 10 %; y si es un 90 %, al 90 %, pero sin imponérsela a todos. Es lo que ha intentado el Líbano, a su modo imperfecto. Allí todas las religiones tienen su parte en todos los sectores. El islam tiene una presencia fuerte, pero no es monolítico como en otros países; es más libre, porque tiene otras influencias y hay una apertura a Occidente. Esta forma de república no será bien vista en Occidente, porque está muy ligada a las comunidades religiosas. En Europa es frecuente que todos hagan lo mismo; se han creado constituciones que superan las religiones, las culturas, etc. Pero en Oriente Medio la religión, la cultura, la lengua definen los grupos, y debemos pensar en una unidad en la diversidad. Muchos no aceptan esto.

¿Cómo puede ayudar Occidente a la revisión interna del islam?
Ofreciendo un modelo aceptable para los musulmanes. Hace dos siglos lo era, pero hoy se ha vuelto inaceptable porque Occidente ha pensado resolver el problema de la convivencia dejando fuera la dimensión religiosa. Este sistema no corresponde al mundo de Oriente Medio y pienso que tampoco a la realidad humana. Se ve en el ámbito de la ética. Los musulmanes me dicen: «Vosotros criticáis la poligamia, pero la practicáis: os casáis con una o uno, y luego podéis tener a otra u otro. Y si se hace un hijo se elimina». Dicen que Occidente no puede ser un modelo para ellos porque es un modelo ateo, y para ellos la religión y la ética y cultura religiosas son importantes. Así se ha reforzado esa tendencia. Inconscientemente, Occidente ha sostenido las tendencias islamistas radicales.

«Los cristianos quieren paridad, no concesiones»

Sabemos lo que pasa en Irak o Siria. ¿Cómo es la vida de los cristianos en otros países?
En Jordania la situación es más aceptable. No es un país laico, es musulmán, pero el rey intenta ser justo con los cristianos. En Egipto hay discriminación, en la Constitución –que dice en su artículo 2 que la sharía es la fuente principal del Derecho– y en la práctica. Por ejemplo: construir una iglesia es muy difícil porque se necesita el permiso del presidente de la República, y los subalternos bloquean las solicitudes. La solución era que el patriarca hiciera un acuerdo año a año con el presidente de la República. El régimen de Al Sisi se opone a los movimientos fundamentalistas y los cristianos están más protegidos, pero todo depende de la buena voluntad del presidente. El principio general es que el islam es la religión natural para todos, y las otras podrían ser admitidas como una concesión. En las escuelas solo puede enseñar árabe un musulmán, y en el Ejército jubilan a los cristianos a los 45 años para que no asciendan. Los cristianos nunca responden con la violencia. Por principio y porque jugaría en su contra. No forman guetos, e intentan defender sus derechos mediante la ley. Estamos en un Estado y queremos paridad.

En Siria y Egipto, los cristianos han apoyado a dictadores.
La dictadura está en el campo político, pero no influye en los demás –no impone vestirse de un cierto modo, ni impide tener una Iglesia–. En estos ámbitos, permite a los cristianos vivir su vida. Algunos en Occidente estaban escandalizados por que los cristianos apoyaran a un dictador. No lo hacían, tenían que elegir entre dos sistemas malos y preferían el menos malo.

¿Cuál debe ser su papel en estas sociedades?
Los cristianos han tenido y tienen un papel importante a varios niveles. Uno es el cultural: los cristianos alcanzan un nivel más alto de educación. En el Líbano las primeras escuelas fueron católicas maronitas ya a finales del siglo XVII. Además, es un hecho que, desde el siglo XIX hasta hoy, la modernidad, las reformas, han entrado a través de los cristianos. Los primeros periódicos, sobre todo en el Líbano, Egipto y Siria, fueron creados por cristianos. También en lo económico han creado nuevas realidades. En el nivel de las instituciones, los cristianos han introducido leyes para defender a los más pobres, para ayudar en el ámbito social. Esto se puede decir con claridad del Líbano, y de forma más limitada de Egipto y Siria.

Samir Khalil Samir Nacido en El Cairo (Egipto) hace 78 años y formado como jesuita en Francia, es experto en estudios islámicos y orientales. Después de enseñar en el Pontificio Instituto Oriental de Roma, en 1986 se trasladó al Líbano durante la guerra civil en el país. Allí enseña en la Universidad San José. Es autor, entre otros libros, de Cien preguntas sobre el islam.