Un gran contador de historias - Alfa y Omega

Un gran contador de historias

Colaborador
Foto: Opus Dei

«Estos años –decía Ortega y Gasset– asistimos al gigantesco espectáculo de innumerables vidas humanas que marchan perdidas en el laberinto de sí mismas por no tener a qué entregarse». Ante un puzle de esos interminables, a veces intentamos adivinar la imagen final, en cuanto hay unas pocas piezas ensambladas. Pero solemos equivocarnos. «Pues bien –dice Gomá–, hay determinadas personas que sí tienen la visión del puzle entero». El periodista y escritor José Miguel Cejas tuvo la visión de muchos puzles, y tranquilizaría a Ortega, porque sí tuvo a qué entregarse: fue un visionario, un analista que contempla este mundo y sabe dónde colocar esa pieza o aquella otra para que el puzle del mundo mejore.

No es fácil escribir sobre un amigo que acaba de morir. En este caso, sobre un amigo escritor, que ha vendido en mi editorial más de 80.000 libros, de los que arden solos, por el fuego que contienen. Cálido viento del norte, publicado hace unos días, reúne vidas que vale la pena contar, vidas con visión, con fuego, con humanidad. Y es que su autor era incapaz de contar otra cosa. Veía historias por todas partes. He de decir, para ser sincero, que también le pasaban cosas que no le pasan a casi nadie: era de esa gente que atrae las historias, como con un imán. Y como mostraba una cordialidad sorprendente ante cualquier interlocutor, la historia se acomodaba en el sillón, ante la grabadora, y revelaba todas sus grandezas. Cantantes de rap, directores de cine, músicos y escritores, obispos luteranos, ortodoxos, médicos exabortistas, religiosas católicas, supervivientes de los gulag… José Miguel ha recorrido medio mundo, y había planeado recorrer el otro medio, para contárnoslo, para hablarnos de tantas vidas maravillosas. Habíamos hablado, entusiasmados, sobre la India, Líbano, Irak y Siria, los Balcanes, Israel…

Amaba el puzle del mundo apasionadamente, como san Josemaría, sobre el que también escribió biografías y semblanzas. Pidió ser admitido en el Opus Dei en su juventud, y supo ser un buen heredero de ese maestro. Murió dando catequesis a los chicos del colegio CHA, que lloraron su muerte, como tantos amigos lo hemos hecho. Olé, José Miguel. Con las botas puestas, y contando historias hasta el final.

Santiago Herráiz
Director general de Ediciones Rialp