Acabar con el hambre es posible - Alfa y Omega

Acabar con el hambre es posible

Alimentar al hambriento, aunque esté a miles de kilómetros, comienza por algo tan simple como vivir de un modo más sobrio

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Foto: Manos Unidas

Manos Unidas lanza hoy su Campaña contra el Hambre, que, con el lema Plántale cara al hambre: siembra, inaugura un trienio en el que incidirá en tres grandes líneas de actuación. La primera es el apoyo a la pequeña agricultura familiar en el tercer mundo. El acaparamiento de tierras por parte de algunas multinacionales ha desposeído a millones de personas, obligadas a abandonar su hábitat tradicional y a emigrar en penosas condiciones a las grandes ciudades o al extranjero. Son prácticas a menudo amparadas por tratados de libre comercio, que convierten los alimentos básicos en un producto meramente mercantil y especulativo. De ahí que otro de los grandes objetivos de Manos Unidas sea concienciar a la opinión pública sobre las injusticias del sistema económico mundial, aunque con un matiz importante: ese sistema no es una entelequia abstracta; el motor que lo mueve es el consumismo desaforado en las sociedades occidentales. Según recientes datos del Ministerio de Agricultura, los hogares españoles tiran cada año a la basura más de 1.300 millones de kilos de alimentos, unos 28 kilos por persona. Otro dato a tener en cuenta es el ingesta anual de carne, 51 kilos, más del doble del máximo que recomienda la OMS. Son patrones de consumo insostenibles que es preciso cambiar –tercer pilar de la campaña–, pues repercuten en la degradación medioambiental y fomentan el desarrollo de una agroindustria no destinada a satisfacer las necesidades de las poblaciones locales, sino a maximizar los beneficios en los mercados internacionales.

El inicio de la campaña de Manos Unidas coincide este año con el arranque de la Cuaresma. En su mensaje para este tiempo litúrgico, Francisco lamenta la indiferencia de las sociedades más ricas hacia el «destino de los pobres», y recuerda que «nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu». Alimentar al hambriento, aunque esté a miles de kilómetros, comienza por algo tan simple como consumir y vivir de un modo más sobrio, atentos a las necesidades de los demás.