Monseñor Ricardo Blázquez: «¿Por qué no se casan los jóvenes?» - Alfa y Omega

Monseñor Ricardo Blázquez: «¿Por qué no se casan los jóvenes?»

El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal, clausuró el XVI Congreso Católicos y Vida Pública con algunas reflexiones sobre su reciente participación en el Sínodo de los Obispos sobre la familia

Redacción

La familia «es una vocación. Igual que tenemos que subrayar y agradecer la vocación al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada, también es necesario mostrar nuestra gratitud por la grandeza de la vocación al matrimonio cristiano y a la familia cristiana, que son vocaciones mayores dentro de la Iglesia», dijo el presidente de la Conferencia Episcopal el pasado domingo, en la clausura del Congreso Católicos y Vida Pública, celebrado en el campus de Montepríncipe de la Universidad CEU San Pablo.

«Yo estoy convencido de que fue una decisión muy acertada, me atrevería a decir providencial, el que el Papa Francisco anunciara el 23 de agosto de 2013 su intención de convocar en dos fases un sínodo sobre la familia».

«La primera asamblea —aclaró— se ha celebrado durante el mes de octubre pasado, con el título Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización». Tocaba hablar de desafíos. «Por tanto, no se trataba de repetir la doctrina conocida, sino ver qué sufrimientos, qué alteraciones, está padeciendo la familia». La segunda asamblea, en octubre próximo, tendrá una duración de 3 semanas (no dos, como la precedente), y abordará La vocación y misión de la familia en la iglesia y en el mundo de hoy.

«Fue una decisión acertada del Papa en convocar en estas dos fases el sínodo de la familia por dos motivos:

—Por la trascendencia de la familia para todos nosotros. Es importante que los principios se vean después concretados. ¿Que habrá sido en nuestra vida sin nuestra familia?

—En segundo lugar, por las amenazas serias desde un punto vista histórico inusitadas algunas, también por lo que se refiere a la misma identificación de la familia, que en los últimos decenios han tenido lugar».

Juan Pablo II, en la exhortación postinodal Familiaris consortio, hablaba en 1981 de profundos cambios en la cultura y la sociedad que estaban afectando a la familia. «Esos cambios no han cesado, incluso da la impresión de que tenemos en el horizonte cambios todavía más comprometidos», dijo monseñor Blázquez.

¿No será una crisis de fe?

El presidente de la Conferencia Episcopal planteó entonces algunas preguntas al hilo del Sínodo. «¿Por qué muchos jóvenes hoy en nuestras latitudes huyen del matrimonio como institución?». «¿Por qué ha descendido en los últimos años entre nosotros el número de matrimonios canónicos? En algunas zonas no se puede hablar solo de descenso, incluso hasta de desplome. ¿Por qué?».

«Otra cuestión: ¿por qué ha crecido tanto el número de jóvenes que conviven unas veces con la intención de contraer matrimonio más tarde y otras veces sin tener presente esa posibilidad? Es una cuestión, un hecho que nos interroga a la Iglesia ya la sociedad, que nos interroga a nosotros como ciudadanos y como cristianos».

«Y me permito indicar tres vías por donde esta cuestión puede ser enfocada», añadió. «En muchos casos, puede influir la oscuridad del horizonte laboral y profesional». El paro y la precariedad laboral juveniles y la incertidumbre sobre el futuro que generan «tiene una trascendencia muy grande», apuntó Blázquez.

«Una segunda vía hay por donde sería oportuno reflexionar» es que el Presidente de la CEE llamó la «des-institucionalización del matrimonio». El fenómeno consiste en que la persona entiende que puede configurar la institución del matrimonio a la carta. «A veces, uno piensa si, cuando se habla de multitud de modelos de familia», la cuestión real de fondo no es esta des-institucionalización. «Y con la desinstitucionalización del matrimonio, la estabilidad de la sociedad y la confianza de las personas sufre un durísimo quebranto».

Pero además, «si desciende el numero de matrimonios sacramentales, seguramente es porque también el nivel de la fe, la intensidad de la fe a lo mejor ha descendido o está descendiendo». «Si luz de la fe aparece mortecina, aparecerá inevitablemente más oscuro el significado del sacramento del matrimonio. Por eso, en el Sínodo se insistió muchas veces en que la formación» de los novios «debe prolongarse después en el acercamiento a los matrimonios, especialmente en los primeros años. En todas las vocaciones, en los primeros años se puede producir una especie de incertidumbre y de crisis. ¡Estemos cerca!».

En el Sínodo se habló también de cómo «la formación para el matrimonio cristiano tiene mucho que ver con la iniciación cristiana y con la formación básica del cristiano. Nos damos cuenta cómo el sentido del matrimonio como sacramento se percibe con una claridad inmensamente mayor cuando la vida cristiana previamente ha sido intensa. Y cómo aparece su significación cuando ha sido muy remisa. Y lo mismo sucede con la transmisión fe a los hijos. Si la fe no es suficientemente valorada como algo preciosísimo para la vida, entonces los esfuerzos y las dificultades y la paciencia en la transmisión de la fe va a ser mucho menor», concluyó el presidente de la CEE.