En Yibuti, país de mayoría musulmana, «nuestro principal apostolado son once escuelas» - Alfa y Omega

En Yibuti, país de mayoría musulmana, «nuestro principal apostolado son once escuelas»

Yibuti es el país más pequeño del Cuerno de África. Solo cuenta con cinco sacerdotes. Pero en sus escuelas se han formado varios dirigentes del país. en la que él dirige, no hay ningún alumno cristiano. Pero «los padres musulmanes nos animan a que hablemos a sus hijos de Dios»

María Martínez López
Foto: OMP

«Gracias» ha sido una de las palabras que más ha usado durante la presentación de la Jornada de Infancia Misionera Mark Desser, el vicario apostólico de Yibuti y uno de los cinco sacerdotes que sirven a la pequeña Iglesia de ese país africano. Desser está agradecido a Dios, por la vocación al sacerdocio y por la oportunidad de poder servir a los demás; y da gracias también por «todo lo que recibimos a través de Obras Misionales Pontificias, sobre todo gracias a las oraciones de tantos niños de todo el mundo». No en vano, el lema de la jornada este año es Gracias.

Yibuti es un pequeño país de menos de un millón de habitantes, en el Cuerno de África. En este territorio «seco y rocoso» ha estado presente la Iglesia desde la llegada de los primeros misioneros capuchinos, en 1885. Aunque los católicos en el país no llegan al 2 %, juegan un importante papel en la vida social. «Nuestro principal apostolado son once escuelas: cuatro primarias, acreditadas por el Estado, y cinco dedicadas a los más pobres y vulnerables: los que no pueden ingresar en las escuelas públicas porque no saben leer, o porque, al ser hijos de refugiados o haber nacido en zonas desérticas, no están registrados».

Infancia Misionera, en Yibuti

Es en estos centros donde «la ayuda de Infancia Misionera está más presente, para pagar el material escolar, los juguetes y los sueldos de los profesores». Precisamente en una de estas escuelas de alfabetización, en Tadjorurah, es donde trabaja Mark, que se siente «padre» de los 71 alumnos de la escuela. «Y ojalá pronto sean cien». Por algunos de los colegios católicos del país han pasado «el presidente, el sultán de Tayura y muchos ministros. Gracias a esto somos como levadura en la masa, que enriquece todo lo demás».

«También soy cura de los musulmanes»

Mark Desser, con Anastasio Gil, director nacional de OMP. Foto: OMP

En la escuela de este sacerdote, no hay ningún alumno cristiano; son todos musulmanes. Pero él se siente «también el cura de los musulmanes, porque soy responsable ante Dios de su salvación. No quiero manipular sus conciencias, sino que dejo espacio a que obre el Espíritu Santo». Y con frecuencia «los padres de nuestros alumnos musulmanes nos animan a que les hablemos de Dios». Dresser cree que una de las mejores formas de abrir los corazones es «a través de una educación integral».

Dentro de esta educación, «ofrecemos cursos de moral», adaptados según las edades, que «son un punto de contacto importante con ellos. A los pequeños les enseñamos los diez mandamientos. Con los mayores, hablamos de todo. Los jóvenes tienen muchas inquietudes, hacen preguntas muy ricas y debaten entre ellos, por ejemplo sobre la poligamia o el valor de la vida humana. La mayoría tiene muy claro que la vida es un regalo».

Unas monedas para los (incluso) más pobres

También tratan de educar a todos los niños en la ayuda al próximo. El 20 de noviembre, con motivo del Día Mundial de la Infancia, «todos los niños aportaron algunas monedas –y nosotros añadimos algo más– para comprar libros a las familias del campo que no tienen nada, ni agua, ni luz», ni a veces lo suficiente para comer. El año pasado, visitaron su escuela los militares, para darles un curso sobre seguridad y primeros auxilios, «para que sepan qué hay que hacer cuando hay una emergencia».

Donde hay niños cristianos «les damos una catequesis y un acompañamiento más a fondo», pero aparte de los niños musulmanes, y en las comunidades, no en los colegios. «Intentamos implicarles de manera más fuerte, por ejemplo encontrándose con los niños de la calle» que atiende Cáritas.

Convivir arreglando un ventilador

En los últimos años, a los colegios públicos y a los católicos les ha salido competencia. «Hay algunas escuelas nuevas, financiadas por un país árabe, donde se enseña árabe y también está muy mezclado el aspecto islámico», ha explicado Desser. Sin embargo, no hay problemas de convivencia. «Nadie quiere radicalismo, la gente quiere paz».

La convivencia se gesta en el día a día. «El sobrino del ulema de mi ciudad es alumno de nuestro colegio, y hemos tenido que llamarle cuando ha hecho alguna tontería. También tengo amistad con el imán de una de las mezquitas, que trabaja en la Administración de Enseñanza. Una vez tenía problemas con un ventilador y como soy electricista, se lo arreglé». Se da la circunstancia de que, antes de descubrir la vocación, Mark Desser era ingeniero de General Motors. De estos momentos «sale un diálogo muy fecundo que lleva a la estima mutua y a la colaboración. A veces ellos preguntan «¿Por qué dice el Papa esto?» Otras, yo les pregunto: “¿Y tú, qué piensas de tal tema?”».

La Iglesia, con los refugiados

El país sí se ha visto afectado por el radicalismo islámico. Hace unos meses, el país sufrió un atentado del grupo yihadista somalí Al-Shabaab. También han tenido que acoger a miles de refugiados que, cruzando el canal de Suez, llegan al país desde Yemen. También en esto la Iglesia ha intentado aportar su granito de arena. «Este verano, el obispo vio que había que hacer algo en uno de los campos de refugiados, que era muy provisional. Se dirigió al prefecto para ver en qué podíamos ayudar, y nos dijo que hacía falta que los niños tuvieran un sitio donde jugar».

Como eran vacaciones, aprovecharon una de las escuelas para hacer actividades cuatro días a la semana con 70 niños que acudían cada día desde el campo, muchos de ellos con sus padres. Lo hicieron mientras ACNUR organizaba una escuela en el propio campo. «Salió adelante con la gracia de Dios, y muy bien. Y gracias a esto se organizó también un pequeño núcleo entre los propios refugiados», que se pusieron manos a la obra para organizar la acogida de las siguientes oleadas de refugiados.